Inicio Gente al paso LA MEMORIA DE ZAPATA EN GUANAJUATO

LA MEMORIA DE ZAPATA EN GUANAJUATO

0

El 10 de abril de 1919, Emiliano Zapata fue asesinado en Chinameca, Morelos. Para entonces, la gente de Guanajuato quería superar el trago amargo de la lucha armada. La muerte del caudillo sureño se perdía en el anhelo de reconstrucción.

La imagen de Zapata entre los guanajuatenses fue en lo general la misma que la propaganda de su tiempo creó en torno a su figura: un asesino despiadado, el Atila del Sur, el bandido y hasta el malagradecido que, siendo peón de confianza, se rebeló contra sus nobles amos. Pese a todo, tuvo sus seguidores.

Emiliano Zapata y Cándido Navarro en sendas imágenes.

Zapata y Madero, la alianza

Tras haber sido encarcelado y luego de la fraudulenta reelección de Porfirio Díaz, Francisco I. Madero lanzó el Plan de San Luis y convocó a un levantamiento armado para el 20 de noviembre de 1910, a las seis de la tarde. Madero contaba con el respaldo político de Venustiano Carranza y Abraham González, y militar de caudillos como Pascual Orozco, Francisco Villa y Emiliano Zapata, este último con una demanda concreta: el reparto de tierras.

Los maderistas guanajuatenses lograban una débil respuesta política en la población, pero eso no fue obstáculo para iniciar la lucha armada en la entidad. Para finales de 1910, la convocatoria rebelde había tenido sus ecos. Su líder formal, Alfredo Robles Domínguez, fue encarcelado, no así el líder militar, el profesor Cándido Navarro. En los meses siguientes habrían de formarse seis núcleos agrarios conducidos por el mismo Navarro, Juan Bautista Castelazo, Francisco Franco, Moisés García, Catarino Guerrero y Adolfo Azueta. Éste último, junto con Navarro, serían a la postre los más identificados con la causa zapatista.

La rebelión echó del poder y del país a Porfirio Díaz en mayo de 1911. Con la firma de los Tratados de Ciudad Juárez, el dictador dejaba la presidencia y los rebeldes entregarían sus armas. Así lo hicieron dos maderistas, menos Zapata, quien seguía firme en su lucha por el reparto agrario.

El porfirista Francisco León de la Barra quedó como responsable de la presidencia de la república y Enrique Octavio Aranda como gobernador interino de Guanajuato y ambos convocaron a elecciones en sus respectivos ámbitos de competencia. Sin ser formalmente zapatista, pero en plena coincidencia con el caudillo sureño, Cándido Navarro se negó a licenciar a sus soldados, los acuarteló en Silao, inconforme porque Madero no hacía cambios radicales en materia agraria y se mantuvo en la lucha por encima del llamado a la paz del de Parras. El 3 de junio atacó León con un grupo de 300 hombres y saqueó las arcas municipales, hecho que lo convirtió en perseguido por el ejército federal y atacado por la prensa local. A principios de julio de 1911, Bonifacio Soto, al frente de los rurales del estado, se enfrentó a los rebeldes en Silao y los derrotó.  El 11 de julio de 1911, Navarro se reunió con Madero en Aguascalientes y aceptó, acorde con lo estipulado en los Tratados de Ciudad Juárez, dejar la confrontación armada. Se ordenó al pro­fe­sor es­ta­ble­cer su cuartel en Si­lao en calidad de fuerza garante del maderismo. Pacificado, optó por la participación electoral y fue postulado para gobernador del estado en agosto de 1911, contienda ganada por Víctor Lizardi, en la que Navarro tuvo apenas más de tres mil votos, evidencia del rechazo del guanajuatense común a la opción armada.

En el ámbito nacional, el llamado “Atila del Sur” constituía el principal frente opositor a Francisco León de la Barra y de rechazo a Madero.

Escuelas de la entidad llevan el nombre del Caudillo sureño. A continuación, monumento a Zapata en Cuerámaro (fotografía tomada de Google Earth).

La ruptura del zapatismo con Madero

Madero ganó la presidencia en octubre de 1911 y se recrudecieron sus diferencias con Zapata. El 11 de diciembre, el sureño, con el apoyo de notables intelectuales de su tiempo, lanzó el Plan de Ayala, emblemático de la lucha por la tierra durante la Revolución.

Simpatizante de las causas agrarias, Navarro se reunió con Madero para demandar el cumplimiento del Plan de San Luis en la materia y, en el contexto anterior, fue acusado de simpatizar con los disidentes y encarcelado en Lecumberri. El apresamiento de Navarro no garantizó el fin de la rebelión en Guanajuato: en Silao, tras un enfrentamiento a tiros con las tropas federales que catearon casas donde se refugiaban grupos de conspiradores, fue detenido el general Adolfo Azueta, quien, de acuerdo con la prensa, también iba a levantarse en armas porque consideraba que no se había cumplido el Plan de San Luis. Asimismo, fue cateada la casa del coronel maderista Bonifacio Soto, quien había derrotado al profesor silaoense, acusado de participar en el complot y quien fue defendido por los periodistas de El Barretero al considerarlo leal al gobierno. Ante supuestas evidencias de rebeliones pro zapatistas, las fuerzas federales se aprestaron para la defensa de la capital del estado.

Un demonio llamado Emiliano Zapata

En nombre del zapatismo, durante 1912 varios grupos armados asolaron a las tropas federales en el estado de Guanajuato. Por eso la gente común del estado relacionaba zapatismo con bandidaje.

En febrero de 1913, Victoriano Huerta se rebeló y dio muerte a Madero. En Guanajuato, Víctor José Lizardi, como la mayoría de los gobernadores del país, reconoció al gobierno huertista, aunque meses después sería relevado por Rómulo Cuéllar.

El 23 de marzo de 1913, el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, lanzó el Plan de Guadalupe, con el que desconocía a Huerta e iniciaba una batida desde el norte contra el usurpador. Los zapatistas mantuvieron su bandera agrarista y enfrentaban en el sur al gobierno del dictador.

Monumento a Zapata en Valle de Santiago y en Acámbaro. (Fotografías tomadas de Google Earth)

Los últimos vestigios zapatistas en Guanajuato

El 3 de junio de 1913, el zapatista Tomás Pantoja, quien había sido amnistiado por Madero, se levantó en Valle de Santiago nuevamente en armas, ahora contra Huerta. En tanto, Cándido Navarro, que había estado encarcelado bajo el cargo de apoyar a los hermanos Vázquez Gómez en una conspiración de Madero, había sido liberado bajo caución en mayo de 1913. Un mes después, aprovechando la feria de Tlalpan, huyó de la capital para unirse a las fuerzas de Emiliano Zapata y se puso a sus órdenes bajo el mando de los generales Francisco V. Pacheco y Genovevo de la O. Con la finalidad de extender su influencia en el Bajío, Zapata lo envió al estado de Guanajuato escoltado por Pacheco. Como en el camino el contingente sufrió varias derrotas, Navarro fue abandonado a su suerte, con ataques furtivos, haciendo más una labor de guerrillero que de combatiente formal.

Las autoridades federales y locales emprendieron no sólo una cruzada militar, sino que persiguieron a los familiares del caudillo. Para presionarlo, el 17 de junio detuvieron al Profr. Gonzalo Navarro, hermano del revolucionario. El detenido, que trabajaba como ayudante tercero en la escuela Modelo de Silao, fue trasladado a Celaya.

Para agosto de 1913, Navarro estaba acorralado y fue abatido el día 13 en los límites entre Guanajuato y San Luis Potosí. Pantoja fue derrotado y muerto al año siguiente.

Monumentos a Emiliano Zapata en Silao, Pénjamo y (así conocido) “El mono de Zapata” en Cuerámaro.

Huerta fue derrotado por Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Francisco Villa y Emiliano Zapata. La alianza se rompió y se habrían de confrontar los dos primeros contra los dos segundos en 1915. Los dos primeros ganaron y con Carranza como líder, surgió la Constitución de 1917, en cuya elaboración participaron intelectuales (en ese tiempo se les conocía como “letrados”) que habían estado con el magonismo y con Zapata.

Villa, derrotado en las batallas del Bajío en abril de 1915, quedó como perseguido y volvió a sus tiempos de guerrillero hasta capitular en 1920. Lo habrían de emboscar y asesinar en 1923. Zapata, por su parte, siguió en combate hasta ser cobardemente asesinado el 10 de abril de 1919.

Pasaron décadas para que el zapatismo fuera reconocido por los gobiernos postrevolucionarios. La presencia de Emiliano Zapata es pobre en la historiografía guanajuatense, sin embargo, quedó plasmada sobre todo en las páginas de la prensa de la época, en espera de una lectura diferente, alejada de los clichés oficiosos y/o reaccionarios.

SIN COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Salir de la versión móvil