Pese a sutiles cambios, la esencia de la
tradición revive cada Viernes de Dolores
Es una fecha en que Guanajuato se envuelve en la fragancia. Un día que se prepara con anterioridad, desde que, horas antes, en diversos lugares se instalan puestos de vendedores de flores y otras plantas para el altar que se montará en honor a la Virgen de los Dolores, esa imagen que representa a María, madre de Cristo, con lágrimas que ruedan sobre sus mejillas por el sufrimiento de su hijo.
Lo bueno empieza la víspera del gran día. Los jóvenes -y otros no tanto-, mujeres y hombres, salen de sus hogares para ir a bailar, escuchar música, cantar y, muchos también, a libar, durante el llamado “baile de las flores”. Antaño, dicho evento se realizaba solo en uno o dos salones (Los Murciélagos, en el desaparecido Parador San Javier, era el de mayor prosapia), con música en vivo y formal vestimenta: preferentemente traje los varones y vestido las damas, aunque era aceptable llevar camisa en el primer caso y falda en el segundo, si bien el calzado era forzosamente “de vestir”; es decir, nada de tenis. Tampoco era barato: se cobraban, además del cover, el reservado de mesa y las bebidas, fueran o no espirituosas.
Actualmente, no existe un baile exclusivo como tal, pero la sola referencia funciona en cualquier antro como poderoso imán dionisiaco y llena todos los bares. Hay lugares donde existen espacios para bailar, pero en los que no, cualquier rincón es bueno para convertirlo en pista. La diversión suele terminar a horas de madrugada, lo que también ha dado al traste con el hábito de acudir tempranísimo al corazón urbano para recibir las flores del novio, esposo, amigo o algún galán esperanzado.
Y no es que ese afán romántico haya desaparecido. No. Solo cambió de horario. Si hace pocos lustros las muchachas restañaban las huellas de la desvelada con una leve acicalada, antes de acudir presurosas, al amanecer, para dar varias vueltas al Jardín de la Unión, a la vista de los ojerosos pretendientes, ahora optan por echar primero una pestañita, cambiar de outfit y arribar al centro cerca del mediodía. Tampoco sufren mucho las eventuales parejas, que igualmente llegan a la cita luego de curarse la cruda tras la agitada noche.
De cualquier modo, el centro luce abarrotado desde muy temprano. Hay suficientes madrugadores para llenar las estrechas calles. Jóvenes señoras, acompañadas de sus hijos e hijas, nietos o nietas, compran flores. Los huevos de pascua han sustituido a los antiguos cascos y espadas de legionario de los infantes del pasado. Tampoco se ven ya los caballitos de palo ni las muñecas de cartón. Los puestos de novedosos juguetes, antojitos y botanas proliferan entre una multitud apretada y colorida.
Para los turistas es motivo de asombro. El aroma de las flores se esparce por doquier, las mujeres lucen sus vestuarios primaverales, mientras los políticos intentan quedar bien con los votantes, sobre todo en un año electoral como este 2024. Es el esplendor del Viernes de Dolores, el “Día de las Flores”.
Igualmente llamativa es la generosidad de tantas personas que, para recordar el llanto de la Virgen, hacen y obsequian vasos de agua fresca, con la tradicional chía o de horchata, limón, tamarindo, jamaica, naranja. Aún mejor: para combatir el calor, regalar nieve se ha vuelto una agradable y creciente costumbre. Los helados de fresa, vainilla, chocolate, limón, atraen filas enormes de caminantes agradecidos.
Aunque ya no existe la Cooperativa Minera Santa Fe, que tenía por costumbre regalar, además de nieve, tostadas de ceviche o caldo de camarón, hay negocios que han tomado la estafeta y hacen lo propio. Incluso existe quién obsequia vasos con cerveza, lo que desde el punto de vista de un dipsómano estaría justificado por aquello de que las lágrimas son amargas y no dulces.
Muchas familias comerán fuera de casa, para aprovechar el asueto, pues además es el punto de partida para el inicio de las vacaciones de Semana Santa en escuelas y oficinas de gobierno. Por la tarde, languidece el singular y festivo rito. La gente, cansada y embriagada de sol, regresa a sus hogares, que ese día se verán alegrados por el color de las flores, entre el penetrante aroma que las mismas emanan…