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MAS QUE VIVIR, HAY QUE CONVIVIR CON EL MIEDO, EL RIESGO Y LA ADRENALINA

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Mauricio Pantoja Merino, una vida entregada al rescate de otras personas

Suena la alarma sísmica y en los edificios públicos la gente comienza a salir apresuradamente a las calles, con esa organización que se estableció en un protocolo de actuación para salvar vidas desde 1986, luego de que un año antes, en 1985, un temblor de 8.1 grados de magnitud, oscilatorio y trepidatorio, devastó varias zonas de la ciudad de México. 

Ante el trauma social y el entumecimiento gubernamental, ese año, la propia sociedad civil tomó en sus manos su rescate y se formaron brigadas de ciudadanos, que sin más herramientas que sus manos, retiraron piedra por piedra, los escombros para salvar a los vivos y rescatar los cuerpos de sus muertos.

Días después llegaron brigadistas de varios países, con sus perros entrenados en el rescate de vivos y muertos, trabajando en binomios, especialistas en este tipo de colapsos de edificios. Al año siguiente, se creó en México el Sistema Nacional de Protección Civil. 

Nacieron los grupos de rescate y personas que fueron tocadas por ese gran movimiento telúrico, destructivo como pocos, descubrieron su misión en la vida y se comenzaron a preparar en lo teórico y en lo práctico, en lo académico y en la realidad que ofrece una tragedia que puede llegar de distintas formas desde derrumbes, tsunamis, colapsos estructurales, inundaciones hasta rescates en la sierra o alta montaña, con el solo propósito de ayudar a las personas a regresar a casa.

Mauricio Pantoja Merino, coordinador de la Academia de Bomberos de Guanajuato y también Jefe de la Unidad Canina K9, binomio de los perros Titán y Akela —perra rescatista que por cierto, murió hace un par de meses—cuenta cómo es que más de tres décadas después de ese temblor del 85, en 2017, otro más de 7.1 de magnitud, vino a poner a prueba a los hombres que se forjaron hace 37 años en estas lides.

Mauricio Pantoja Merino (derecha en la fotografía) entrenador de perros de rescate (Fotografías: Especiales)

La decisión de dedicarse al rescate de personas y el entrenamiento de los perros surgió a raíz del temblor de 1985, cuando estaba en los boy scouts, porque su tío, el doctor Héctor Merino que además de ser su maestro, era como su padre, ya estaba en la Cruz Roja, dando algunos cursos y Mauricio tenía entre 13 y 14 años de edad. 

“Me fui al parque del Seguro Social donde jugaban los Diablos Rojos, ahí por la avenida Cuauhtémoc, me acuerdo que le llamaban el parque Delta, y yo no sabía que ahí estaban llevando todos los cadáveres del sismo y entonces me tocó prestar apoyo ahí. Fue una experiencia muy ruda y difícil, pero a partir de ese momento, cuando llegaron los perros con los rescatistas franceses que son los que llegaron primero a México a ayudar en los hospitales General y del Seguro Social, que se habían derrumbado y teniendo a mi tío que es veterinario y como vivía con él, que en ese entonces trabajaba en un zoológico y cuidaba animales de todo tipo como tigres y otros que me encantaban; cuando veo a los perros trabajar se convirtieron en mi fascinación”. 

Digamos que todo fue una cadena afortunada de coincidencias, porque año siguiente del temblor, los rescatistas franceses ofrecieron su primer curso en la UNAM, invitados por la embajada mexicana, ahí se da el primer simposio de perros de rescate en México, se inscribió y a partir de ahí tomó la decisión de entrenar a los perros. 

“Siempre he pensado que el que no vive para servir, no sirve para vivir, además que mi familia siempre me enseñó los principios de ayudar a los demás, de dar a los que menos tienen, ser humanitario, tener caridad, tener fe, esperanza y en el grupo de scouts en el que estuve, muy tradicional y de vieja escuela, había muchos compañeros de área que ya eran paramédicos o bomberos y teniendo a mi tío, que era mi vista paterna, no la solté ni desperdicié, porque empecé a tomar los cursos”.

Mauricio recuerda una anécdota

“Nunca se me va a olvidar me decían que era de HCP, el Honorable Cuerpo de Piratas, porque salía mi tío en la ambulancia de la Cruz Roja y en la esquina más próxima me subía y me iba con ellos a los servicios. Ahí me prendí, conocí lo que era ayudar a las personas”. 

En ese entonces, añade Mauricio, no había tecnología ni celulares, te tenías que bajar a hacer llamadas en las casetas telefónicas y teníamos ambulancias viejas, no como las que ahora hay de cuidados intensivos, sino eran como las que había en las películas de esos años, eran ambulancias que habían donado las panaderías, eran muy viejas que solo tenían la caja tapada. 

“Así fue hasta 1986, cuando llegaron las 50 ambulancias que donó Canadá por el sismo de un año antes, y comenzamos a avanzar con ambulancias equipadas y los cursos de capacitación sobre atención prehospitalaria porque antes eran socorristas. Ahí inicié como técnico base, intermedio y avanzado hasta llegar a lo que ahora hago”. 

Unidad Canina de la Academia de Bomberos (Fotografías: Especiales)

Rescate con perros 

“Entre los 17-18 años empecé a trabajar con los perros de rescate de la UNAM, también estaba la organización Catástrofe Mexicana, después se hizo un Comité de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate y ahí me enganché también. Comencé a ir a las prácticas y empecé a aprender de los franceses, de los italianos, pero sobre todo de los norteamericanos”. 

A los 22-23 años Mauricio ya tenía un perro operativo como se les denomina a los canes rescatistas, tenía tiempo practicando y comenzó a trabajar con instituciones reconocidas internacionalmente, después los comenzaron a llamar, para dar cursos en teóricos y prácticos en Argentina, Perú, Chile y Estados Unidos, entre otros países. 

Los perros tienen un gran campo de acción porque están entrenados para detectar drogas, explosivos, entre otros artefactos o sustancias, sin embargo, a Mauricio le interesó la detección de personas vivas y cadáveres en estructuras colapsadas, la detección de restos humanos en tierra y en agua que también es otra especialidad. 

“Siempre he pensado que lo ideal es entregar una persona con vida, pero también cuando las familias pierden un ser querido, que se lo lleva un río o está extraviado, lo que quieren es encontrar el cuerpo, ya saben que está muerto, pero les vas a dar paz a final de cuentas, entonces con la entrega del cuerpo de su hijo, del ser querido, generas que la familia consiga la paz, al igual —me imagino— que con el cuerpo y eso nos generó otra base de estudio y comenzamos a especializarnos en todas las demás teorías del aroma”, que es en lo que se entrena a los perros. 

 El médico o paramédico tienen otro estilo de vida 

“El que es médico o paramédico, no tiene vida social. No tienes fiestas, bodas, 15 años, no van al antro; te cambia la vida. No puedes tomar alcohol, dejarte la barba porque no sella la careta de bomberos; tienes que tener acondicionamiento físico, estudios, profesionalizarte y cuando te dedicas al binomio canino, te cambia la vida todavía más, porque tienes que entrenar al perro y cuidar como lo dice la palabra binomio, los dos trabajamos al mismo tiempo, tratamos de tener una manada relajada, hablando con todo el grupo, trabajar dos o tres veces por semana, a partir de las 5 de la mañana”. 

“El perro es un atleta, tiene que hacer ejercicio, trabajar, comer a sus horas y de la misma manera el manejador, tiene que saber de atención prehospitalaria canina, de marcajes peligrosos, de montaña, de sobrevivencia, de helicoptería, porque el perro es punta de lanza, es el primero que va y entonces vas a enfrentar todo lo que puedas imaginar que hay en un desastre o en una búsqueda”. 

“Es un estilo de vida, mi familia lo entiende; mi esposa igual fue bombero, paramédico y después de unos años ella se quedó en casa, porque no queremos dejar huérfanos —y siempre hay riesgo—, ella fue siempre mi back up en veterinaria”, añade.

Reconocimientos a los perros de rescate (Fotografías: Especiales)

¿Ha valido la pena? 

¡Claro, y lo volvería a hacer! Me decían es que tienes veinte y tantas fracturas y ¿lo volverías hacer? ¡Sí! Cada uno nacemos con una misión y creo que esta es la mía. Mi misión ha sido prepararme, salir, trabajar y aprender de lo que he vivido que es algo único; el poder ayudar a los demás.

Podrán decir que es una bendición, un placer, una vocación de servicio, por eso le agradezco mucho a mis maestros que me enseñaron tanto, porque hoy, desde la posición en la que estoy en la coordinación de la Academia de Bomberos y también en jefatura de la Unidad Canina, es una gran responsabilidad enseñarle a los jóvenes, porque queremos que lleguen con vida sus casas al igual que los perros. 

Luna, Yanka, Akela y Titán

Han sido muchos los reconocimientos que Mauricio Pantoja y sus binomios Luna, Yanka, Akela y Titán, han recibido. Medallas en el Congreso, ceremonias solemnes, no solo en el país o en Guanajuato, sino en algunas naciones del extranjero, pero lo que más valora son tres cajas de dibujos y figuras, tejidos o de otros materiales que han hecho niños de Guanajuato y de México con las imágenes de sus perros, sobre todo de Titán, que ahora es un perro jubilado que pasa sus tardes en casa con sus amos. 

Ahora es como una tradición que tengamos en casa dos perros operativos, hoy tenemos dos cachorras que se llama Catrina, una Braco Alemana y una Labrador y esos son los nuevos perros que estamos preparando, es la última pareja que enseñaremos, porque ya también me canso y tengo 50 años, pero estamos trabajando con los jóvenes. 

Titán, perro de rescate, ahora jubilado (Fotografías: Especiales)

¿Qué te ha dejado huella? 

“Todas las intervenciones te dejan una huella y un aprendizaje, somos los eternos aprendices. Hoy estoy en el cenit de mi vida, en donde todo lo que pude haber hecho de joven lo estoy pasando ya como un director de área, un coordinador y entonces trato de hacer que los muchachos que entreno, no comentan los errores que cometí en su momento. Hay que enseñarles que hay que ser humildes, sencillos, que hay que aprender y estudiar”. 

“Pienso que hay muchos desastres y tragedias que se quedan clavadas en la mente y que nunca vas a olvidar, desde ver cómo, dónde marcó tu perro sale una persona viva o hasta una persona que falleció y entregársela a los familiares y ver cómo lo abrazan para llevarlo a enterrar”. 

En este contexto, además de lo físico, Mauricio apunta que hay que atender también la salud mental para aliviar todos los impactos postraumáticos provocados por la tragedia, para entender las situaciones, aceptar las cosas, porque en algunas ocasiones se cargan responsabilidades o culpas de lo que no fue, pero que pudo haber sido y se va haciendo un lastre que puede causar problemas como ataques de ansiedad, etc. 

Además hay que aprender más que a vivir a convivir con el miedo y el riesgo, porque esas sensaciones te permitirán estar alerta, el miedo hay que controlarlo, para poder responder ante cualquier riesgo, añade 

“Tengo la fortuna de haber encontrado personas vivas con mis perros, siempre es un equipo de trabajo, recuerdo mucho en 2017, cuando trabajamos mano a mano, no fueron los bomberos ni los paramédicos los de la primera hora, sino los albañiles los de al lado de la construcción los que sacaron a las primeras víctimas donde el perro marcó, porque estábamos a unas cuadras de ese lugar, en ese momento con los perro listos, porque después del simulacro vino el sismo y después trabajamos con los profesionales en una mancuerna, pero no solo es la intervención de Titán o Akela, sino la experiencia de muchos años, de muchos perros y personas, muchas horas de trabajo lo que nos ha dado resultado en estos años”. 

Pasar la estafeta a las generaciones jóvenes (Fotografías: Especiales)

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