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LA TRAVIATA EN EL TEATRO DEL BICENTENARIO Y SU RELACIÓN CON EL AUDITORIO DE LA PREPA DE LEÓN

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Cantantes, actores, actrices, bailarines y bailarinas han salido a agradecer los aplausos del público que acudió al Teatro Bicentenario “Roberto Plasencia Saldaña”. Al centro de la salutación está Luis Martín Solís, que inclina su cuerpo para corresponder al aplauso y los gritos de “¡bravo!”.

Allá por 1978, en el auditorio de la Escuela Preparatoria de León, el entonces adolescente Luis Martín Solís y otros integrantes de su grupo de teatro agradecían el aplauso de la comunidad estudiantil tras presentar obras diversas, algunas comedias y algo de pantomima. Lo que sería una mera anécdota estudiantil es la base de la excelsitud de una obra operística dirigida por un leonés que pasó de juvenil actor estudiantil a ser uno de los más reconocidos directores de teatro y de los más audaces y valorados directores artísticos de ópera.

En el auditorio de la Prepa de León empezó todo. 

Ópera sí

Los días 5, 7 y 8 de junio de 2025, en el teatro del Bicentenario fue escenificada la ópera La Traviata de Giuseppe Verdi. Fue la tercera vez que esta creación artística se montaba en ese espacio: la primera fue en 2014 y la segunda en 2018. En 2020 fue presentada de manera virtual debido a la contingencia sanitaria generada por la pandemia del Covid 19.

En la presentación reciente, la dirección musical estuvo a cargo del maestro José Aréan, mientras que la dirección de escena fue con el talento de Luis Martín Solís. La puesta en escena tuvo la participación de la Orquesta y el Coro del Teatro del Bicentenario.

Participaron Leticia de Altamirano y Angélica Alejandre, en el papel de Violetta Valéry, así como Leonardo Sánchez como Alfredo Germont y Carlos Sánchez como Giorgio Germont.

La Traviata es un clásico de la ópera, que muestra una historia de amor que supera los juicios morales. Está situada en el París del siglo XIX y sienta las bases para la construcción de referentes y estereotipos de la cultura como representación audiovisual, teatral y cinematográfica para los albores del siglo XX. La trama, representada en tres actos, está inspirada en la novela La dama de las camelias, de Alejandro Dumas hijo. La obra resalta valores como la compasión, la lealtad y el sacrificio, contrastándolos con la hipocresía de una sociedad rígida y moralista.

La Traviata debutó el 6 de marzo de 1853 en el Teatro La Fenice de Venecia y se constituyó en la máxima obra de Verdi. La obra llegó a México pocos años después, el 23 de diciembre de 1856, al ser estrenada en el Teatro Nacional. En Guanajuato es también de las primeras en ser producidas.

Este enfoque de “mujer fatal” tendría repercusiones en la visión cultural y social del México moderno: obras como Santa, de Federico Gamboa, pasarían de la literatura a las representaciones escénicas hasta llegar al mundo del cine, primero con las dos versiones fílmicas de esa obra y luego con La mujer del puerto, de Arcady Boytler y Raphael J. Sevilla. Las ficheras serían la degradación posterior.

La Traviata (mujer caída o que se extravía del buen camino) es la historia de Violetta Valéry, una cortesana que se enamora de Alfredo, un joven noble, auténtico junior de su tiempo, y establecen una relación de amor verdadero, que ella vive por vez primera, en el que desafían prejuicios y normas sociales de su época.

Cantantes, músicos, actores, actrices, bailarines y bailarinas de primer nivel participaron en el montaje de “La Traviata” en el Teatro Bicentenario “Roberto Plasencia Saldaña”.

Es en ese primer acto en donde se ejecuta el “Libiamo ne’ lieti calici”, pieza emblemática de la obra y de las óperas en general, dúo que exige una gran calidad de intérpretes y coros:

Libiamo, libiamo ne’ lieti calici

Che la bellezza infiora

E la fuggevol, fuggevol ora

S’inebri a voluttà

Libiam nei dolci fremiti

Che suscita l’amore

Poiché quell’occhio al core

Onnipossente va

Libiamo, amore, amor fra i calici

Più caldi baci avrà

Ah, libiamo, amor fra calici

Più caldi baci avrà.

Bebamos alegremente de este vaso

resplandeciente de belleza

y que la hora efímera

se embriague de deleite.

Bebamos con el dulce estremecimiento

que el amor despierta

puesto que estos bellos ojos

nos atraviesan el corazón.

Bebamos porque el vino

avivará los besos del amor.

Coro:

Bebamos porque el vino avivará los besos del amor.

Cuando la pareja vive la plenitud de su felicidad, construida con el sacrificio de la fortuna del joven, llega el padre del muchacho y pide a Violette que se separen, pues la hermana de Alfredo desposaría con un hombre que los rescataría económicamente y pone como condición que en la familia no exista una mujer con negro pasado.

Ella renuncia a ese amor y regresa a las andadas, pero el destino cobra: Violette está enferma y va languideciendo. Cuando llega el perdón del malvado suegro y el regreso del amado (quien la ofende y es retado a duelo, del que sale victorioso), es demasiado tarde: ella muere (snif).

El elenco del montaje fue encabezado por figuras de la ópera nacional e internacional: Leticia de Altamirano (5 y 8 de junio) y Angélica Alejandre (7 de junio) en el papel de Violetta Valéry, Leonardo Sánchez como Alfredo Germont y Carlos Sánchez como Giorgio Germont (el pinche suegro). Acompañan Carolina Herrera como Flora Bervoix, Edna Valles como Annina, Daniel Pérez Urquieta como Barón Douphol, Charles Oppenheim como Marqués D´Obigny, José de Jesús Salgado y Roberto Vázquez Aldape alternando en el papel de Doctor Grenvil, y Daniel Rentería como Giuseppe/Comisario. 

La producción fue una colaboración del Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña con la Orquesta y el Coro del Teatro del Bicentenario. El diseño escenográfico y de iluminación está a cargo de Fernando Feres, la coreografía de Erika Torres, el diseño de vestuario de Brisa Alonso, y la dirección coral de Jaime Castro Pineda.

La obra destaca por un trabajo coreográfico modernista y pletórico de simbolismos, característico de las representaciones contemporáneas de la ópera.

Entre los ejecutantes, se presentó Luis Martín Solís (al centro en la segunda imagen), cuyos antecedentes se ubican en la Prepa de León donde comenzó su interés en el arte escénico.

Los orígenes

Cuando el elenco cubrió el escenario y puso al frente a Luis Martín Solís, se recordó a aquel adolescente de la llamada “Prepa Oficial”, que hacía sus pininos en el teatro sobre la duela del auditorio que fue hace unos meses consumido por un incendio.

Las semanas culturales, que debían ser organizadas por las sociedades de alumnos, eran la oportunidad para escuchar rondallas, estudiantinas y otros grupos musicales, para los concursos de oratoria y declamación y para las representaciones teatrales. Luis Martín apostó por lo último.

Al egresar de la Prepa, Luis Martín y sus compañeros de correrías se refugiaron en la Casa de la Cultura, entonces de la administración federal, dirigida por Leopoldo Cárdenas.

Ahí montaron una obra llamada Mito, donde hacían crítica social y política y con una escena central inspirada en el monero Rius: un actor vestido de burgués capitalista (frac y sombrero de copa) montaba a uno vestido de indígena y lo hacía caminar al colocar una vara con una estampa de la virgen de Guadalupe al frente.

El montaje, puesto en escena en los patios de la institución a principios de la década de 1980, fue un escándalo en el pueblo. Prensa y buenas conciencias arremetieron contra Polo y sus actores, quienes gracias a esa reacción tomaron a Mito como nombre propio y se fueron de león.

Luis Martín habría de regresar como consagrado hombre de teatro, disruptivo sin ser panfletario (lo que sí se puede ser cuando se es joven) y aplaudido por su gente.

Y todo empezó en el destruido auditorio de la Prepa.

¡Libiamo por eso!.

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