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SIEMBRA ACROBÁTICA

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Ángel fusiona en congruencia dos universos que se dijeran distantes

Desde que lo conozco, que ya son algunos años, siempre lo he visto así: paliacate para el cuello y para el sudor, sombrero para el sol y el malabar, camisa manga larga quitapon y zapatos cómodos, cabello como una enredadera largo y jovial, un bigotín largo arriba de una boca siempre a punto de reír cuando no está hablando, que también lo hace mucho.

Para esta ocasión, llega a nuestra tardía hora de comida, acompañado de ensalada para llevar, pues claro no tiene sentido cultivar si no consumes, y porque el trajín que vive lo hace tener que asegurar sus dosis de alimentos frescos que complementa con taquitos o garnachas en donde quiera que le agarre el hambre.

—Miren en qué día se detuvo el tiempo en esta casa —exclama con su característico humor al mirar el calendario de daditos que reposa en mi sala, fijado en un 15 de septiembre, el inicio de un fin de semana que parecía no terminar hasta que coincidió el sismo y que pusimos voces a la obra para llevar a cabo nuestra tan pospuesta entrevista, no sin antes haber comido y comprado algunas bebidas embriagantes.

—Soy Ángel, “El chacal del sur”, y hago fotografía de artes escénicas especializado en el circo y pues cultivo… no sé si se le llama agronomía de azotea o de patio.

Cultivar tu propio alimento

—¿Agricultura urbana? —sugerí temerosa, pues tengo bien sabido que es todo un experto en el tema, que camina por las calles nombrando cualquier plantita que se le atraviesa, con todo y lugar de origen.

Después nos enfrascamos platicando acerca de cómo existe una dicotomía entre campo y ciudad, relacionándolos respectivamente como el atraso y el progreso, cual si no fuéramos un simbionte, como si de verdad pudiera quedar algo para comer si tapizamos al mundo con cemento y edificios, como hasta hace relativamente poco tiempo lo intentó la humanidad. Acordamos que es agricultura, sí, con sus propios métodos venidos de los saberes populares (en su caso de la zona chinampera de la CdMx), de la investigación científica y del intercambio de experiencias, pues tienen encuentros, grupos en las redes, alianzas de comercialización y por supuesto mucha retroalimentación: “si no hay mercado, nosotros lo hacemos, más habiendo tanta gente, tantas redes”.

No sabe exactamente en qué momento le gustaron las plantas, suponemos que su frijolito, en frasco pequeño y con algodón húmedo, germinó desde el jardín de niños, pero existe una loca y caleidoscópica serie de acontecimientos que le fueron mostrando que por ahí era, desde las vacaciones en Morelos, estado con una historia larga de lucha agraria que terminaría por ser su hogar, visitando a su abuelo que sembraba, pasando por el adolescente interés por las plantas carnívoras, o una abuelita enferma incapaz de cuidar sus plantas y la búsqueda para entender cómo hacerlo por ella, para salvar una parte suya, además de cierta aventura hidropónica que le enseñó a cultivar tomates, sí, pero también a no confiar en las mafias de intermediarios, que son como ese embudo que evita que todo lo que se produce llegue a las boquitas que tienen hambre, lo cierto es que ya lleva seis años dedicándose a cultivar y que para él el tema es fundamental e inagotable, no tanto así el suelo, que tiende a desgastarse por el monocultivo, cuestión que igualmente aplica para los intereses, que también tiene muchos, como muchos climas tiene el país y en cada cerrito y huequito es un ecosistema diferente, me dice.

Cuando le pido consejos para acercarse al mundo del cultivo y del ser menos dañino con el medio ambiente, que van de la mano si es que la primera se hace del modo “correcto”, me dice que hay que evitar el capitalismo verde, que justo busca explotar esa preocupación, dándole un sesgo de clase y de paso lavándose la cara mostrandose “amigables” con el medio ambiente y vendiendo todo a precio de oro, tiene que ser local el tema y tener responsabilidad con las personas implicadas en cada proceso, para que en esta cadena de bienestar no seamos nosotros los aplastados.

Acercarse al huerto más cercano, aprender lo necesario, que hay muchos puntos donde se enseña gratis, comprar lo que se produce cerca y de paso ver a dónde queda nuestro dinero y también nuestros residuos. El mero hecho de existir contamina, pero no podemos castigarnos por ello, solo queda ser consciente, no competir por ser el más verde y saber que toda acción cuenta y que cada proceso es diferente, no se debe caer en la misantropía.

En cuanto a cómo está progresando este movimiento me dice que va a la alza, que andan generando cambios estructurales y que existen generaciones que ya nacieron dentro de este estilo de vida, lo ve incluso boyante a pesar de la juventud del mismo y dice que también la pandemia, con su consiguiente crisis y disposición de tiempo libre acercó a muchas personas al cultivo y el consumo en escalas pequeñas y responsables. Aunque sí, afirma con tristeza, hay una línea que no se debe cruzar si se quiere conservar la integridad y esta es la defensa de la tierra, pensando en los grandes capitales, sean estos legales o ilegales.

Ambas pasiones mezcladas

Arte circense con la comunidad

Llegó a la ciudad por el “frikismo” como le llama a su afición a los juegos de cartas, videojuegos y las historietas, sobre todo del tipo épico, que implica grandes paisajes, viajes y espacios abiertos, ya era fotógrafo y artista visual atraído por los comics y utilizando rollos blanco y negro de dieciocho pesitos, “tuve la fortuna de todavía poder disfrutar de la alquimia del proceso, de la hoja en blanco y el cuarto obscuro” y lleva la mitad de su vida en ello, venía por la promesa del título universitario, aunque en el camino se desvió y terminó convirtiéndose en un nodo, no solo de productores, sino también de artistas circenses independientes, cuyos procesos lleva ya bastante años documentando y a quienes se acercó porque ya hacía malabares desde casa y así conoció amigos en un principio.

Platicamos sobre el circo social, de su objeto para brindarle a las personas con condiciones de vulnerabilidad herramientas de resiliencia, autoestima, pertenencia y hasta como medio de subsistencia, similar a los huertos, el arte corporal necesita mucha paciencia y dedicación para ver los resultados, pero es generoso en cuanto a lo económico y accesible  además de ser muy honesto: se nota cuando se practica y se entiende a la primera, siendo una de las artes que menos iniciación necesita para ser disfrutado. Además de ser un excelente caballo de troya para llegar a poblaciones complicadas e introducir temas sociales, como la prevención de adicciones y la equidad de género, por lo que no es raro que quienes se dedican a esta labor tengan también nociones de circo.

El arte circense visto así, se consolidó en la parte francesa de Canadá, donde primero se hizo un albergue para jóvenes viajeros con intereses culturales como la música y la danza, pues también tiene la posibilidad de brindar libertad, al ser un medio de trabajo independiente, un lenguaje universal y contar con una comunidad con identidad propia que les permite protegerse y ayudarse.

Los debates en cuanto a la ética de explotar animales para el entretenimiento hicieron que este modo de circo donde el espectáculo somos los humanos, no en el tenor de freak show anglosajón donde se explota la diferencia como la mujer barbuda o el hombre forzudo, sino del talento y la disciplina, lo pusieron en la cúspide del circo y tan es así que el Circo del Sol es el mayor productor de circo del mundo y hasta cuenta con franquicias en las que se replican los espectáculos con artistas locales.

—El circo tiene un montón de maneras de expresarse, yo en la parte que me desarrollo es una que tiene que ver con lo social, la organización y gestión de los encuentros de artes circenses con miras a que la banda lo conozca, que se le dé la difusión, que se profesionalice, que se den tallercitos. Nos pasa que en el barrio hay niños que nunca han ido al circo.

Es decir que no solo los retrata, sino que aunque no se presente es quien, junto con sus amigos está detrás de casi todos los eventos, espacios y encuentros. Lo suyo es organizar y contactar y me hace pensar que el arte en general no solo se trata de quienes están a la vista, también de todos los que lo hacen materialmente posible, desde el vestuario, hasta el espacio, desde las gestiones hasta la difusión. No es raro que en las FAROS (Fábricas de Artes y Oficios en CdMx) se den también especialidades relacionadas, como maquillaje, escenografía, guion o indumentaria.

Las artes circenses también fueron rituales y performáticas en las culturas prehispánicas, al grado de existir piezas arqueológicas de acróbatas y contorsionistas y no solamente ahí,  varios países tienen su poderosa tradición circense: los chinos, las escuelas europeas como los españoles payasos, los franceses trapecistas o los rusos que son un caso aparte, pues formaron escuelas de profesionalización y división de disciplinas desde el triunfo de su revolución precisamente por ser un arte para el pueblo.

En México no nos quedamos atrás y en muchos sitios se imparten clases de circo gratuitas, destacándose en malabares, equilibrismo y disciplinas aéreas, incluso se cuenta con una escuela nacida de un espacio rehabilitado, un cine abandonado convertido en centro cultural y que representa una promesa cumplida, llamada La FARO Cosmos.

Uno más uno es mucho más que dos

A la pregunta ligeramente incómoda de que si de esto se vive, es decir de sus dos pasiones, me responde que en el momento que te das cuenta de que no estás solo y creas redes de apoyo e intercambio ya vas del otro lado, aunque reconoce que no es para nada algo más fácil y agregaría yo, que tener un trabajo repetitivo y formal de ocho horas tampoco lo es y se corre el riesgo de nunca encontrar lo que te gusta. Él vende lo que produce, así sea una plantita o una increíble imagen y lo hace desde la congruencia, ayudando al resto, dándole como a los cultivos a cada cosa su tiempo, su espacio y sus cuidados especiales, como el buen agricultor y malabarista que es.

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