Inicio Disruptivos y Frikis CUANDO EL CANTO DE FUEGO SE CONVIERTE EN UN CANTO DE VIDA

CUANDO EL CANTO DE FUEGO SE CONVIERTE EN UN CANTO DE VIDA

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Carlos Ortiz vive en Irapuato, y desde que era un niño amaba la naturaleza. Nos cuenta que sobre todas las cosas le tenía un cariño especial a los árboles. En cuanto llegaba de la escuela se trepaba en cada uno de ellos para saludarlos y sentirlos. Pero el recuerdo más hermoso que posee es el del naranjo afuera del tejaban en noviembre, cuando la luna enorme y brillante se proyectaba detrás de sus ramas y entonces él se acercaba a cortar una naranja y se la comía saboreando los rayos de luna.

Carlos Ortiz: artesano, musicoterapeuta y activista por la naturaleza.

Nunca necesitó juguetes, él solo requería charcos, tierra y ramas para crear todo un mundo de entretenimiento. Es así como entendió los principios de la naturaleza y aprendió a respetarla, pero también a escucharla. Siempre le han encantado los sonidos de la madre tierra y le gustaba copiarlos. Desde entonces sintió atracción por la música, pero nunca tuvo dinero para comprarse un instrumento, eran demasiado caros. 

Así que su salida fue buscar cómo hacerlos y de este modo se encontró con su pasión. Observó la cantidad de basura que se junta y decidió crear algo con ella para aprovecharla y combatir la problemática del exceso de deshechos. Investigó todo lo que pudo con respecto a los instrumentos y empezó uniendo y aprovechando piezas para fabricarlos. 

Con basura recolectada hizo palos de lluvia, tambores y hasta una batería: “Una amiga mía iba a viajar a África y le di un tambor pequeño hecho con PVC para que se lo llevara. Sonaba muy bien ese instrumento. Ese día estaba inspirado y hasta le hice unas pinturas. Desde entonces su sonido acompaña a los niños en África”. 

Después comenzó a hacer instrumentos con material de la naturaleza. Carlos Ortiz asegura que jamás ha dañado la Tierra, nunca ha talado un árbol. Hace sus instrumentos con troncos ya caídos. De su niñez en aquel rancho le quedó la certeza de que existía una conexión especial entre la naturaleza y el espíritu. Sabía también que era hora de rescatar lo que había muerto. 

Así comenzó a investigar y a experimentar para transformar. Aprovechaba la materia, la observaba y buscaba la manera de darle forma. Así es como su camino se llenó de música, de investigación y ecología. Todas sus actividades están ligadas a la sabiduría ancestral. Hoy, es artesano, musicoterapeuta y activista miembro de Canto de Fuego, Campaña adopta un árbol en Irapuato y otros colectivos afines. 

Sin talar nunca un solo árbol, confecciona sus instrumentos con piezas naturales.

“Fue durante una depresión profunda y de ansiedad que sufrí cuando encontré el sentido terapéutico y sanador de los sonidos” –asegura. Su maestro Socorro, que acaba de trascender hace unos días, fue su guía en el camino de la música ancestral, solo necesitó tres clases con él para comprenderlo todo. Él le mostró la sacralidad de la música prehispánica; para entonces Carlos aún no comprendía que estaba rescatando esa música. 

Su maestro le mostró los instrumentos hechos con sus propias manos para dar clases de música prehispánica e historia en la prepa oficial y en el CECyTEG. Con él conoció la Trompeta Maya, que es un instrumento muy valioso para Canto de Fuego, las hace con la penca del maguey y quiote. Tarda alrededor de 5 días en fabricarla. 

También hace flautas de bambú y con varas de maguey; palos de lluvia con maguey; y tambores chamánicos. Carlos nos explica: “La mayoría de los instrumentos son naturales, como sucede con el canto de los pájaros. Por eso es importante escuchar en el bosque, en una sierra, en el mar. Es bueno desconectarnos de la ciudad, ya que en ella nos olvidamos de la naturaleza y dejamos de prestar atención y de escuchar… Nuestro propio cuerpo es un nido de sonidos que logra tranquilizarnos: el sonido del corazón, del intestino, de la respiración…”. 

Por ejemplo, nos explica que el tambor relaja a los seres humanos pues su sonido es el del corazón, la vibración no es tan fuerte y el cuerpo de la persona va latiendo con él porque son las células que están generando problemas las que se activan y se destensan. Mientras que el palo de lluvia es un instrumento recomendable para la gente ansiosa y deprimida. 

La sonoterapia la hace también con perros y animales tocándola más suave por respeto a la sensibilidad de sus oídos. También la aplican a árboles enfermos.

Trompeta maya, flautas de bambú y de maguey, palos de lluvia con maguey y tambores chamánicos son algunos de los instrumentos musicales que fabrica.

Una de sus actividades favoritas es compartir con los niños del río Silao y otras comunidades. Toca música para ellos, les enseña a hacer huertos urbanos, hacen macetas permitiéndoles usar su imaginación. “Congenio mucho con ellos. Lo que hacemos es formar una escuela al aire libre en la que el aula está delimitada por piedras, esto les da paz porque están aprendiendo con la cara al viento. Les damos valores como la honestidad y el respeto. También aprenden a hacer instrumentos con barro y a conocer a los animales de su entorno. Quienes terminamos aprendiendo de ellos somos nosotros. Los niños curan con solo observarlos. Están llenos de amor, alegría y sabiduría. Son contadores de historias natos”. 

Así, pidiendo permiso al Universo, Carlos Ortiz termina la charla tocando su trompeta maya para que las vibraciones emanadas de ella traigan paz y comprensión al mundo. 

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