Un Tlacuilo que se movió entre dos mundos (el indígena y el español) buscó y encontró papel amate de la mejor calidad y resistencia. Le aplicó una capa de yeso, laca cochinilla, tintas obtenidas de plantas y de carbón, e índigo, para obtener los colores rojo, amarillo ocre, negro y azul. De esa forma dio vida a los hoy llamados “Códices de San Andrés Tetepilco” que ya fueron recuperados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se trata de tres documentos pictográficos que datan de finales del siglo XVI e inicios del XVII, que ya fueron integrados a la Colección de Códices Mexicanos de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH). De acuerdo con el director de la BNAH, Baltazar Brito Guadarrama, el conocido como “Tira de Tetepilco” puede considerarse una continuación del Códice Boturini que relata la peregrinación para llegar al águila sobre el nopal.
Cabe aclarar que según la historiografía mexicana, un Tlacuilo en aquellos años era lo que actualmente se puede denominar pintor, escritor, intelectual o sabio, es decir, una persona de amplios conocimientos culturales y una gran capacidad de creación artística. Gracias a esos hombres hoy se conoce de manera gráfica el devenir y las vicisitudes que tuvieron que experimentar grupos sociales que dieron paso a la nación que hoy es esta tierra.
Acompañado por Altagracia Gómez Sierra, presidenta del Patronato del INAH, y otros especialistas de esa institución, Brito Guadarrama explicó que los tres documentos se suman a los 200 códices mesoamericanos (de los aproximadamente 550 que se reconocen en el mundo) bajo custodia de la BNAH, y que desde 1997 son parte de la Memoria del Mundo por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
“Con autenticidad comprobada que los liga al periodo de transición entre los siglos XVI y XVII, tres documentos pictográficos denominados como los «Códices de San Andrés Tetepilco», entre los que destaca uno que puede considerarse continuación de la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini, han sido recuperados por el pueblo mexicano, para su resguardo”, dijo, y anotó que por esos documentos se pagaron 9.5 millones de pesos, más IVA.
Desde la Asociación Civil Patronato del INAH se reconoció a los diversos patrocinadores, entre personas y empresas comprometidas con la conservación y preservación del patrimonio cultural mexicano, cuya voluntad permitió reunir la cantidad necesaria para obtener ese corpus documental que permaneció por generaciones en manos de una familia radicada en la Ciudad de México, la cual pidió encarecidamente guardar su anonimato.
El funcionario advirtió que gracias a este traslado de dominio ahora el pueblo de México detenta los “Códices de San Andrés Tetepilco” que, de acuerdo con investigadores del INAH, se inscriben en los llamados códices mixtos, por contener pinturas de tradición indígena y textos en náhuatl o español, escritos con el alfabeto europeo. Sin lugar a dudas el Tlacuilo autor de esos documentos fue un hábil artista de talento y conocimientos elevadísimos.
Se trata de códices que preservan la tradición escritural mesoamericana y se refieren a la fundación de San Andrés Tetepilco, así como su ingreso a un nuevo orden sociopolítico en las primeras décadas del Virreinato. Por lo tanto, la adquisición fue calificada por Baltazar Brito Guadarrama y Altagracia Gómez Sierra como “un hito que se puede comparar con la autenticación como prehispánico, del Códice Maya de México (antes Grolier), hace seis años.
Con la finalidad de contextualizar el origen de los códices en cuestión, dijeron que San Andrés Tetepilco, situado en el sureste de la Ciudad de México, hoy perdido en la mancha urbana de la alcaldía Iztapalapa, en los períodos a los que hacen referencia los tres documentos estuvo bajo la jurisdicción de Iztacalco. Los documentos son: el mapa de la fundación de Tetepilco, el Inventario de la iglesia de San Andrés Tetepilco, y la Tira de Tetepilco.
Sobre esta última, los expertos del INAH y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) presentes en el anuncio subrayaron que junto con la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini, contiene aproximadamente el mismo lapso contenido en el Códice Aubin, el cual abarca de 1064 a 1607. De tal suerte que la información que proporcionan es de altísimo valor para la historiografía de México, siempre llena de sorpresas como la presente.
Hace 15 años, a invitación del cronista de Azcapotzalco, académicos de la UNAM acudieron a un domicilio particular en Coyoacán y vieron por vez primera las pictografías, mediante un monitor. Fue hasta hace dos años que autoridades de la BNAH pudieron verlos “en vivo” y confirmar su autenticidad. El Instituto de Física de la UNAM y la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH apoyaron esa labor.
Visiblemente emocionados, los expertos explicaron cada una de las piezas adquiridas. La Tira de Tetepilco, compuesta por 20 láminas plisadas en biombo, narra la historia de Tenochtitlan por medio de cuatro temas: La fundación de la ciudad, en 1300 (lo que implica un desfase de 25 años); el registro de los señores que la gobernaron en tiempos prehispánicos; la llegada de los españoles en 1519, y el Periodo Virreinal hasta 1611.
En ese biombo se consigna, con datos precisos e imágenes de gran belleza estética, la reunión entre 1427 y 1440 del Tlatoani Itzcóatl con el tlacatecatl o jefe de su ejército, Moctezuma Ilhuicamina (a la postre Tlatoani), quien había logrado la conquista de Tetepilco, cuyo señor, Huehuetzin, y su corte de nobles aparecen rindiendo vasallaje. En pocas palabras, el mensaje es mostrar la incorporación de Tetepilco a la historia de Tenochtitlan.
Por lo que toca al Mapa de la fundación de Tetepilco, investigadores de la UNAM explicaron ampliamente que contiene información histórico-geográfica, incluidos registros, coincidentes con ubicaciones reales, de los topónimos de Culhuacan, Tetepilco, Tepanohuayan, Cohuatlinchan, Xaltocan y Azcapotzalco. Se trata de un documento que además de llenar huecos históricos, abunda en otros de los que ya se tenía somero conocimiento.
En tanto, el Inventario de la iglesia de San Andrés Tetepilco, formado por dos hojas de papel amate pegadas, sobre las que se aplicó una capa de cal, registra una lista de los bienes de dicho templo, entre ellos, cinco trajes rojos, probablemente prendas usadas por un sacerdote, instrumentos de viento, una silla de mano, estandartes y representaciones de imágenes religiosas. “Una maravilla que después de tantos años se conserva en buen estado”.
En un cuadernillo previo al catálogo que el INAH ya prepara sobre esta adquisición el director del INAH, Diego Prieto, escribió que “sean anteriores o próximos al inicio de la ocupación española sobre el territorio del México actual, los códices son documentos, manuscritos o pintados, de evidente importancia para el estudio de nuestra historia, además de su gran valor simbólico y artístico como expresión de las mentalidades y la sensibilidad de quienes los elaboraron”.
Explicó que aunque muchos de esos códices están dispersos en bibliotecas, museos y colecciones de Europa y Estados Unidos, en México es el INAH quien resguarda la mayor parte de ese patrimonio, contando para ello con la Bóveda de Códices que tiene las mejores condiciones físicas y de seguridad para su preservación. Los “Códices de San Andrés Tetepilco” ya están en esa bóveda especializada, y en breve serán expuestos públicamente en un sitio especial del Museo de Antropología.