Charla con madre dedicada a la vulcanización de llantas
La llanta estaba baja de aire y al revisarla, se vio que un tornillo era la causa. Al llegar a la vulcanizadora, una mujer preguntó sobre el servicio que se solicitaba. “Es la llanta trasera del lado del copiloto”, se le dijo.
Y la sorpresa:
Llegó con el gato hidráulico. Aflojó las tuercas de la llanta y colocó el artefacto abajo del coche, para proceder a levantarlo.
No era el “maistro” de siempre: se trataba de Monserrat Granados, oriunda de la ciudad de Guanajuato, quien desde hace 16 años labora como trabajadora de una vulcanizadora ubicada al sur de la ciudad.
Su trabajo es completo: revisa la llanta, la quita del vehículo, desmonta la llanta del rin, ubica dónde está la ponchadura, coloca el o los parches requeridos, coloca válvulas nuevas, vuelve a montar el caucho en el rin, la infla a la presión necesaria y la vuelve a colocar en el auto.
Lo hace como cualquier varón y lo mismo repara llantas de coches que de motocicletas.
—Aprendí con mi patrón —explica, con mucha paciencia.
Hace su trabajo con pasión y así recuerda que lo aprendió.
—¿Qué respondes cuándo dicen que esta es una actividad exclusiva para hombres?
—Se me hacen machistas, porque la mujer ha demostrado que somos capaces de lo mismo que los hombres.
Y añade:
—Como somos muy detallistas le dedicamos un poquito más de tiempo.
Y en efecto, revisó con más detenimiento si el burbujeo de la llanta sumergida en el medio barril con agua, usado para la revisión de ponchaduras, avisaba de otro orificio.
Vocación que se hereda
Monserrat es una joven treintañera y no labora sola: sus dos hijas también aprenden el oficio de vulcanizar.
Una de ellas, la más chica, se nota más inquieta. Observa y escucha cómo se repara la ponchadura de una motocicleta. La mayor es más experimentada. Ambas aprenden de su madre. Monserrat se refiere a la más grande, que parece una adolescente:
—Cuando empecé a trabajar ella tenía cuatro años y venía conmigo y aprendió.
La muchacha le ayuda los fines de semana. La entrevistada explica:
—Ella ya se juntó, ya hizo su vida.
La chica estudió la secundaria y gana unos pesos más el fin de semana para ayudar a la economía de la familia.
Monserrat aclara que la joven ya no quiso seguir estudiando a pesar de tener todo el apoyo para hacerlo.
A la entrevistada le gusta superarse: estudió la secundaria en el sistema abierto.
Los fines de semana repara llantas y entre semana lleva la facturación y el control financiero del negocio, actividades que ha aprendido con la práctica y que ha desarrollado por su cuenta.
—¿Qué reacciones a favor o en contra has tenido de los clientes cuando ven que una mujer repara las llantas?
—Me lleno de orgullo —responde— porque hay mucho cliente que al principio empieza con una desconfianza de que una mujer lo va a hacer.
Y dirige mensaje a las mujeres:
—Más que nada, me dirijo a las mujeres que se limitan a lo que el marido les dice; no se deberían limitar, ya que pueden hacer lo mismo y valen lo mismo que el hombre.
Remata:
—El mundo hecho para que mujeres y hombres seamos iguales.