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ENTRE MUROS DE PIEDRA, LA ESPERANZA EN FORMA DE MUJER

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Existe en Guanajuato un lugar que antiguamente fue el casco de una hacienda de beneficio de metales del siglo XVII, cuando la minería estaba en pleno auge. Muchos años después, estando ya en ruinas, el lugar floreció convirtiéndose en una majestuosa Casa Museo que albergaría las artes y tendría las puertas abiertas a artistas y creadores. 

Quiso el destino que a ese lugar marcado por el sudor y las lágrimas de quienes trabajaron en las entrañas de la tierra llegara una descendiente de mineros para cambiar el sufrimiento por música, arte, sensibilidad y amor. 

Estela Cordero impone con su presencia a pesar de su serenidad y su silencio, es generadora natural de encuentros, crea vínculos que fusionan talentos. Abre las puertas a la esperanza para que no muera la cultura.

La Ex Hacienda Santa Ana y Estela nacieron una para la otra: “Mis bisabuelos tanto paternos como maternos eran trabajadores de las minas. Para mí este es un espacio familiar y mágico que me remonta a mis ancestros”.

Estela Cordero es la mayor de 12 hermanos: “en casa siempre había mucha algarabía, mi mamá nos llevaba al Cantador o a la estación del Ferrocarril a esperar a la Burrita …mi papá fue mi mejor ejemplo porque era honesto y trabajador, estaba a favor de los derechos de los mineros en la cooperativa y luchaba por que les pagaran lo justo… tanto mi padre como mi madre nos inculcaron valores morales y sólidos. Nos enseñaron con el ejemplo a ser solidarios”.   

Así es como al paso de los años, una joven Estela enamorada decide estudiar Relaciones Industriales siguiendo al muchacho que era su amor platónico con la esperanza de que esto los uniera. Pero también porque vio en esta profesión una forma de poder ayudar algún día a los trabajadores en su desarrollo. Más tarde estudió un año de Derecho Laboral, lo que ahora le ayuda en la realización de contratos para su propio Museo. 

Al mismo tiempo que estudiaba comenzó a trabajar para pagarse sus estudios y ayudar a la economía familiar. Es entonces cuando conoce a quien marcaría su destino: el doctor Virgilio Fernández del Real, en ese tiempo casado con la pintora canadiense Gene Byron.

Virgilio Fernández y Estela Cordero, en la fotografía junto a una imagen de la Casa de Estela y Virgilio (Fotografías de Estela Cordero).

En 1980 ingresa a la secretaría del Taller de Artesanías del doctor Virgilio y Gene Byron, y es así como el encuentro entre el lugar mágico y ella se concreta. “Donde ahora es la cocina de Puscua era el taller y resultaba muy interesante ver la habilidad que los artesanos tenían para trabajar”. 

En 1988, une su vida a la del doctor Virgilio, ahora viudo, y eso le abre las puertas a un mundo fascinante en el que el encuentro con grandes artistas e intelectuales era parte de lo cotidiano, como festejar en la Hacienda el cumpleaños del maestro José Chávez Morado cada 4 de enero o pasar la tarde con la familia Echánove. Al lado de Virgilio, la cultura, la pintura, la música y las artes la abrazaron. 

Años más tarde el Dr. Virgilio fue candidato a alcalde, al acompañarlo en sus recorridos conoció cada una de las comunidades. Le dolió la pobreza y la carencia. Ambos tenían el sueño de mejorar la vida de estas personas, ayudarlas a tener servicio médico y transporte. Y aunque este deseo no se pudo concretar, estas vivencias despertaron en Estela aún más su sensibilidad y espíritu solidario.

La Ex Hacienda de Santa Ana se convierte en la Casa Museo Gene Byron en 1997 haciéndose cargo ellos del cien por ciento de la manutención del lugar con los ahorros de toda la vida: “Un día, Virgilio dijo que deseaba hacer de la casa un Museo y habló con el Centro Cultural Arte A.C. Les regaló la casa con todo lo que había adentro, pero con el tiempo la asociación desapareció y le devolvieron todo, por lo que la tomamos en nuestras manos”. 

Los diseños de Gene cobraron nueva vida ya no solo en la metalistería sino también en el tallado de madera, lo que ayudó a los artesanos de Apaseo a florecer. Mientras que los artesanos de latonería que antes de llegar al museo solo hacían cubetas y juguetes de hoja de lata se especializaron. 

Por la ahora Casa Museo Gene Byron han circulando innumerables artistas plásticos, pintores, músicos, escritores, talleristas y también artesanos de todo el estado.  

“Virgilio tenía el sueño de convertir el espacio en un centro cultural en el que los nuevos valores en todas las artes contaran con un lugar para expresarse. Yo he perseguido junto a Virgilio el sueño de este espacio cultural. Hemos logrado el objetivo”.

El 20 de mayo, la Casa Museo Gene Byron cumplió 26 años de tener sus puertas abiertas y a pesar de eso aún hay muchos guanajuatenses que no la conocen.

“La cultura es para todo mundo. Hay personas que piensan que el Museo es un centro de extranjeros, pero no, es para todos. Los domingos de concierto son muy bonitos… me siento muy contenta porque de pronto veo estudiantes que hicieron sus pininos con nosotros y ahora, ya graduados, están contratados en Viena, en Chicago, en Bélgica, en Alemania. Están triunfando. Me siento muy orgullosa de ellos, sin embargo, en México aún hay quien no los conoce”.

Al fallecer el doctor Virgilio Fernández del Real, Estela decide continuar el sueño: “A veces me dan ganas de cerrar por los gastos que implica, pero he pensado que daré de plazo tres años para que el museo pueda sustentarse y si no resulta lo cerraré. Hay una parte de la torre que se está cayendo y aunque ya tenemos el permiso del INAH para restaurarla no hay dinero suficiente para hacerlo”.

Imagen del Museo Gene Byron y de Estela Cordero junto a una pintura retrato de Virgilio Fernández  (Fotografías de Estela Cordero).

Es así que aprovechando la magia y el encanto del lugar, ahora también es posible alquilar el espacio para celebrar bodas, reuniones, XV años, cumpleaños… “La gente que llega a conocer la Hacienda se queda impactada al ver los espacios… Últimamente muchas parejas han venido a casarse aquí y se van muy felices porque les encanta y quedan maravillados”. 

Muy cerca del Museo, la casa en la que Estela vivió con el doctor Virgilio, ahora se ha transformado en un hotel y restaurante con herencia cultural conformando ambas propiedades el Corporativo Santa Ana. Ahí se ofrecen desayunos y comidas, los domingos de buffet se reúnen en torno a la mesa las familias y los protagonistas culturales del momento, para desayunar. 

¿Y es que acaso puede la vida resistirse ante tanta magia? Estela Cordero, siempre sensible y soñadora, habita en la torre del mágico lugar rodeada de sus recuerdos, sus libros y sus sueños entre muros que cuentan historias y el arte que florece. Ella es el corazón de un lugar que sigue en pie, latiendo, resistiéndose a morir. 

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