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RAMÓN BERNAL: VER UN HORIZONTE MÁS AMPLIO

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“Yo soy pintor, yo soy artista, pero tengo que pensar en los momentos difíciles

“No voy a tratar de ser una sola cosa o encasillarme en una sola, sino que yo necesito ver un horizonte más amplio”. Eso se dijo Ramón Bernal siendo aún pequeño, mientras cursaba la escuela primaria, ante la pregunta que él mismo se formuló: “Bueno, ¿yo qué voy a hacer?”. Interrogante infrecuente para los niños de esa edad, que tal vez generó en este odontólogo-artista plástico o artista plástico-odontólogo el impulso y la voluntad para no frenar su hambre de saberes, misma que lo ha llevado —desde su natal, México, donde nació en 1960, a Irapuato, ciudad elegida, hasta Guanajuato capital, donde reside— a cultivar lo mismo la pintura que el dibujo, la escultura que la animación, la odontología que la música, en una especie de oleadas cuyo flujo y reflujo lo conducen a playas temporales donde renace la inquietud, la curiosidad, la búsqueda expresiva. ¿Qué guarda su memoria a propósito de este itinerario vital?

—Yo nací en la ciudad de México. Llegamos a Irapuato cuando yo tenía nueve años. Porque mi papá trabajaba en la Chrysler, él pintaba carros, estaba en el taller de pintura de carros. No sé qué problemas hubo, pero luego se cambió a la Wolkswagen y nos fuimos a Puebla donde vivimos un año. Yo tenía aquí en Pénjamo una tía, hermana de mi papá, a quien le iba muy bien. Lo invitó a que se viniera acá a trabajar, con su familia, con sus hijos. Así llegamos a una casa de mi tía, en Irapuato. Estuvo trabajando con ella, pero salió mal, empezaron los conflictos. Mi papá entonces dijo: “Ya voy a hacer por mi cuenta”, y se dedicó a pintar casas, fue contratista y tenía su gente.

—Ya en Irapuato, me gané una beca en la primaria, una beca para estudiar pintura de caballete con el maestro Antonio González, pero yo no sabía quién era. En la escuela Marina E. de Nassar se hicieron los cursos. Yo tenía como 12 años. Años después supe que Antonio González no se acordaba de que había dado esos cursos. Es cierto que él fue como cinco veces nada más. Luego mandó a una pintora, una maestra que fue también como unos tres meses. Y luego ya nadie iba, aunque nosotros íbamos con nuestras cosas y nos poníamos a pintar allí. El maestro Antonio González nos dijo: “No vamos a entrar al color. Ahorita ni piensen en el color, no más se van a traer el blanco y el negro y les voy a enseñar no más la gama de los grises, toda la gama tonal”. Y eso fue lo que nos enseñó. Yo estuve todo un año pintando no más con blanco y negro. Eran vasijas, eran ollitas, todo en blanco y negro. Cuando ya se terminó el año, cuando ya no iba nadie, yo me dije: “Dijo el maestro que hasta el final iba a ser el color”. Y se me ocurrió agarrar los colores, “vamos a meter el color”. Y ya hice mi primera pintura al color. Y mi primer color que hice fue una niña de rojo y un paisajito, ese sí, de una revista donde lo vi.

Pinturas de Ramón Bernal, la primera de las cuales es Bailarina con blusón rojo pintada a los 12 años (imágenes tomadas del perfil de Facebook de Ramón Bernal)

—En la primaria sí era bien inquieto. Era muy peleonero porque me gustaba defender a mis amigos, hasta tenía un maestro que me decía que yo iba a ser abogado porque me gustaba mucho defender a mis amigos. Me peleaba con el sobrino de la directora. Yo estudié en la José María Morelos, que está ahí por las Cuatro Esquinas. Como se sabía el sobrino de la directora, se pasaba de listo con los demás. Y a mí pues no me gustaba. Yo no le daba importancia que fuera el sobrino de la directora. Y también me lo sonaba. Total que seguido andaba yo en la Dirección. En el kínder me pasó también que había una función de marionetas y a mí me llamó la atención cómo estaban moviéndose los muñequitos, total que voy y levanto la tela de abajo para ver qué estaba pasando, enfrente de todo el público, allí estaban los muchachos que las movían.

—Yo creo que me sucedió lo que le sucede a muchos. Si nos das un cuaderno y un lápiz, podemos pasar horas así (dibujando). A mí me pasaba eso. Yo empecé a pintar en los retratos que había en la casa. Me subía y agarraba los retratos y les daba vuelta y hacía mis dibujos atrás, porque a lo mejor no tenía un cuaderno, hojas. Y hacía como guerras, guerreros, y hacía caballos, hacía historias como de que venían los ejércitos. O sea era un mundo fantasioso, narrativo y que era emocionante, porque yo estaba haciendo cómo en las batallas iban ganando de un lado, luego los otros sacaban sus reservas y así el otro. Y lo ponía en el dibujo. Lo que sí nunca me dejaron fue pintar en las paredes. Ya cuando estaba yo con los cuadernos, siempre todos mis cuadernos (de la primaria, secundaria, preparatoria, la carrera, todos) tienen dibujos. Pero yo era de los que se sentaba cuando mi mamá se ponía a planchar su ropa, yo en la mesa haciendo dibujos y todo el rato que estaba ella planchando yo hacía dibujos. Empezaba a hacer personajes de los que me iba imaginando.

Dibujos de Ramón Bernal, el tercero de los cuales representa al pintor irapuatense Raúl Zárate (imágenes tomadas del perfil de Facebook de Ramón Bernal)

—En ese entonces, los padres dejaban que sus hijos se fueran a la escuela con la confianza de que iban a llegar a la escuela. Así que a la primaria yo me iba yo solo. Me iba y recuerdo muy bien que iba caminando, iba por la calle Sóstenes Rocha hasta llegar a las Cuatro Esquinas, donde daba vuelta a la derecha y llegaba a la escuela. Tengo muy presente en mi cabeza que todo el trayecto, todos los días que iba caminando a la primaria, siempre llevaba la música dentro de mi cabeza. Siempre, siempre. Imaginando. En ese entonces estaba de moda la música de los Beatles. Me gustaba tararear sin saber que eran los Beatles. Yo no sabía quiénes eran. Los había oído en casa porque mis hermanas mayores los escuchaban y hacían sus fiestas. Entonces iba yo caminando y yo me imaginaba que esa música tenía otras formas de hacer esa misma música pero hacerla diferente, y le buscaba siempre a esa música otras referencias musicales que salieran de esa misma melodía y que diera también otras melodías parecidas. O sea ¿cómo sería si fueran un poquito diferentes pero sin perder su esencia? ¿Cómo sería todo eso? Se me hacía muy bonito eso. No me aburrí nunca de irme a la escuela, caminando.

—Conocí a Raúl Zárate y lo iba a visitar a su taller, y vi cómo vivía. Él era jubilado de la cigarrera, vivía de su jubilación y se dedicó a la pintura, pero sí veía en él la situación difícil. A mí me tocó ir a pintar con él acuarelas urbanas, en Irapuato. Me invitaba, y yo iba muy contento con mis acuarelas, a pintar con el maestro Raúl Zárate. Yo tenía como unos dieciséis años. Estaba muy chavo. Me acuerdo que él, terminando su acuarela, decía “Ya está”. Volteaba y había una carnicería allí y decía: “Fíjate, ahorita la voy a cambiar; ahorita voy a conseguir la comida”. Se atraviesa la calle, lleva su acuarela y se consigue su kilo de carne. Decía: “Mira, ya estuvo el trabajo de hoy, ya estuvo”. Fueron enseñanzas. Yo comprendí la vida del pintor. A esa edad, a los dieciséis años, era el contexto que había, de cómo era el artista, o sea eran mis expectativas que yo estaba viendo para mí como artista. Entonces yo estaba viendo cómo vivían ellos y decía: “Le va muy bien a Antonio González” y veía también a Zárate que andaba vendiendo sus acuarelas, nada más para sacar el día y sobrevivir. También conocí la experiencia de otro pintor de allá, de Irapuato. Su mujer se hartó de la vida que tenía con él. Al menos eso fue lo que yo interpreté. Entonces me dije: “Bueno, este es el contexto que yo tengo”. A esa edad yo tuve que tomar una decisión. “Yo soy pintor, yo soy artista”, me dije, pero tengo que pensar en los momentos difíciles, y ese fue un consejo de mi padre que me decía: “Si te gusta esto, tienes que pensar… ayúdate. Échale a tu morralito otra cosa. Para cuando necesites, agarras de tu morralito y te ayudas”. Entonces yo vi la carrera de odontología como un apoyo que voy a tener en un momento en que desconozca que vaya a pasar.

Esculturas de Ramón Bernal. La de en medio representa un elefante, realizado en un molar humano (imágenes tomadas del perfil de Facebook de Ramón Bernal)

—Ya cuando estaba en la preparatoria, incluso mi papá me decía “ponte a estudiar pintura, vemos cómo te vas a la escuela de San Carlos, la Esmeralda”. Pero yo dentro de mí, a lo mejor arrogancia, a lo mejor juventud, yo decía: “No. Si la pintura se me hace muy fácil, la pintura es muy fácil, mejor estudio algo que sea más difícil”. Pero no sabía qué tan difícil era la pintura. De mi papá siempre tuve el apoyo y decirme “lo que tú quieras hacer, está bien; yo te apoyo”. Yo decía dentro de mí, mientras estudiaba la prepa en Morelia, dentro de mí mi propia conciencia me decía: “No puedo yo no estudiar algo, porque ya mi papá hizo gastos, ya estuvo gastando en mí como para yo salir con que voy a ser no más artista, voy a ser pintor”.

—Un hecho que no olvido, que tengo en la memoria, fue una vez que estaba ya para dormir, yo tenía como unos siete años, ocho o nueve años. Llegó mi papá y me dijo “Ya duérmete. Mira, te voy a hacer un dibujito”. Yo creo que me veían que hacía dibujos y me dice: “Mira, te voy a hacer un dibujo”. Y me hace un… haz de cuenta como se hacían los dieces antes en la escuela, los dieces que dibujaban los maestros, así. Lo hizo y le puso unos ojitos. ¡Qué padre! Se me hizo muy padre que te gusta algo y ver que tus papás hacen también eso, y se siente muy padre. No sabría cómo explicarlo. Y tengo mucho en la memoria eso: que mi papá sacó su libretita y me hizo ese dibujo. Luego también otro día le dio a él por cantar. Nunca cantaba. Un día yo lo escuché. Él me llevaba cuando yo tenía como unos doce años, él me llevaba adonde estaba pintando. Tenía su bicicleta y ya ves que las bicicletas tenían atrás parrilla para llevar a alguien. Y me llevaba a la herrería para estarla lijando y poderla pintar. Esa vez me llevó. Fueron pocas veces. Yo creo que lo acompañé unas tres veces, y fueron muchas. Pero esa vez, de regreso, se me hizo muy chistoso que mi papá se soltara cantando. Yo me imaginé como una película de esas de Pedro Infante, de Tin Tan. Ir en la bicicleta y estaba cantando.

¿Cómo acaba esta historia? Ramón Bernal lo tienen por demás claro: “El arte es un mundo misterioso que estás descifrando con cada obra que haces. Realmente cada obra que haces estás revelando una parte de lo que es el arte. El arte es un mundo así interno, es un corazón gigante, se puede decir, y para descubrirlo no hay de otra que estar practicando. Cada obra te enseña un pedacito de lo que está pasando, por qué pasa esto o por qué se hace esto”. 

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(Irapuato, Gto. 1963) Movido por conocer los afanes de las personas, se adentra en las pulsiones de su vivir a través de la expresión literaria, la formulación de preguntas, el impulso de la curiosidad, la admisión de lo que el azar añade al flujo de los días. Cada persona implica un límite traspuesto, cada vida trae consigo el esfuerzo consumado y un algo que debió dejarse en el camino. Ponerlas a descubierto es el propósito, donde quiera que la ocasión posibilite el encuentro. De ahí la necesidad de andar las calles, de reflexionar en voz alta para la radio, de condensar en el texto la amplitud vivencial.

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