Inicio Equis Gente CONTRIBUIR A RECUPERAR LA VALÍA DE LOS ARTESANOS Y SUS OBRAS

CONTRIBUIR A RECUPERAR LA VALÍA DE LOS ARTESANOS Y SUS OBRAS

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Ante la posible debacle de la producción artesanal, planta su bandera un proyecto de concienciación

Días atrás, Elena Ortiz lanzó un proyecto cuyo foco de atención condensa una preocupación específica en torno a la producción artesanal. De acuerdo con sus propias palabras: “una pieza artesanal representa toda una herencia intergeneracional que no solo nos habla de nuestra historia y de nuestra riqueza cultural como mexicanos y como guanajuatenses, sino también del valor familiar, de los lazos entre madres, padres, hijos e hijas. Y sin embargo, ¿sabían por ejemplo que los piñateros están a punto de desaparecer porque la producción en serie de piñatas venidas de China generan una competencia desleal que los hunde en el abandono? ¿O sabían que la orfebrería de pajaritos, que es única de Guanajuato, en su caso tiene como cabeza al último miembro de su generación? ¿Y que las tortillas ceremoniales de Salvatierra cada vez cuentan con menos aprendices que las elaboren?”.

Elena Ortiz, creadora del proyecto Manos en Vuelo

Jalonada por esa inquietud, la también escritora, editora y tallerista para niños, presentó su proyecto “Manos en Vuelo” que es, más que un proceso de producción artesanal, un proceso de concienciación. Con respecto a las manos en vuelo, dice: “¿De qué otro modo podemos imaginarnos las manos de nuestros artesanos si no es volando, para transformar lo que el entorno entrega en una creación única que nos da identidad y pertenencia? Porque aquello que las manos artesanas crean no es ni simple objeto de ornamentación salido de la tierra o de las lenguas del fuego o envuelto en el aire que dejan tras de sí las manos en movimiento”.

En lo tocante al proceso de concienciación, la propia Elena Ortiz afirma: “El oficio artesanal es uno de los más antiguos de la humanidad y sin embargo no está considerado como una actividad preponderante sino meramente como una actividad complementaria”. Además, añade: “Muchas técnicas de producción han quedado atrás condenando a la muerte a aquello que nos ha diferenciado del mundo, de otros estados y que nos han encumbrado como un lugar eminentemente cultural. Lo más triste de todo es que sin darnos cuenta cada uno de nosotros hemos contribuido de alguna u otra forma a que esto suceda, conformándonos con la idea de que los artesanos van a valorar el quehacer artesanal cuando en realidad somos nosotros quienes tenemos la obligación y el deber de ampararlo y protegerlo”.

De ahí pues que optase por formular este proyecto, que cuenta ya con la alianza de no pocos artesanos y que quiere tocar la sensibilidad de cuantas personas sea posible. Su búsqueda de concreción la llevó a relacionar otras de sus actividades profesionales, al calor de un personaje aún en construcción. Así o cuenta ella misma: “Cuenta rana es la parte medular de este proyecto. Es una rana traviesa que al viajar por el estado conoce a un artesano específico con el que vive aventuras mientras lo observa realizar su oficio. Esto con el objeto de acercar a los niños y adolescentes a las labores artesanales y comenzar desde ellos a fortalecer nuestra esencia como mexicanos”. Los cuentos de esa rana serán escritos por Elena Ortiz y editados digitalmente y en papel por Pacholabra Ediciones. Y será a través de ello que pretende cubrir también los objetivos principales de “Manos en vuelo”, a través de varias líneas editoriales: capacitar a los artesanos para que sean talleristas de su oficio, favorecer su aprendizaje de experiencias para monetizar su trabajo, registrar y difundir los rasgos creativos y de producción de cada artesano, establecer con cierta regularidad puntos de venta de las piezas elaboradas por los artesanos inscritos en el programa.

Exhibición y venta de artesanías en el patio del Museo Gene Byron

La propia Elena Ortiz tiene claro que se trata de un proyecto ambicioso e integral, y que al mismo tiempo es muy necesario, dado su contexto identitario. Lo dice ella misma: “Si comenzamos a valorar lo que somos, tal vez comencemos a valorar lo que tenemos, pero tengo que tener esa conciencia de no seguir depredando, para poder cuidar. Sí implica muy ambiciosamente un proyecto de cambio de consciencia muy fuerte, pero que también es necesario. No sé si lo logre porque sí es muy grande, pero por lo menos lo intentaré”. A este respecto también percibe que “no podemos rescatar lo que no sabemos que está en peligro determinado. No amamos lo que no conocemos; no podemos valorar la magia nacida de unas manos si no sabemos cómo distinguirla de aquellos objetos que están hechos en serie”.

De esa visión clara emerge en el proyecto su visión educacional (con base en los productos editoriales), perfectamente orientada: “Dejar un registro y que se pueda propagar. Y que ese registro sirva tanto para los artesanos como para nosotros y para los niños porque siento que el aspecto educativo ha dejado de lado nuestras raíces. Por ejemplo estuve en el taller de un alfarero, donde vi todo lo que se hace para tener ese jarrito; y también me di cuenta de cómo transforman las cosas, cómo se las apropian. Yo estoy aprendiendo a la par de este proyecto y sé que implica mucho aprendizaje, mucha investigación, en cada rama, en cada oficio, porque es muy extenso.” Desde esta perspectiva, Manos en Vuelo reviste muchas posibilidades desde el punto de vista artístico, cultural, histórico, educativo.

Finalmente, tocante a los artesanos, ¿cómo hace Elena Ortiz para que confíen en ella y en su proyecto? Ella es quien responde: “Además de que no me he encontrado a nadie que desconfíe, más bien necesitan la oportunidad, solo darles la oportunidad, y que vean que no es algo de que uno quiera lucrar con ellos ni engañarlos o sacar provecho. Cuando ellos ven que es así, los artesanos se adhieren a lo que se les pida. Incluso los talleres están dispuestos a darlos. Era lo que también decía mucha gente: ‘los artesanos, no están dispuestos a enseñar lo que saben’. Creo que estamos llenos de etiquetas, y hasta que lo vivimos vemos que no es así”.

Como detalle final significativo, la creadora de este proyecto plantó la bandera de una intrépida sugerencia: “Los antiguos mexicanos ponían en manos de sus hijos granos de maíz que debían cuidar como lo más preciado porque aseguraban el alimento que los nutriría en el futuro. Cada uno de ustedes recibió a la entrada un saquito con granos de maíz. Es una manera simbólica para que al menos reflexionemos, renazcamos, nos revaloremos y volvamos a nuestra raíz, a nuestra historia, a nuestros hacedores. Porque darle la mano al artesano es también dárnosla a nosotros mismos como mexicanos y como guanajuatenses”. Aldabonazo con el que marca el inicio de su andanza.

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