Inicio Disruptivos y Frikis ARMANDO GÓMEZ VILLALPANDO: AVENTURA PERSONAL CON LA MÚSICA

ARMANDO GÓMEZ VILLALPANDO: AVENTURA PERSONAL CON LA MÚSICA

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Soy escritor, soy humorista, soy tenista, me gusta mucho la música, me gusta silbar…

El advenimiento de la ola tecnológica, en específico en el ámbito de la difusión masiva de la música, ha traído consigo un ajuste en el modo de degustar, de descubrir, de filiarse con la expresión musical. Pensando en este hecho, Armando Gómez Villalpando comenta su experiencia con respecto a la escucha de música, dada la intensidad de su forma de relacionarse con ella. Él mismo opta por considerarse como “un maestro de una universidad que inicialmente formaba maestros y que ahora forma profesionistas de la educación; soy escritor, soy humorista, soy tenista, me gusta mucho la música, me gusta silbar”. Un hombre por demás inquieto que ha discurrido su itinerario vital e intelectual por la bibliotecología, la educación y la docencia, la filosofía, el haiku, la literatura sazonada con humor, la cultura popular, entre muchas otras vertientes dentro del perímetro de Guanajuato capital. ¿Cuánto de lo que comenta nos atañe promoviendo un reflejo que lleva a revisar lo propio?

Armando Gómez Villalpando: la música es el pan diario.

Cuál vino en los odres nuevos.

Dado que para Armando Gómez Villalpando “la música es el pan diario”, a la pregunta sobre cómo consume música hoy, cómo la degusta, a través de qué medios, responde:

—Básicamente lo que hago es escuchar música que tengo grabada, grabada en mi computadora y en disco duro. Yo creo que tengo un terabyte de música. ¿De qué tipo? Mayormente rock, rock en inglés, pero también rock en español; tengo tango, música clásica, música afroantillana, lo que antes se llamaba música tropical. Me gustan todos los géneros. Me gustan muchas cosas de la world music. Me gusta el bolero, Chava Flores, me gusta Cri Cri. Entonces, hay gente que envía música y yo oigo algunas de las cosas que me envían. Normalmente lo que hago, para oír música que no conozco, es: pongo 10 segundos, si me captura, oigo toda la pieza; si no me captura, fuera. Hay veces en que no me bastan 10 segundos para decidir, entonces espero tantito, avanzo a saltos, y vuelvo a decidir.

¿Por qué medio le mandan música? Mayormente, por WhatsApp, añade, en donde suele recibir enlaces de youtube. En seguida precisa el tipo de soporte en que escucha música:

—Oigo lo que tengo grabado. Diariamente oigo música con una memoria USB en mi auto, de ida y de regreso del trabajo. Si salgo, por ejemplo a México: música. Si voy con mi mujer, pongo la música que le gusta a mi mujer, música ranchera, que también a mí me gusta. Oigo música en Spotify. Como tengo que caminar 8 mil pasos diarios, entonces pongo una playlist. Tengo como 8 ó 9 playlists para caminar y tengo otras 6 ó 7 para escuchar, que son obras de más duración.

Nuevas palabras se han incorporado al repertorio relativo a la música; por ejemplo plataforma digital y playlist. La experiencia, sin embargo de esas novedades, sigue siendo personal, tal como señala Armando, volviendo visible el hecho de que aún conviven las diversas modalidades a través de las cuales se ha difundido la música:

—Antes compraba discos compactos, de marca [calcula tener alrededor de 300]; también compraba discos para grabar. Tengo todavía aparatos en los que puedo poner discos compactos. Cada vez menos, porque tengo digitalizada la música. Entonces, voy a la carpeta tal, y escucho lo que guardé en ella. O hago una memoria USB y entonces decido poner cierta música que me gusta. Puedo decir por ejemplo: “Voy a meter este tango”, luego “Dos horas de balazos” de Chava Flores, luego la Obertura de Tännhauser de Wagner, luego puede ser una de Juan Gabriel, etcétera etcétera. Entonces hago mucha mezcla y así las tengo en varias memorias USB. Si se agota una, voy con otra. También me pasa que en ocasiones oigo música que no había oído. Por ejemplo alguien está poniendo una playlist o está oyendo música, y de repente me quedo con una rola, y pregunto cuál es. Entonces la busco para ingresarla a mi catálogo, como para ponerla en una playlist. En ese sentido me agrada mucho y me sucede con frecuencia descubrir ciertas rolas que de otro modo no descubriría, por ejemplo soundtracks.

Armando Gómez Villalpando tiene sus carpetas de música digitalizada, tiene aparatos para escuchar música en otros formatos, particularmente discos compactos, también puede escuchar casetes [que usa ya muy poco, dice: “la última vez que lo usé fue hace cerca de cuatro años”]. ¿Qué ha hecho con los soportes anteriores de su música?

—Tenía discos de vinilo, me deshice de ellos. Debo tener 6 u 8. Conservé dos de Nino Rota, música de filmes con una orquesta japonesa, tengo el disco de Amarcord [Federico Fellini, 1973], el soundtrack; tengo canciones de la Intervención francesa, del Instituto Nacional de Antropología e Historia; tengo un disco de hits de los años treinta. Folclor mexicano por una orquesta gringa. Son discos que estaban en mi casa, que compraban mis padres. Los conservé por un interés estimativo, porque me dije que tal vez podría volverlos a grabar: “Híjole, el disco del soundtrack de películas de Fellini, de Nino Rota, que es con mucho mi soundtrackista favorito, voy a grabarlo en un disco compacto”. Lo tengo como en 5 discos compactos para que no haya pierde. Entonces por eso los conservo. Casetes debo tener 20-25; todos grabados por mí, mis favoritas de rock, mis favoritas de tango, unos campechanos. Mis producciones. Mis playlists en casetes.

En opinión de Armando, antes la escucha musical estaba anclada a lugares, se trataba por ejemplo de escuchar música en la tarde, en la sala. O en un espacio habilitado como estudio. Dice que actualmente escucha música cuando está trabajando ciertas cosas en las que no le perturba, cuando camina y en viajes. Esas son posibilidades que la expansión tecnológica brinda. Con todo y eso, aclara: “He tenido menos tiempo para escuchar música ahora”. 

Armando Gómez Villalpando: He tenido menos tiempo para escuchar música ahora.

¿Todo comienza silbando?

—Desde que me acuerdo, de mi adolescencia a la fecha, me despierto chiflando alguna melodía, puede ser Gershwin, puede ser Marco Antonio Solís, puede ser una parte de la Quinta de Beethoven. En fin, estoy poseído por la música, literalmente. Yo podría entrar en un concurso de ver quién puede silbar 10 segundos para que sea reconocible una melodía. Si lo hubiera, yo me inscribo, si hubiera gente que se aviente por lo menos dos mil. Si yo tuviera los nombres a la vista, creo que podría silbar cuatro mil melodías.

¿En qué momento se dio cuenta de que despertaba silbando una melodía? 

—Yo me daba cuenta, pero no era intencional. Tenía el impulso, como si fuera un reflejo, como si fuera “tengo comezón”. No era premeditado. De repente empezaba a silbar. Era la necesidad de expresarme, digámoslo así; era una necesidad de pasar al acto, como un activarme. Era una manera de activarme, pero sin que yo dijera “voy a activarme con esta música”. Yo me despertaba y ya estaba con esta música [Armando silba una melodía] y ya me seguía… soy medio obsesivo [lo dice para afirmar que permanecía silbando la melodía]. Algo, algo dentro de mí la activaba. Algunas de las melodías que silbaba pues eran de la música que yo estaba escuchando en casa. Alguna vez sonreía mi mamá. Alguna vez decía mi papá “Esa es ‘Mujer’” [refiriéndose al título de una canción de Agustín Lara, cuyo inicio Armando silba].

Una infancia por demás impregnada de música, en su ambiente familiar. ¿Qué oía entonces?

—Se oían mucho Los Churumbeles [de España], se oía Cri Cri, se oía Agustín Lara, Gonzalo Curiel, los Hermanos Domínguez, mayormente eso. Mi papá era empleado bancario, y estábamos en un Club Deportivo, el Deportivo Chapultepec, donde ponían música de fondo en la entrada y en algunos otros lugares. Entonces yo oía cosas de jazz, jazz instrumental [silba otra melodía, “esa me recuerda muchas cosas, me emociona, y en ese sentido yo siento una gran satisfacción silbando”]. Tuve que aprender a silbar. Antes se burlaban de mí, alguna de mis hermanas porque yo silbaba así [mete el labio inferior debajo de los dientes frontales superiores, haciendo el intento de silbar, pero solo surge un ruido seco de aire saliendo de su boca]. Entonces así como que me enseñé a silbar. Y ahora he visto que hay gente en youtube que tiene conciertos silbando. Yo no sabría silbar el Bolero de Ravel, una partecita sí, pero no todo.

¿En qué momento comienza Armando a elegir su propio universo musical?

—En la adolescencia. Yo oigo muchos discos en mi casa. Una de mis hermanas ponía mucha música de Sarita Montiel, otra de mis hermanas ponía música de Marisol pero también puso a Los Beatles. Y a-mí-me-encan-taron Los Beatles. El primer disco que compré fue “Revólver”. El segundo fue “Días extraños” de los Doors. Y después compraba muchos discos de hits. Yo tengo una tendencia muy marcada a la brevedad, me gustan más los hits y ciertos fragmentos de obra que escuchar toda la obra. Había un lugar donde se podían comprar discos de dos canciones; una en un lado, y otra en el otro lado, de 45 rpm. Había los de 4 también. Y estaban los long play, pero eran caros. Entonces, con lo que tenía yo compraba muchos discos de hits, y en ese sentido tengo muchos hits de 1964 a 1970, hay uno que se llama “One-hit wonders”, grupos que nomás tienen un hit, pero fabuloso. Su everest, las demás canciones son puras planicies. Yo soy de la idea de que la música que uno escuchó entre los 15 y los 25 años es el 80% de la música que le va a gustar toda la vida. Al menos en mi caso, lo he visto con varias gentes. Que tiene que ver con la efervescencia hormonal, el que uno está más abierto, en fin. Yo veía que en el caso del rock había una mayor diversidad, enorme diversidad. Yo pienso que del 100% de las buenas rolas de rock, yo creo que el 75 % se dieron en la década de los sesenta, en 15 años, de los sesenta a 1975. Mayormente era rock en inglés porque el rock en español que yo escuché poco era bueno. Por cierto, yo no escucho casi las letras en inglés, las veo como parte de la música, como si fuera un instrumento más. El rock me daba esa posibilidad de degustación muy diversa: muchísimas formas musicales, muchísimas melodías.

Armando Gómez Villalpando: A mí me ha enganchado la música.

Colofón en 5 incisos.

1. Yo soy pepenador de rolas: de Agustín Lara, que tiene muchas rolas buenas, digamos que me gustan 12; de José Alfredo, más: 20. De los conjuntos de rock, por ejemplo de los Rolling, diría yo que me gustan 30. De los Beatles me gustan 185. De los Doors me gustan 30-40. Oí cosas de Frank Zappa que me parecieron extraordinarias. Hay cosas de humor. Les Luthiers son también adorados. Hay conjuntos de los que me gustan más canciones. Y hay conjuntos predilectos.

2. Hay música que yo podría estar escuchando. Pienso en algunas piezas por ejemplo de Nino Rota, de la película 8 1/2. Yo la podría estar repitiendo, silbándola. Vamos a suponer que ahorita tuviera que ir caminando al centro y me fuera por el nuevo acceso, el Diego Rivera, puedo llegar al Jardín Unión y seguir silbándola. 

3. En el tiempo finito que tenemos hay música clásica, jazz, tango que no he escuchado. Veo un panorama abierto. No espero mucho de nueva música, espero invertir tiempo en conocer qué más hay. No tengo expectativas de que surja algo nuevo que me entusiasme tanto como me entusiasmaron otras cosas. Como si hubiera agotado lo que ya hay.

4. No es que yo haya invertido mucho tiempo en la música. A mí me ha enganchado la música.

5. Yo creo que no hay nada que me haga sentir más pleno en términos de consumo cultural que la música, la poesía y el humor. Las cumbres que yo degusto de esas tres cosas, hay algunas que no veo yo que pueda haber algo superior.

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