viernes, noviembre 22, 2024
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GANARLE AL TIEMPO UN LANCE

Una ojeada a un Guanajuato que ya no existe más

El discurrir del tiempo ofrece en ocasiones una oportunidad para el reencuentro. En una caja donde yacen aparatos de comunicación de otro tiempo, una vieja grabadora sony para reportear luce polvorienta y sin embargo de buen aspecto. No tiene baterías. Hace alrededor de diez años que cayó en desuso, y su contenido, al no ser imprescindible, pasó también al exilio de la memoria activa. Instaladas las triple A, su contenido incluye conferencias a propósito del cuidado del agua, reuniones escolares de una sociedad de padres de familia, numerosas interacciones de un padre con su hijo de 6 años, y un puñado de minutos de una entrevista. Esta atrapa la atención. Poco más de 7 minutos de una conversación con Hernán Ferro de la Sota, arquitecto con maestría en restauración de sitios y monumentos además de funcionario de la Universidad de Guanajuato, fallecido en 2012. Es un fragmento de una conversación amplia, realizada a propósito de Erasmo Mejía Ávila (1908-1996), docente, literato, estudioso de la lingüística, editor, y afanoso hombre del periodismo, acerca de quien pergeñé dos notas en 2011. ¿Por qué no fue borrado este fragmento de la entrevista? La memoria no recuerda sucesos de esa índole, mas el hecho permite atisbar en un Guanajuato que ya no existe más, lanzando curiosamente la mirada hacia el pretérito: hoy recupero una entrevista de 2011 acerca de un hombre cuya labor ocurre en los años cincuenta del siglo pasado.

Hernán Ferro de la Sota (izquierda) y Erasmo Mejía Ávila (derecha) unidos por Guanajuato

La respuesta que se conserva en la grabadora es interesante, y su punto de vista difiere del publicado hace una década, cuando había un propósito en marcha. Ahora los comentarios de Hernán Ferro adquieren otra densidad pues penetran en el entramado de la historia de Guanajuato capital, de una ciudad de otrora, a través del quehacer periodístico de Erasmo Mejía Ávila, en lo que además se fragua como un barrunto de historia del periodismo de esa época. De ahí el interés de publicarla, casi sin editar, salvo por la inclusión de la puntuación estrictamente necesaria. La respuesta de Ferro de la Sota se detona al preguntarle cómo considera la tarea que Mejía Ávila hizo en el periodismo de Guanajuato. 

“Rigor y, sin pretender hacer ningún juicio, que no me atrevería a hacerlo. Lo que sí puedo señalar es que fue una empresa titánica. Él como responsable en el Gobierno del Estado de los talleres tipográficos de Gobierno del Estado, allí donde posteriormente fue el Rastro, y actualmente es el Registro Civil, allá por El Cantador. Entonces él, aprovechando la maquinaria —eran unas máquinas verdaderamente de época, que ahora serían unas piezas de museo sensacionales—, entonces hacía su trabajo, de lo que editaba, el Periódico Oficial y cosas de esas. Pero él se daba tiempo para publicar su periódico. Y era un periodismo hecho con el corazón. No es precisamente una frase cursi, sino es un hecho más que probado de que él se entregaba en cuerpo y alma a lo que hacía y tratándose de Guanajuato lo hacía con esa pasión. Nunca su aspiración fue obtener prebendas ni obtener riquezas, no, nunca, eso estaba borrado de su mente. Simplemente para él no existía. Él, teniendo la oportunidad de escribir, teniendo la oportunidad de compartir, de servir a sus semejantes, él lo satisfacía todo. Las noticias que él publicaba, como se lo confesó en alguna ocasión a don Euquerio Guerrero en una reunión que tuvimos sobre algunas noticias que tuvimos sobre el periódico El Estado de Guanajuato, dijo: “Bueno, yo utilizo varias fuentes. Primero, las gentes y los intelectuales de aquí del pueblo, tradicionales, gente, de alguna manera herencia de todos esos hombres, de Lanuza, Olivares, y de una gran pléyade de gentes no tan famosos pero que en Guanajuato tenían ese hábito de cultura y gusto por escribir cosas”. Entonces él los acogía y, con relación a las notas, por lo general no había reporteros, él no tenía reporteros. Se ayudaba mucho con las fuentes periodísticas de los periódicos regionales. Había un periódico que se llamaba Guanajuato, que se editaba en Irapuato, por cierto, también de características estatales y también dentro de un ámbito casi de suscripción y de obsequio. Entonces ese y este. Posteriormente llegaron los Soles, pero muy muy posteriormente. Y hubo varios otros periódicos ya con otras pretensiones, ya empresariales. Obviamente en aquella época los Soles eran de gran impacto por el poder de García Valseca, que marcó un hito en el periodismo nacional, obviamente también aquí en el estado de Guanajuato. Él nunca pretendió competir con ellos. Él seguía haciendo su tarea cotidiana de las referencias, de las noticias de la ciudad de Guanajuato, y referencias a información de otros, que ya surgían, y retomaba de otras fuentes, al no tener él la posibilidad de traer reporteros por todo el estado. Tenía la ventaja de que estaba en el lugar de la sede del Gobierno del Estado, lo cual le permitía allegarse una serie de informaciones y gentes, reitero nada más el nombre de doña Felisa García Carranza —jefa de redacción— que era una verdadero baluarte de la intelectualidad guanajuatense y era la persona más sencilla del mundo, como los intelectuales de Guanajuato. Hay que recordar que Guanajuato es un pueblo al revés: los ricos no eran lo más importante del pueblo, se les toleraba, bueno, y te enterabas de ellos, pero realmente no eran los que en el ámbito social ocupaban la cúspide. La cúspide la ocupaban los intelectuales, los maestros universitarios, y la gran conformación social del pueblo de Guanajuato: maestros normalistas de verdadero orgullo formados dentro del ámbito de una entrega y una pasión verdaderamente apostólica. Entonces todo eso lo recogía don Erasmo en su periódico y esos eran sus editoriales, esos eran sus colaboradores. Sus colaboradores era la gente de aquí. Eso es. Y puedes revisar, eso es lo único que hay.”

Máquina de escribir de Erasmo Mejía Ávila entre una imagen de portada del periódico Estado de Guanajuato y su Canto a Guanajuato incluido (Fotografía proporcionada por Ana Guadalupe Mejía, qepd)

Nada que añadir. Salvo otro re-encuentro. La hija de Erasmo Mejía Ávila, Ana Guadalupe, a resultas de los trabajos sobre su padre, me confío una copia de un libro en preparación que se había quedado sin publicar, datado en 1988. Lugares históricos de Guanajuato contiene dos centenas de páginas maquinoescritas (en las que se perciben intervenciones de corrección editorial) a propósito de la afamada ciudad capital. La intención era materializar esa publicación, proyecto que lamentablemente se quedó en veremos a causa del deceso de Ana Guadalupe en 2018. Antecede al original un prólogo firmado por el Lic. Luis Rayas Gutiérrez quien en las mismas páginas se describe como “amigo y compañero de años estudiantiles de Erasmo Mejía Ávila”. El párrafo final de ese prólogo describe inmejorablemente al libro en comento:

“Se trata, pues, de una HISTORIA FRACCIONADA, SIN ORDEN CRONOLÓGICO, cuya lectura es de recomendar al guanajuatense para que recuerde o se documente en estos aspectos de su tierra; al visitante, para que deje la leyenda que fácilmente se deforma y conozca la realidad y la prosapia de esta población, cuya mayor originalidad estriba en el hecho de haberse construido en el fondo de una barranca… y ahí está, desafiando todas las reglas de planificación y del moderno acomodo de las grandes ciudades, porque Guanajuato conserva no sólo su cultura de hace tres siglos, sino también su intocable castidad de muchacha provinciana y dominguera.”

* * *

El hecho relatado trae a cuento la idea lanzada por Antonio Muñoz Molina acerca de que los antropólogos en el futuro revisarán nuestra chatarra electrónica en la que encontrarán los indicios para intentar comprender cómo era nuestra vida, esta que constituye justo nuestro presente.

Jorge Olmos Fuentes
Jorge Olmos Fuentes
(Irapuato, Gto. 1963) Movido por conocer los afanes de las personas, se adentra en las pulsiones de su vivir a través de la expresión literaria, la formulación de preguntas, el impulso de la curiosidad, la admisión de lo que el azar añade al flujo de los días. Cada persona implica un límite traspuesto, cada vida trae consigo el esfuerzo consumado y un algo que debió dejarse en el camino. Ponerlas a descubierto es el propósito, donde quiera que la ocasión posibilite el encuentro. De ahí la necesidad de andar las calles, de reflexionar en voz alta para la radio, de condensar en el texto la amplitud vivencial.
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