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EL PERIPLO DE LOS RESTOS DEL MAESTRO FERNANDO BOTERO O EL ENTRAÑABLE AMOR DE UN GRAN ARTISTA POR MÉXICO

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El artista plástico figurativo Fernando Botero (Colombia, 19 de abril de 1932-Mónaco, 15 de septiembre de 2023) cultivó desde la época más tierna de su vida creativa un especial cariño por la cultura y la gente de México. Aquí celebró con amigos y colegas mexicanos su cumpleaños número 80 y presentó su más rica y completa exposición retrospectiva.

Como trascendió mundialmente, Botero murió a consecuencia de una neumonía el pasado 15 de septiembre en Pietrasanta, Italia. De acuerdo con sus familiares, para el día 21 de este mismo mes, sus restos fueron trasladados y velados en Bogotá y luego a Medellín, Colombia, para posteriormente ser sepultados en el cementerio de Pietrasanta, Italia.

Lina, Fernando y Juan Carlos Botero, hijos del maestro, así lo informaron al señalar que esa fue la voluntad expresa de su madre. De esa manera, el creador de figuras humanas, animales y naturalezas muertas de grandes dimensiones descansarán eternamente al lado de su siempre amada esposa Sophia Vari, fallecida apenas el pasado 5 de mayo de 2023.

Aspecto de la entrevista con Botero en 2012, a pie de obras de su autoría. En la segunda imagen, el reportero junto a una escultura del artista colombiano (Fotografías propiedad de Juan Carlos Castellanos C.).

El 27 de marzo de 2012 el colombiano llegó a este país para festejar su cumpleaños 80 con una muestra retrospectiva en el Palacio de Bellas Artes sobre la que manifestó, en entrevista con este reportero, que el punto clave de la quinta muestra que trajo a México fue mostrar la evolución, que no significa cambio, de su trabajo en estos últimos años.

Destacó que sus convicciones siempre fueron las mismas y que en tanto no cambiaran, no cambiaría de estilo. A sus 80 años se declaró amante de la vida y dijo que los pintores no deberían tener tiempo para morirse, pues viven muy ocupados. “Lo mejor para acelerar la muerte es retirarse; nosotros vivimos con el pincel en la mano y pintamos hasta el final”.

En esa entrevista se dijo orgulloso porque vino a festejar en México su octava década de vida, y exponer en el Palacio de Bellas Artes fue para él una celebración. En tres semanas tuvo tres muestras, primero inauguró una exposición de 80 esculturas en Italia, luego aquí y luego una más en su natal Medellín. La de aquí fue, por mucho, la más espectacular.

El artista plástico latinoamericano vivo más reconocido y mejor cotizado a nivel mundial en ese entonces, se mostró contento por exponer por quinta ocasión en este país. La primera fue en el Museo Tamayo en 1980, luego en el Marco de Monterrey en los años 90, después en San Ildefonso en 2000, y más adelante regresó a Monterrey, Nuevo León.

Recordó que comenzó a pintar muy temprano, a los 15 años de edad. A los 17 participó en una colectiva con algunos de los pintores más importantes de Colombia y a los 19 tuvo su primera exposición individual. Explicó que desde entonces, y como se observó en su quinta exposición aquí, ya tenía intuitivamente el interés en el volumen de las figuras.

Eso, porque le interesaba el arte mexicano, por eso su obra tiene qué ver con los pintores José Clemente Orozco, Diego Rivera y Antonio González Orozco. Luego vinieron los volúmenes exagerados como constante en su obra, pues creía en la exaltación de la vida que producen los volúmenes así como en la sensualidad que comunican al espectador.

Botero vivió 76 años creyendo en el volumen y las formas y nunca trabajó con modelos. En su propia voz: “¡No, nunca! Yo trabajo de imaginación. Nunca he tenido modelos al hacer una naturaleza muerta, un paisaje o una figura humana, porque el modelo esclaviza. Frente a la realidad estoy limitado, en cambio, mi imaginación es infinita”, dijo enfático.

Al comentarle quien esto escribe que en ese momento era un pintor y escultor altamente reconocido y cotizado en el mundo, indicó que se sentía bien y contento. “Pero lo más importante es que he hecho más exposiciones que nadie en más sitios en todo el planeta. Tengo obra en 60 museos alrededor del mundo, algunas itinerantes y otras permanentes”.

Amable y de buen talante, mencionó que naciones como Argentina, Austria, Armenia, Chile, Colombia, Corea del Sur, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Israel, Italia, Kazajstán, Japón, Panamá, Liechtenstein, Mónaco, Portugal, Puerto Rico, Reino Unido, Rusia, México, Suiza, España, Venezuela y Singapur poseen algunas de sus obras.

Al reiterar que su estilo es el de siempre, en esa ocasión lo comparó con un instrumento musical al que afina en cada pintura o escultura. Así lo explicó: “Hay un pequeño cambio porque hay una pequeña crítica. Siempre es bueno en el arte tener una autocrítica porque permite a uno analizar los cambios evolutivos que habrá de hacer en su próxima obra”.

Con una sonrisa sincera, Botero ejemplificó con algunas piezas de su autoría y colección particular que se vieron en el Palacio de Bellas Artes en esos días. “Los primeros cuadros eran pintados de una pincelada muy visible, y los posteriores fueron evolucionando de modo constante y notoria, pero sin que ello implicara un cambio en mi estilo personal”.

A la vista, el artista entrevistado siempre ostentó el optimismo de los espíritus sanos y la amabilidad que da la educación y el refinamiento. Viajero del mundo, estudioso del arte e icono en su materia, confiaba en vivir mucho. “80 años son casi todos, pero espero que sean 90 o más. Pablo Picasso 91”, comentó; deseo concedido, pues recién murió a los 91.

Dejó en claro que no era un espíritu deprimido. “Soy de una actitud muy positiva ante la vida y siempre soy optimista; yo vivo de buen humor porque no soy depresivo”, dijo para enseguida mostrar una amplia sonrisa y emitir desde sus ojos destellos luminosos. Sobre su trabajo futuro, dijo: “Uno nunca sabe qué va a hacer el día siguiente, como los reporteros”.

Escenas de la entrevista que brindó Botero al autor de esta colaboración (Fotografías propiedad de Juan Carlos Castellanos C.). 

A la pregunta de si creía en las musas, en aquellas que llegan, se sientan en el hombro y dicen al oído del artista qué hacer y cómo, atajó: “Ojalá, pero no, la verdad es que no he tenido muchas musas. En realidad he tenido reflexiones permanentes sobre la calidad y la excelencia a partir de la autocrítica que analiza cómo hacer mejorar mi propio trabajo”.

Botero nunca supo qué iba a hacer el siguiente, aunque aceptó que hay excepciones, pues su serie “Circo””, de 100 piezas, se la inspiró una carpa que vio en Zihuatanejo, Guerrero. Con esas reflexiones, se aprestó a inaugurar la muestra “Fernando Botero: Celebración”, con 185 piezas entre óleos y dibujos de diferentes acervos y de su colección particular.

La exposición, que abrió al público el 29 de marzo de 2012, incluyó cinco esculturas monumentales fundidas en bronce que se instalaron en la amplia explanada del Palacio de Bellas Artes. Fue la retrospectiva más grande que jamás se ha montado sobre la obra de ese artista y alrededor de 250 mil personas la visitaron en el Palacio de Bellas Artes.

Habitantes de la CDMX y de los estados de México, Chihuahua, Sonora, Jalisco, Puebla, Guanajuato, Hidalgo, Oaxaca y Chiapas, entre otros, quedaron fascinados por las obras expuestas en el interior del recinto y las enormes esculturas de la explanada, mismas que sirvieron para tomar incontables fotografías a la legión de admiradores de Botero.

La muestra se acompañó de un catálogo de bonita edición que reproduce la totalidad de obras exhibidas y reúne ensayos de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jaime Moreno Villarreal, Juan Gustavo Cobo y Lina Botero, curadora de la exposición, así como cinco cuentos escritos e ilustrados por él mismo, una biografía y una selección bibliográfica.

Dicha magna exposición permaneció abierta hasta el 17 de junio del mismo año a petición del mismo artista, quien vino a México por primera vez en 1956. Era un joven creador atraído, como muchos artistas latinos de esos años, por el agitado movimiento del muralismo mexicano. Sí, Fernando Botero amó México, su arte y a los mexicanos.

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