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LA CRUZ AL BORDE DEL ABISMO

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Un derrumbe ocurrido siglos atrás desgajó el monte y sepultó viviendas

En Guanajuato, el trayecto de la Carretera Panorámica que va de Mellado al Cerro del Cuarto es uno de los pocos que se han salvado de la urbanización sin límite. Tal circunstancia ha permitido que, entre la vegetación, aún abundante, se aprecien sin obstáculos restos de construcciones mineras, arroyos, cañadas.

Represa al pie de la colina.

En una curva del camino, justo atrás de la Mina de San Vicente, una curiosa formación atrae la vista. Una fuerza descomunal hundió una parte del cerro y dejó al descubierto las rocas del subsuelo, de forma que ahora la mitad baja de la colina está cubierta de un manto verde en verano y amarillo en invierno, mientras que la zona alta la integra un macizo rocoso de color ocre, perforado por algunas cuevas.

Tiro en uno de los senderos que llevan a la cruz.

Viejos relatos señalan que, efectivamente, un derrumbe ocurrido siglos atrás no solo desgajó el monte, sino sepultó viviendas que se encontraban en la ladera, con su trágica secuela de dolor y muerte. El paisaje actual es la cicatriz dejada por esa convulsión orográfica. Con el tiempo, tierra y escombros se asentaron y la vegetación sentó sus reales.

Las comunidades humanas, permanentemente dispuestas a dejar su huella en el entorno, no dejaron pasar la oportunidad y, un día, los habitantes de los alrededores decidieron aprovechar ese panorama para un nuevo espacio de culto. Así nació la Cruz del Perdón. Para llegar a la cima, se aprovecharon antiguas veredas, a fin de marcar un camino con piedras blancas; se acondicionó un terraplén y, finalmente, se colocaron una cruz y un altar.

La Cruz del Perdón.

Decido subir en un día borrascoso, nublado y frío. El camino principal, que inicia desde la misma carretera, se identifica fácilmente porque sus primeros escalones los forman varias llantas alineadas. Luego de avanzar unos metros entre densa vegetación, se sube lo que es, literalmente, una escalera conformada por piedras planas. De allí a la Cruz del Perdón el sendero es cómodo y se llega sin gran problema al espacio sagrado.

El templo de Mellado, con todos sus detalles.

Ese día, el viento sopla con furia, pero el paisaje compensa cualquier incomodidad: inmediatamente abajo, los poderosos contrafuertes de lo que fue la hacienda “La Garrapata”; a la derecha, el antiguo templo y ex convento de Mellado y, más allá, la hermosa iglesia de la Valenciana, con el trasfondo verde oscuro de la sierra de Santa Rosa.

A la izquierda, una vertiente del Cerro de Sirena, donde se asoman o esconden vetustos muros derruidos, desperdigados aquí y allá, represas, tiros de mina abandonados y enormes rocas producto de movimientos subterráneos. Al frente, la ciudad extendida hacia el Bajío, con el Cubilete convertido en cono minúsculo a la distancia.

Así se ve la ciudad desde la cumbre.

El intento de regresar por la vertiente izquierda del cerro se vuelve imposible, ya que ese día un verdadero vendaval, procedente de la sierra, se encajona en la cañada y amenaza con arrojar barranca abajo a cualquier caminante temerario, además de helar los huesos. Nunca había sentido un viento con tanta fuerza, así que la decisión es cambiar la ruta por el otro lado, que en sorprendente contraste está en calma y recibe los cálidos rayos solares.

El cerro de Sirena desde el terraplén.

El descenso ofrece menos dificultades. Aunque la senda se pierde a veces entre los matorrales y obliga a dar algún rodeo, permite disfrutar el agua del arroyo y echar un vistazo a lo que fue el antiguo complejo extractivo de “La Garrapata”, pero ese lugar es tan interesante que merece ser tema, en un futuro, de su propio reportaje.

Las ruinas de añejos muros asoman entre la vegetación.

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