Cuando era niña recuerdo que me encantaba ir a la doctrina más que otra cosa porque cantar las canciones de la iglesia despertaban una sensibilidad dormida y me ponían la piel chinita. La voz es, sin duda, uno de los instrumentos más poderosos que hay sobre la tierra.
No existe nada que conecte de manera tan profunda e inmediata con un ser vivo como la música. Solo ella tiene la capacidad de despertar sentimientos dormidos, emociones reprimidas y esperanzas que se creían muertas. Bastan unos cuantos acordes para volvernos vulnerables y al mismo tiempo hacernos sentir tan poderosos.
Fue precisamente el canto lo que, a los cinco años, permitió a una niña de Morelia encontrarse por primera vez con la música, al ingresar a un coro. Así fue como comenzó la historia de Cristina Cendejas, una historia que hoy toca y transforma las vidas de muchas otras personas.
Cristina se define como una mujer dedicada, soñadora y apasionada por el canto coral y por los efectos que produce en quienes lo practican. Verla dirigir sobre el escenario es comprender esto desde la profundidad. La forma en la que se mimetiza con la música, en la que observa a cada uno de los alumnos que conforman su coro y les habla con las manos, con los ojos, con los gestos y con el cuerpo es hipnótico.
“El coro era mi lugar favorito. Me permitía ser libre y disfrutaba la unión de las voces. Cuando estaba en la secundaria, comencé a estudiar música de manera formal, con todas sus materias, y fue entonces cuando la música me atrapó con todas las maravillas que iba descubriendo en ella.”
A través del canto, y ese abrazo musical que se quedó en ella para siempre, las emociones más profundas —las alegrías, las penas, los anhelos— encontraron una vía para salir, para manifestarse, para no quedarse atoradas en el pecho a través de ese lenguaje que brinca desde las hojas pautadas en formas que solo ellos comprenden.
Con el tiempo, Cristina quiso ir más allá, especialmente cuando notó algo que no podía ignorar: la escasa presencia femenina en la dirección coral. “En ese momento de mi vida había muy pocas mujeres directoras, pero yo quería lograr lo que mis maestros hacían con el coro. No sabía si era posible, pero sí sabía que eso era lo que yo quería hacer.”
Desde entonces, la rebeldía se volvió una constante en su camino, un reto que a través de la disciplina, el entusiasmo y la mira en sus objetivos la ha llevado a cumplir sus metas y sus anhelos.
“El desafío es parte de la vida del artista. En mi caso, no se trata solo de estudiar o analizar obras al piano: yo dependo de las personas. Los coristas son seres humanos con historias, emociones y circunstancias únicas. Cada día llego con la expectativa de ver cuántos de ellos podrán dejar, aunque sea por un momento, sus preocupaciones y reunirse para crear algo juntos. Me prestan sus voces y sus oídos, y yo intento tejer con ellos una sola alma.”
Cristina ha trabajado con personas de todas las edades: niños, jóvenes, adultos, artistas formados, principiantes, rebeldes y disciplinados. Con paciencia y entrega, los inspira y guía para que descubran el misterio de su propia voz.
“Creo en la música como una herramienta de transformación social, emocional y personal. Y en especial creo en la voz, ese instrumento que no es ajeno, que cada quien lleva dentro. Me emociona ver cómo, a través del canto, los niños y adultos se empoderan, sonríen, se iluminan, se conmueven. Cuando se sienten capaces de emocionar a otros, cuando entienden que pueden crear algo hermoso, ahí siento que todo ha valido la pena. Son ellos, los coristas, quienes me ofrecen una historia de inspiración cada día.”
Fiel a su espíritu inquieto, Cristina no se limita a una sola iniciativa. Además del Coro Ópera Guanajuato y de otras actividades que realiza en León, dirige uno de los más recientes, el coro Voces Infantiles del MIQ, con el que ha ofrecido en diciembre y a principios de este mes, recitales, dejando huella en la sala del Museo Iconográfico del Quijote y el Teatro Cervantes.
“Trabajo en varios proyectos a la vez, todos importantes y con un lugar especial en mi vida. El coro del MIQ, por ejemplo, tiene mi corazón hinchado de emoción. Le he apostado todo: energía, amor, cuidado. Me ha dado una certeza profunda: un niño siempre será una buena razón para empezar algo. Hay muchas personas sumadas al esfuerzo, y lo que viene me llena de ilusión. Estoy segura de que este proyecto será un parteaguas en la escena musical de Guanajuato.”
Además de su labor artística y educativa, Cristina forma parte también de un proyecto noble con un alto impacto social: I Have a Voice Orphans Choir, una fundación australiana que trabaja en México llevando maestros de coro a casas hogar, orfanatos y estancias infantiles.
“Es un programa que comenzó en Morelia y que ahora se ha extendido a lugares como Celaya, León, Cuernavaca y Puebla. La gran comunidad de directores sigue estando en Morelia, pero la red crece y es muy emocionante. Solo trabajamos con estos espacios específicos. Es un proyecto profundamente humano y necesario.”
Para Cristina, la música no es un lujo, sino una necesidad. Una compañera que debería estar presente en la vida de todas las personas.
“Me encantaría invitar a quienes me leen a acercarse al arte. Permítanse ser vulnerables ante la experiencia inexplicable que solo el arte puede ofrecer.”
Cristina Cendejas está a solo un clic de distancia. En cada uno de sus proyectos, su voz sigue haciendo lo que mejor sabe: transformar realidades, una nota a la vez.”
Encuéntrala en:
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- Instituciones y proyectos:
- Museo Iconográfico del Quijote
- Ópera Guanajuato
- Coro Ópera Guanajuato
- Academia Renacimiento
- I Have a Voice Orphans Choir
