En el Pueblo Mágico de Mineral de Pozos se funden la historia y el tiempo llenando el lugar de un aire ancestral, aunque no siempre fue así. Todo comenzó hace más de 37 años, Marco Antonio Sánchez, fundador de Camino de Piedra, nos cuenta que en ese tiempo eran un pueblo sin perspectivas, solo, y que gran parte de los habitantes tenían que salir a buscar trabajo a otros lugares para sobrevivir. Eran pocos los que se quedaban en Pozos. Por eso es que cuando los integrantes del grupo Tribu llegaron al pueblo encontraron en él manos ávidas de crear, mentes listas para aprender y un terreno fértil en el cual sembrar lo que sabían con la seguridad de que sus enseñanzas germinarían y darían frutos.
Entonces Mineral de Pozos no era aún Pueblo Mágico, pero sí estaba ya lleno de magia y los cubrió de una necesidad real de conocimientos cuando tuvieron frente a sí esos instrumentos extraños fabricados en madera, en piel, en hueso y hasta en piedra.
Marco Antonio describe aquello como una auténtica Revolución. Por eso es que a pesar de haber seis talleres en Pozos todos son uno y a la vez distintos pues aunque se aplican los conocimientos adquiridos en grupo, cada quien tiene su propio sello, su técnica, y sus instrumentos pero permanecen unidos, hacen trabajo colectivo, comparten conocimientos y se ayudan mutuamente. Han comprendido que la mejor forma de progresar es de la mano y caminando juntos.
Esa hermandad se fortaleció cuando tomaron la decisión de profundizar sus conocimientos en la fabricación de instrumentos musicales prehispánicos: no había información explícita; Marco Antonio Sánchez revive aquellos tiempos en los que comenzaron a visitar Museos para obtener información basándose en lo que veían y encontraban entre líneas en las obras expuestas, revisar códices, investigar en bibliotecas, escudriñar en las pinturas, esculturas y murales para captar las formas, los materiales, los usos.
Por eso es que cada instrumento fabricado lleva detrás de sí una amplia investigación que lo sustenta, una gran colección de errores que al final del día les fueron brindando más aprendizajes, un sinfín de desafíos hasta llegar a esas piezas únicas pero al mismo tiempo con un sonido perfecto y la imagen fiel al original.
Para ellos, en su vocabulario es normal y recurrente nombrar al Teponaztli, al huehuetl, la flauta ceremonial, la ocarina, los silbatos, los bastones de lluvia… saben que sus manos están rescatando elementos invaluables de nuestra esencia, que cada uno tiene detrás una historia que es nuestra historia también por lo que al mostrar los instrumentos no solo hablan de su sonido y elaboración, sino también de todo lo que ocurrió alrededor de ellos en tiempos pasados para sembrar en la gente una semilla que germine en la apreciación de la herencia histórica y cultural que hemos recibido desde la sabiduría de nuestros ancestros.
Aprendieron que no es lo mismo tallar madera que fabricar un instrumento y después tallarlo. ¿Cómo lo han logrado? Marco nos explica que todo esto ha sido el resultado de clases de dibujo, escultura, tallado, música, historia, conocimientos de física y química para entender la naturaleza de los materiales y los cambios que sufren de acuerdo al grosor, la forma, los elementos que se le van adicionando y que han sido tomados de la misma naturaleza: pieles, madera, plumas, semillas, huesos de animales que la misma región les entrega. Cuando es necesario comprar, se buscan proveedores sustentables.
Cada instrumento requiere desde varios días hasta meses de dedicación continua para poder nacer. Es un trabajo arduo que no podría ser posible sin paciencia, dedicación y pasión.
Camino de Piedra, atendido por la familia Sánchez, abrió oficialmente en 1991. Su esposa y él trabajaron en esto por decisión propia, nos explica Marco Antonio, pero sus hijos nacieron y crecieron en medio de todo esto por lo que a pesar de haber tomado su camino eligiendo sus carreras universitarias siguen fabricando instrumentos: “Somos familia, pero en el taller somos también compañeros”. Todos los integrantes del taller, entre los que hay hombres y mujeres, sabe tocar cada uno de los instrumentos que elaboran, desgraciadamente, se lamenta Marco Antonio Sánchez, si bien los instrumentos fueron rescatados, la música no tuvo esa suerte, por lo que ellos mismos componen lo que tocan.
Y es que saben que la mejor manera de mostrar los instrumentos musicales prehispánicos y sus sonidos es tocándolos, por lo que como lo han hecho otros talleres en Mineral de Pozos también, tienen su propio grupo musical que lleva por nombre Corazón Endiosado y que tiene más de 30 años de haber sido fundado.
A diferencia de otros artesanos, Marco Antonio sí cree que su labor tenga esperanza porque sus instrumentos son comprados no solo por músicos o personas que les dan una función decorativa en sus casas, sino que también por niños. Niños que obligan a sus padres a que les compren un instrumento musical, niños que están aprendiendo música en sus escuelas con instrumentos prehispánicos, niños que algún día, al crecer, llevarán dentro de sí ese fuego que un día un grupo llamado Tribu supo encender en los corazones de los habitantes de un pueblo dormido y que los hizo despertar al llamado de sus silbidos misteriosos, de los golpes de tambor, de la lluvia que encierra un palo con forma de flecha y que al sonar difunden la sabiduría milenaria de quienes nos precedieron.
Mineral de Pozos fue el primer lugar del país en tener un taller escuela de instrumentos musicales prehispánicos, lo cual les llena de orgullo. Saben que llevan dentro de sí un taumaturgo prodigioso que hace sonreír al cosmos cuando a la luz de la luna una caracola tallada emite su entonado y único grito liberador.