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UNA VIDA ENTRE IMÁGENES, JOSÉ LUIS ROCHA

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La responsabilidad, disciplina y el orden son virtudes muy valoradas en algunas profesiones como el fotoperiodismo, que por sí mismo, ya está rodeado de imprevistos, emociones y tentaciones, y más aún cuando en alguna gira de políticos, eventos sociales o de turismo, encuentros deportivos o certámenes de belleza, hay brindis y viáticos de por medio y el enviado acababa por no mandar las fotos prometidas para salir en el impreso. 

Uno de esos casos excepcionales es José Luis Rocha, fotoperiodista, nacido en Tampico, Tamaulipas en 1946; aunque a los dos años se fue con su padre a la ciudad de México, donde estudió y casi desde la secundaria le encantó la fotografía, años después acabó dedicándose por completo a ella en varios medios nacionales, pero con el paso del tiempo, acabó trabajando en Guanajuato. 

 

¿En cuántos medios nacionales has trabajado? 

—En 1963 trabajé en La Prensa, en el 68 me fui al periódico Excélsior, ahí me invitó el señor Julio León, jefe de fotógrafos; después de ahí con la salida de Julio Sherer, me invitaron a trabajar en el Uno más Uno, cuando se hizo la revolución en Excélsior en 1976 y me invitó a trabajar el señor Manuel Becerra Acosta; en 1986 me fui a trabajar a El Universal, porque ese año se jugó el mundial en México. 

¿Y entonces cómo acabaste en Guanajuato? 

—Hice un tiempo de free lance y en 1987 me invitaron a trabajar en el Festival Internacional Cervantino para coordinar la fotografía. Estuve aquí y al gobierno estatal le gustó mucho mi trabajo y me invitaron, pero yo me regresé a la Ciudad de México porque tenía trabajo allá. Pero me estuvieron insistiendo después por teléfono y Guanajuato me gustaba mucho y acabé viniéndome para acá y yo encantado. 

Con alrededor de 60 años dedicado a la fotografía periodística e institucional, José Luis tiene un mundo de imágenes de casi todos los temas, desde los accidentes comunes, hasta el testimonio gráfico de grandes momentos que cimbraron al país, como la explosión en San Juan Ixhuatepec, Estado de México, con más de 500 defunciones y 2 mil heridos, conocida como la tragedia en San Juanico, el incendio en la Cineteca Nacional o, para no ir más lejos, el movimiento del 68.

Incluso presume que tiene un archivo en varios cajones, con más de 100 mil negativos, por fecha y por nombre, tan solo del trabajo que ha desarrollado en Guanajuato. Aunque ahora ya existen los archivos digitales, José Luis comenzó a la antigüita, revelando sus fotos con todo el proceso que ello conlleva, porque no existía la tecnología que ahora tenemos. 

De hecho, en cada gira, cargaba con todos los aditamentos, revelador, fijador, ampliadora, etcétera, para montar su laboratorio en el baño de los hoteles donde se hospedaba y cumplir con el trabajo en el que además de saber usar la máquina, hay que saber usar la mente, para hacer buenos ángulos y encuadres. 

—La fotografía tiene tres procesos, tomarla, revelarla e imprimirla; ahora con la tecnología actual tomarla, metes la tarjeta a la computadora y procesarla ya en pantalla; le tecnología ha ayudado mucho a la fotografía porque ha agilizado los procesos, ya no tienes que usar revelador o fijador, como antes cuando se usaba mucho la hidroquinona, el hiposulfito de sodio, entre otras sustancias. Yo hacía mis propios reveladores porque fui ayudante y aprendí en La Prensa, ahí comencé a formarme como fotógrafo para periódicos. 

Continúa y precisa:

—Sé revelar, porque antes había blanco y negro, de color en transparencia y de color directo; cargaba dos cámaras una de blanco y negro y una de color de transparencias, para el magazine de Excélsior.

Un hecho que dejó una huella profunda en José Luis, fue la llegada del Papa Juan Pablo II, porque en Excélsior lo comisionaron a que cubriera la gira en Puebla y Guadalajara. Su voz se quiebra al narrar que le impactó ver cómo “la gente se le entregaba bastante, con una emoción grandísima”. 

También recuerda situaciones de riesgo, como en el 68, cuando dice que le metían unas corretizas para quitarle la cámara o el rollo, “pero nunca me dejé ni me alcanzaron, yo tomaba mis fotos y corría, me decía ¿cómo les voy a entregar mi material?”.

Después de tantos años mirando la vida pasar a través de una lente de cámara, asegura que no se ha quedado con las ganas de hacer alguna foto en especial, pero aún tiene ganas de aprender más, “porque siempre hay que prepararse en lo nuevo de lo que uno está haciendo dentro de su profesión, todavía me queda vida y espero que Dios me la siga dando porque tengo mucho por hacer”. 

Sin embargo, todavía recuerda la primera cámara que tuvo, “era de cajón, de plástico”; después su padre le compró una cámara francesa de 35 milímetros con rollo “y me gustó, porque la consideré mágica”. 

Orgulloso, muestra varios de los álbumes de recortes con fotorreportajes que lucen su firma, con personajes de todos los ámbitos, desde la vida cotidiana hasta la política internacional, del mundo de los espectáculos y la cultura, donde se entremezclan Celia Cruz, Menudo, Celio González, Silvia Pinal, James Brown, Barry White y el escritor Gabriel García Márquez.

En fotos sueltas muestra las imágenes que le hizo a varios políticos nacionales e internacionales, pero también cubrió deportes, olimpiadas, encuentros futboleros, basquetbol, boxeadores de campeonato. 

Otra de las aficiones que le han acompañado en la vida, es el baile. 

“Soy muy pata de perro como buen reportero, pero también me gusta el baile y soy cumbiambero”, suelta casi al final de la entrevista.

—También voy a un grupo de baile, en el Hotel Guanajuato tenemos un grupo de baile de alrededor de 15 parejas jóvenes, yo soy el mayor, pero me gusta, porque te mueves, haces ejercicio, haces grupo y haces buenas relaciones. 

¿Desde cuándo bailas? 

—Desde los 14, 16 años; soy muy inquieto, siempre ando de aquí para allá, soy muy pata de perro, lo que es el periodista, el fotógrafo, buscando la información 

¿Y qué tipo de música para bailar prefieres? 

—Cumbia que es la más conocida en México, la salsa que estuvo de moda, pero soy más cumbiambero. Ahora por mi edad (76 años), le dedico un par de horas por semana, concluye. 

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