Inicio Equis Historia EL “ZORRITA”: OFICIO ZAPATERO DE LOS NIÑOS, PERDIDO CON LA INDUSTRIALIZACIÓN

EL “ZORRITA”: OFICIO ZAPATERO DE LOS NIÑOS, PERDIDO CON LA INDUSTRIALIZACIÓN

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“A ver, zorrita, váyase por unos refrescos, pero primero ponga a remojar los cortes”.

Eran tres las categorías en las “picas” (talleres artesanales) de calzado en el León de mediados del siglo XX: “zorrita” (niño aprendiz de zapatero), “oficial” (adolescente aprendiz y ayudante) y “maistro” (el que ya podía dedicarse al oficio).

El “zorrita” era el aprendiz primario, un niño de entre 6 y quizá hasta los 12 años que hacía mandados y aprendía los principios básicos de hacer zapato: remojado de cortes, acomodo de hormas, limpieza del espacio y mirar mucho y preguntar poco.

El “oficial” ya podía pegar suelas y tacones, montar y desmontar cortes y, con el tiempo, mostrar que ya era merecedor de sus primeras “tareas”: hacer zapato completo, por docenas.

Niño aprendiz de zapatero, fotografía anónima, Nápoles, Italia, 1948.

León, una gran pica

Era menester ganarse unos pesos en la “pica” para ir al Nou Camp a ver jugar al León; los más bravos acudían a La Martinica para echar porras al Unión de Curtidores. La lucha libre era en la Arena Isabel y los Lechugueros echaban básquet en el salón Renovación de las instalaciones de la feria. Luego llegaron los Cachorros y los Bravos de León en el domingo Santana, con el panameño Iván Murrel como el ídolo.

Posters con las fotos del Chino Estrada, Roberto Salomone, Chepe Chávez, la Pájara Fuentes, Jorge Davino, Alberto Albretch, el Cocodrilo Valdez y la Pantera Rosa Miguel Darío Miranda, entre otros.

En el otro extremo, sacadas de los periódicos, Lorena Velázquez, Fanny Cano o Elsa Aguirre en traje de baño y la foto de Ana Bertha Lepe con su corona de reina de belleza. “Voltéese pa’llá, oficial, porque luego se la va a andar jalando”.

El juego del albur era la distracción y la demostración de habilidad verbal y mental. Canciones de José Alfredo y el Charro Avitia, Lola Beltrán y el ya mítico Pedro Infante, junto a Sandro de América, Palito Ortega y el rock de los sesenta con Quique Guzmán y César Costa.

Ezequiel, el Pinocho, cortador por oficio, escuchaba a los “bitles” y presumía de culto porque se casó con una maestra de primaria. José Luis, el zapatero, también se casó y se hizo protestante. Presumió el lunes la nota publicada en la sección de sociales de El Sol de León, donde decía que se fue de luna de miel a Puerto Vallarta, justo el mismo día que trabajaba.

Ser “zorrita” era el destino en el León setentero, con el Loco Valdez castigado por decirle “Bomberito” a Juárez y hacer enojar a Luis Echeverría con “Los precios suben, los precios bajan… y el pelón a viaja y viaja”.

Ah, tiempos de las cáscaras sabatinas contra los del taller de la esquina, de los lunes de cine en el Coliseo, tres películas por un mismo boleto, todas viejas, que luego sería normal verlas por televisión.

Picas de calzado en León (imágenes de mayor dimensión); “Zorrita” y “oficial” de picas zapateras (Fotografías: Archivo Histórico Municipal de León).

Ser “zorrita” era empezar conociendo los “puntos”: del 18 al 21 si es para niños o niñas; del 21 al 24 si es para dama; del 24 al 27 si es para caballero. A limpiar las hormas, a aprender a “embarrar” el pegamento con las manos (“no ande oliendo esa chingadera, oficial”), de frotarlas para despegar cemento o pegamento y armar bolas para jugar a rebotarlas.

La suela era de 12 “fierros” (milímetros). Se lijaba a mano, luego la lamían y con un hueso se le daba brillo.

El zapato era colocado en “carretillas”, que eran estantes de fajas de madera. Una vez terminado, el calzado era colocado una parigüela (bastidor de madera que medía 1.50 por 1.80 metros) con 30 a 40 pares. Estas parigüelas estaban en los patios de las casas y en caso de lluvia, los zapateros corrían a recogerlos. Era parte de la labor de “zorritas” y “oficiales”.

Solamente algunas picas contaban con máquinas de pespuntar. Las herramientas que usaban, cuchillas, leznas y chairas se hacían en las fraguas de la ciudad, como la de los Vilches en El Coecillo.

Cuando el “zorrita” tenía cierto conocimiento, comenzaba a hacer tareas más complicadas y subía a la categoría de “oficial” (aunque había quien llamaba indistintamente así a todo ayudante) y de ahí a ser “maistro” sólo era cuestión de tiempo. La carrera iniciaba entre los 6 y los 10 años de edad y entre los 16 y 18 años un buen aprendiz podía ya “chambear” por su cuenta en las “picas” de la ciudad.

La nostalgia

Empresarios, abogados, artistas y hasta periodistas leoneses fueron “zorritas” en su niñez. Jesús Vázquez García, director General de calzado Vavito, fue “zorrita” en el taller de su padre. Aprendió costura, ensuelado, entaconado y otras funciones del calzado cuando era artesanal su fabricación.

Pero llegó el fin de siglo y las máquinas fueron supliendo a las manos; las agujas gigantes y los hilos de cáñamo fueron sustituidos por “máquinas de codo”; las máquinas pespuntadoras y las suajadoras hacían el trabajo de días en horas y acabaron los riesgos de cortaduras con afilados cuchillos afilados con piedra y lija.

Con la apertura del mercado con el Tratado de Libre Comercio habría de llegar el calzado chino. Las picas que ya de por sí eran apabulladas por talleres tecnificados, acabaron por cerrar y quedar sólo unas cuantas, para producción especial o trabajo de remendón.

Luego llegaron los derechos de la niñez y la ampliación de la oferta educativa y con ello el derecho a los niños a estudiar y divertirse. Ser “zorrita” pasaba a la historia.

Ser leonés y ser niño implicaba casi por obligación ser “zorrita” en algún momento de la vida.

Aprendiz de Zapatero, obra de la pintora Lola Tapia Izquierdo y Zapatero remendón en 1932, obra del pintor leonés Jorge Barajas.

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