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EL ENTORNO DE “LAS BUENAS CONCIENCIAS”

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El céntrico escenario transitado por los personajes de la obra de Carlos Fuentes

EL HILO DE ARIADNA

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Ésta es la gran casa de cantera, habitada hasta el día de hoy por la familia. La historia de Guanajuato ha patinado sus muros de piedra rosa. Las vidas de los Ceballos, sus alcobas y corredores. La gran casa de cantera, situada entre la bajada del Jardín Morelos y el Callejón de San Roque, frente al templo del mismo nombre y a unos metros de la hermosa plazuela a la que dan fama, año con año, las representaciones, en un escenario casi natural de faroles, árboles, rejas, muros ocres y cruces de piedra, de los Entremeses de Cervantes.

Así comienza Las buenas conciencias, novela de Carlos Fuentes publicada en 1959 que expone las contradicciones de una sociedad católica, conservadora, envuelta en los cambios del tiempo que, lejos de la inmovilidad, trae nuevas ideas y adapta sus concepciones morales. En la obra, los personajes se mueven en el Guanajuato histórico, particularmente en la zona dominada por la iglesia de San Roque, alrededor de la cual existe una traza de pintorescos callejones que atestiguan, cada día, el paso de vecinos, estudiantes, turistas o transeúntes ensimismados en su propio existir.

El texto del escritor mexicano -fallecido en 2012- alude, primeramente, a la bajada entre el callejón de San Roque y el Jardín Morelos (o Reforma, pues se conoce por ambos nombres), corto, inclinado y ancho trayecto que sirve como vía de enlace fundamental entre ese parque y la pequeña plaza colonial utilizada como escenario teatral o sala de conciertos, según lo amerite la ocasión, para lo cual se han colocado unas feas pero al parecer necesarias gradas, a fin de que los espectadores cuenten con un mínimo de comodidad. La retorcida cruz colocada en el centro, justamente frente al templo, es una imagen típica, objeto de innumerables selfies de recuerdo.

Plaza y Templo de San Roque, bordeado a la izquierda por el Callejón del mismo nombre y a la derecha por Cantaritos.

El Jardín Reforma (o Morelos) fue, antiguamente, el área verde del exconvento de Belén. Aunque su entrada está enmarcada por un bello arco neoclásico de cantera blanca, también se puede acceder al mismo por ambos costados, e incluso por su parte posterior, mediante un callejón que lleva el curioso nombre de Cañitos, el cual a su vez desciende de Galarza. La fuente del parque es una de las pocas que funcionan normalmente y los frondosos árboles que lo adornan convierten al lugar en uno de los preferidos para el relax, el encuentro amistoso, el noviazgo y hasta la lectura.

Restaurantes, tiendas de regalos y nada menos que tres librerías forman parte de los negocios que rodean al jardín. En su rincón noroeste, una hermosa puerta de cantera rosa marca la entrada a la Biblioteca Armando Olivares Carrillo de la Universidad de Guanajuato, bello espacio y refugio de obras escritas invaluables. Casi enseguida, después de una cafetería, se abre la ruta del mencionado callejón de Cañitos. Algo empinado, a medio camino conserva un inmueble que mantiene la fisonomía de las antiguas vecindades, con un largo patio enlosado alrededor del cual se alzan las rústicas viviendas.

El arco de entrada al Jardín Morelos o Reforma. A un lado, partes alta y baja del Callejón de Cañitos que inicia-termina en ese Jardín.

Esta ruta llega al callejón de Galarza (significa “abundancia de árboles secos”), mismo que enlaza la calle de Pósitos, a través del muro trasero del templo, con otras dos rutas que van por ambos costados de la iglesia. En la esquina del primero, San Roque, se destaca un habitáculo con forma de torre o chimenea, que le da un aspecto singular. Y a unos cuantos metros, una puerta de madera posee una interesante decoración formada por un gran sapo metálico y varias ranitas. Lamentablemente, los vándalos han hecho de las suyas y han arrancado algunas de las figuritas anfibias, acto verdaderamente imperdonable. Este ancho callejón es uno de los pocos senderos urbanos que conserva empedrado; su aspecto es verdaderamente ancestral.

Galarza durante la noche. Por allí cerca, un sapo y muchas ranitas en una puerta de San Roque.

Por el otro costado del templo, avanza el callejón de Cantaritos, asimismo vía de comunicación con Pósitos. Aquí está el monumento a Enrique Ruelas, uno de los creadores del Teatro Universitario y pionero del Festival Internacional Cervantino. Justo enfrente, se abre el acceso a la plaza de San Fernando, una amplia extensión sombreada por árboles, con su propia fuente que milagrosamente también funciona, y sede de numerosos restaurantes y cafés turísticos, varios de los cuales ocupan más espacio del conveniente en la vía pública, obligando a los caminantes a transitar entre mesas, sillas y anuncios de todo tipo, lo que además afecta a la imagen visual del área.

La Plaza de San Fernando. En seguida, dos aspectos de 2a. de Cantaritos, que inicia-termina en esa Plaza.

Volvamos atrás, a Cantaritos, para seguir el ascenso del callejón hasta Pósitos. Por el costado izquierdo se cruza con Galarza, y por el otro se desprenden dos ramales que conducen a San Fernando: uno retorcido y estrecho, llamado 2a. de Cantaritos, y otro casi recto y muy corto, que en el mismo orden es designado como 3a. de Cantaritos. Estas denominaciones hacen honor a un tianguis que allí se instalaba y era conocido como “mercado de los olleros”, porque los comerciantes vendían ollas de barro (cántaros), de todos tamaños, a las amas de casa de otras épocas.

Dos vistas de 3a. de Cantaritos

Aún quedan en la zona dos senderos por recorrer, muy probablemente los menos conocidos del rumbo: el primero, nombrado Ramillete, cuenta apenas con unos pocos metros y enlaza las plazas de San Fernando y San Roque, a donde llega por uno de sus ángulos. En el trayecto, se atraviesa una curiosa piedra color rosa en la que se ha esculpido una tosca carita sonriente. Sale casi exactamente junto a una de las viviendas tradicionales de la plaza cervantina, adornada por una gran bugambilia en permanente floración.

Una carita sonriente en el Callejón del Ramillete.

Nos queda el callejón de Cervantes. Esta ruta, bautizada con el apellido del ilustre autor de El Quijote, solo es recorrida por quienes allí habitan y por ocasionales transeúntes que saben de su existencia, ya que está semioculto, ignominiosamente, por las multicitadas gradas de San Roque. De aspecto limpio y bien conservado, lleva a uno de los tramos principales de la Avenida Juárez, así que al recorrerlo de arriba-abajo sale uno del silencio vecinal al bullicio de la multitud omnipresente en la vía principal de la ciudad.

En esos derroteros, principalmente, así como en otros lugares representativos de Guanajuato, transcurre la historia de la familia Ceballos en Las buenas conciencias, narración que enfrenta la ceñida noción de “gente bien” con la realidad de la vida cotidiana y de la existencia, tan profunda y oscura como las habitaciones de las viejas casonas del área y tan enredada como los muchos caminos que allí se cruzan, conectan, bifurcan y que pueden propiciar una confusión espacial tan cierta como las de la misma condición humana.

Vivienda típica entre los Callejones de Ramillete y Cervantes. No muy lejos de allí, semioculto se encuentra el Callejón de Cervantes.

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