lunes, mayo 20, 2024
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TRABAJAR PARA GANARNOS LA SONRISA

Creemos en el humor fino para dibujar una sonrisa en los espectadores

¿Qué sucede con el público que acude a una puesta en escena de humor? ¿La gente hoy se ríe de lo mismo que se reía antes o se están riendo de algo diferente? Miremos el otro lado del espectáculo desde la orilla de quien crea el espectáculo. Javier Cardoso, miembro de Los Juglares desde hace poco más de cuarentaisiete años, accedió a compartirnos su punto de vista, en una conversación que por fuerza incluye su experiencia pública con la agrupación de que forma parte.

Con base en las décadas de tu experiencia en la representación, ¿te parece que las risas que oyes hoy son las mismas de antes o notas alguna diferencia?

Javier Cardoso Estrella (Foto tomada del perfil de Facebook de Juglares de Guanajuato)

En su gran mayoría es la misma risa, la respuesta del público casi es la misma. Me he dado cuenta de que hoy se prefiere la carcajada, la risa fácil, el accidente que provoque la carcajada. La gente de antes, y hay mucha también hoy, aunque no suelta la risa de inmediato, sonríe. Se lo lleva de tarea y luego se da cuenta. La gente misma nos lo han dicho: “¿Sabes qué? Yendo a casa, de repente me cayó el veinte de lo que dijeron”. Eso es muy importante. Preferimos que esbocen una sonrisa a que suelten una carcajada. La carcajada es muy espontánea y con un tropezón la puedes arrancar. A nosotros nos gusta trabajar para ganarnos la sonrisa; no es cosa fácil.

¿Notas que haya alguna diferencia en la respuesta de la gente local y la gente foránea? ¿O la gente es la gente y se sonríe igual?

La gente es la gente y se sonríe igual. Hay detalles, sobre todo en la función de Muertos, en donde manejamos referencias locales, por ejemplo La Posada de la Condesa o El Balcón de la Condesa. La gente local rápido agarra la idea de lo que se trata. La gente de fuera a lo mejor no lo entiende, pregunta, o se contagia de la risa de los demás, de la respuesta de los lugareños. También hay mucha gente que viene seguido a Guanajuato, gente del estado que conoce perfectamente Guanajuato, que viene incluso año con año, gente que viene de otras ciudades para esos días y que nos ha seguido durante años en esas funciones, y sabe de qué se trata.

Cuando viajan fuera de Guanajuato, ¿ajustan las bromas, las referencias, el guion?

Sí, desde luego. Por ejemplo, hay un número que se titula Fe en Dios, donde un personaje habla de que se están desbordando las presas y que el río creció, y que viene una inundación. Si vamos a Irapuato, hablamos de la Presa del Conejo, o si vamos a otro lugar, investigamos allí qué presas o qué ríos hay por allí cerca. Si vamos a Yuriria, decimos “se está desbordando la laguna de Yuriria” o La Alberca, en Valle de Santiago. Tratamos de ajustar algunas cosas para hacerlas más locales y que el público sienta que se está tomando en cuenta su ciudad.

Público en espectáculo de Juglares (Foto tomada del perfil de Facebook de Javier Cardoso)

Ahora, ¿con qué provocan la risa? Cuando ustedes preparan una presentación, ¿en qué se fijan? ¿Cuál es la base para arrancar esa sonrisa?

Yo creo que la actualidad, y sobre todo estudiando las frases donde tenemos que hacer algún cambio, digamos de estado de ánimo o del significado de la frase para que la gente tenga ese subibaja, ese estira y afloja, en el texto, y vaya reaccionando conforme lo que se va diciendo, como si fueran los propios actores. Eso es lo que hace que la gente se ría. Muchas veces un cambio de ánimo o un cambio en el texto, son los que hacen que la gente se ría. Se junta con la actualidad, con lo que está sucediendo. Y, bueno, mucha improvisación de lo que se presente en ese momento, porque hay ocasiones en que el público quiere participar de alguna manera, y eso de alguna forma se aprovecha. Invitamos a la gente a participar en algunos números o gritan algo desde el graderío, lo tomas y lo aprovechas, eso que te digan. Nosotros tratamos de manejar en todo momento el humor fino. Hace años un periodista de Jalapa nos puso el calificativo de “hilarantes de humor fino” en una Muestra Nacional de Teatro donde nos presentamos para puros teatreros: directores, productores, dramaturgos, escenógrafos, actores. Y eso se nos quedó: tratamos de hacer humor fino.

¿Dirías que hoy siguen haciendo teatro de comedia? ¿Dirías que su humor sigue sustentado en la comedia que ahora tiende más a ser cómico chistoso o humorístico sencillo? ¿Qué dirías?

Sí, va sobre la comedia, más que nada. Y sí tratamos de hacerlo de alguna manera sencilla; sencillo es más divertido, creemos, que meternos en camisa de once varas. Y realmente es comedia y es reflexiva también. A veces usamos textos de Marco Aurelio Almazán. No necesariamente tenemos una nómina de autores. Por ejemplo, cuando son poesías, pues de Jorge Manrique, para esto de Muertos, de Omar Khayyam básicamente, de Ana María Rabatté que se ha convertido como en rúbrica de Juglares. Cada vez que usamos algo que no es propio, siempre damos el crédito a quien lo hizo.

Después de una función en Guanajuato, ¿hay alguien que haga algún tipo de comentario al paso de la calle, algún comentario relacionado con el humor, con lo sucedido?

Sí, siempre. Constantemente durante todo el año nos platican lo que recuerdan, y nos sugieren qué hubiéramos dicho. Aprovechamos y les pedimos sugerencias. Cada que terminamos una función les pedimos que aporten ideas, porque ya son muchos años y vuelves a caer a lo mismo, vuelves sobre el mismo tema, entonces les pedimos que nos comenten, nos compartan algo que tengan, sobre una historia, que tengan por allí escrito, para seguir. Entonces se acercan siempre.

Cambiemos de tema: ¿qué efecto ha tenido en su forma de hacer humor el hecho de que no hay mujeres en el grupo?

Nos ha servido porque esos papeles los hemos tenido que hacer nosotros. De alguna manera surgió que, en alguna ocasión presentamos Cuentos infantiles no aptos para niños, en el Teatro Principal, hicimos como cuatro funciones, quebraron un vidrio porque la gente se quería meter y una serie de detalles. Allí me tocó darme cuenta de mi talento trasvesti: me tocó hacer Caperucita roja, Blanca Nieves, me tocó hacer una hermanastra de la Cenicienta, me tocó ser la Bella Durmiente y me tocó ser la mamá de Juanito el del frijolito mágico. Hice solo mujeres y de diferentes características. Fue algo raro tanto papel de mujer, pero la verdad es que eso nos ha ayudado mucho. Y hacer el papel de mujer siempre causa gracia porque tratas, no de burlarte de ella ni nada parecido, sino que tratas de hacerlo como una mujer, finamente, se trata de hacer un personaje fino, pero eso causa gracia.

Y este acaba siendo un recurso, la confusión, el enredo, un juego de complicidad con el espectador.

Sí, en efecto. Y eso le gusta mucho a la gente, sin faltar, como te digo, el respeto a la mujer. Es comedia y tratamos de hacerlo fino.

Función homenaje a Ruelas, agosto de 2017 (Foto tomada del perfil de Facebook de Juglares de Guanajuato)

¿Se ha dado el caso de que no funcionen ciertas humoradas? ¿Qué hacen cuando esto ha ocurrido?

Sí, sí ha ocurrido. A mí me pasó, y creo que fue la única ocasión. En una función de Muertos, debió haber sido la segunda función, hicimos un número de juicios donde se enjuiciaba a los grandes asesinos de la historia, a Herodes, a Somoza, a Hítler, y me tocó hacer el papel de Hítler, quien expone sus motivos de por qué hizo lo que hizo, lo castigan y lo mandan a que le den unos chocolatitos en el bigote, que unas jaladitas en las patillas. Terminando la función se me acercaron como cinco tipos, altos, güeros y barbados, y me reclamaron. Todo mundo platicando y yo en medio de estos cuates y me estaban presionando que por qué había hecho ese número. Les expliqué lo que estaba escrito, les dije que simplemente lo habíamos hecho y que esperábamos la gente se lo llevara de tarea. Pero sí estaban con ganas de fusilarme. Creo que allí sí no les gustó, de primer momento. Ya después uno de ellos, como que le cayó el veinte, y acabaron yéndose.

Enjuiciando a Hitler función de Muertos 1o. de noviembre 2014 (Foto tomada del perfil de Facebook de Javier Cardoso)

En el otro sentido, ¿cuál identificas que ha sido otra utilidad de su humor?

Mira, es más fácil que la gente entienda cosas por medio del humor, el humor como vehículo, y se le queda grabado el mensaje al público. En convenciones que hemos trabajado, para laboratorios médicos, nos contrataban, íbamos, entrábamos con tiempo, sabíamos qué productos iban a promocionar, y eso también lo usábamos para el momento de la presentación junto con otros números. Entonces nos dábamos cuenta, porque además nos lo decían los organizadores, que se les quedaba más grabado el producto y sus efectos y para qué era el producto, por medio de nosotros que poniendo la pantalla y las diapositivas. Eso les gustaba mucho. Por cierto hay una frase que saqué después de una función y es un cebollazo: llegamos, había una convención de especialistas en las venas, total que había medicamentos que eran vasodilatadores y todo ese rollo. Entonces dije que, igual a esa medicina, el humor es un vasodilatador coronario.

Por cierto, ¿cómo se ríen los políticos, si se han presentado alguna vez con un grupo de ellos?

Cuando están así, de diferentes partidos, muy reservados; pero cuando son del mismo partido se sueltan. Si presentamos algún numerito donde les estás diciendo “no robes”, no esto, no aquello, todo mundo voltea a ver al de al lado, así como de “¿Ya oíste lo que te están diciendo?”. Así lo toman. Ahora bien, de los mejor públicos han sido los médicos, de los laboratorios de medicina, los abogados, ingenieros, creo que son los que más. Y políticos, aunque parece que reservan su rayita, pero sí nos damos cuenta de que se están divirtiendo.

Esa pregunta se dirigía a tratar de reconocer las diferencias en cómo se ríen los públicos, quiénes se ríen para adentro, quiénes se ríen explosivamente, si hay públicos explosivos o no.

Yo creo que los políticos son los que sí se ríen para adentro. Los demás, no. Son explosivos y la sueltan, la risa, la carcajada, hasta aventarle la saliva al de enfrente, de la risa que les da. El político sí se guarda un poquito, igual que mucha gente “culta”, que también cuida la postura y “yo soy aquel”, etcétera etcétera. Pero se están riendo para adentro y nosotros nos damos cuenta. Ya sabemos leer las expresiones de la gente. Lo que no nos gusta mucho es que el público esté a oscuras porque no le vemos el rostro, nos gusta verles la cara, en el buen sentido de la palabra, ver cómo están reaccionando. Eso para nosotros es un parámetro.

¿Dirías que hoy el parlamento teatral de cepa se va dejando atrás y se muestra una etapa de mayor improvisación, de inclusión de temas de actualidad?

Sí han cambiado las humoradas. Hemos visto grupos que son muy corrientes en cuanto a su forma de hacer comedia: las palabras obscenas, los movimientos obscenos, el utilizar a una persona para burlarse de ella. Es muy fácil hacerlo y eso ha crecido bastante. Hay unos grupos de comedia que manejan mucho el tropezón, el salivazo, decir “la caca” y cosas así. Yo creo que se puede manejar el humor con palabras más profundas que te digan algo y puedas hacer reír a la gente. Entonces sí se ha dejado de hacer el teatro de comedia de cepa, como decías. Para nosotros es mejor que la gente se vaya con una sonrisa y que luego nos lo comenten. Nosotros tratamos de hacerlo a la antigüita: tratando de montar buenos números, buenos temas con mensaje y que la gente nos regale, y esboce en su rostro, una sonrisa.

Jorge Olmos Fuentes
Jorge Olmos Fuentes
(Irapuato, Gto. 1963) Movido por conocer los afanes de las personas, se adentra en las pulsiones de su vivir a través de la expresión literaria, la formulación de preguntas, el impulso de la curiosidad, la admisión de lo que el azar añade al flujo de los días. Cada persona implica un límite traspuesto, cada vida trae consigo el esfuerzo consumado y un algo que debió dejarse en el camino. Ponerlas a descubierto es el propósito, donde quiera que la ocasión posibilite el encuentro. De ahí la necesidad de andar las calles, de reflexionar en voz alta para la radio, de condensar en el texto la amplitud vivencial.
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