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MAESTROS REVOLUCIONARIOS O QUE FUERON DESOREJADOS POR LOS CRISTEROS, LAS RAÍCES DEL HOMENAJE AL MAGISTERIO

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El Día del Maestro se instituyó oficialmente en 1918, bajo la premisa de que el maestro había sido factor decisivo del progreso de la nación y dado que los maestros fueron de los primeros en unirse al movimiento revolucionario de 1910.

Durante la Revolución Mexicana, los maestros, tanto hombres como mujeres, jugaron un papel importante al ir más allá de la enseñanza. Actuaron como propagandistas, reclutaban voluntarios y difundían la ideología revolucionaria. Muchos maestros rurales se involucraron directamente en la lucha, incluso redactando importantes documentos como el Plan de Ayala. Entre ellos sobresalen: 

Librado Rivera, egresado de la Normal de San Luis Potosí. Opositor a la dictadura de Porfirio Díaz, se encargó desde 1905 de difundir las ideas anarquistas que compartía con Ricardo Flores Magón.

Elvia Carrillo Puerto, discípula de la luchadora feminista, poetisa y profesora Rita Cetina. Participó en los movimientos feministas y obreros durante la época revolucionaria en Yucatán, sobre todo en contra del gobierno de Salvador Alvarado.

Docentes de Guanajuato: el silaoense Cándido Navarro, que se sumó primero al maderismo y luego se unió a Zapata; y la capitalina Elena Torres Cuéllar, docente de ideas socialistas.

Otilio Montaño, profesor rural de Morelos unido al movimiento maderista al lado de Zapata. Fue uno de los autores intelectuales del Plan de Ayala, escrito de la lucha zapatista.

Dolores Jiménez y Muro, profesora rural, también bajo la protección del zapatismo en Morelos. Fue poetisa, activista y periodista de la época, además de ayudar en las primeras campañas de alfabetización.

Manuel Chao, maestro en Durango y Chihuahua. De este último estado se convirtió en gobernador por breve período tras unirse a la División del Norte; posteriormente, fue gobernante del Distrito Federal.

Paulina Maraver Cortés, proveniente de la Escuela Normal de Puebla, participó en el movimiento anti reelección de los hermanos Serdán y posteriormente luchó junto a los zapatistas.

Antonio I. Villareal, graduado como profesor por la Escuela Normal de Monterrey, llegó a ser general del Ejército Constitucionalista y fue miembro fundador del Partido Liberal Mexicano en 1911.

Beatriz González Ortega, directora de la Escuela Normal de Zacatecas, instauró un puesto de atención médica durante la batalla en el mismo estado.

De Guanajuato destacan el silaoense Cándido Navarro, que se sumó primero al maderismo, rompió con Madero y luego se unió a Zapata; y la capitalina Elena Torres Cuéllar, docente de ideas socialistas que junto a Elvia Carrillo Puerto participó en el movimiento zapatista.

Fue por ellos y ellas que el gobierno de Venustiano Carranza creó el Día del Maestro, pero el reconocimiento sería después mayor debido a que al sumarse a los gobiernos revolucionarios enfrentaron al fanatismo religioso: entre 1926 y 1929, los cristeros desorejaban, colgaban, asesinaban y quemaban vivos a los maestros normalistas por enseñar nuevas ideas basadas en el laicismo. Los tacharon de herejes y los tomaron como respuesta a los abusos y crímenes que contra ellos ejercía el ejército federal callista como justificación para torturarlos y darles muerte.

Los mártires de la educación

El 15 de mayo de 1935, Lázaro Cárdenas instituyó que se pronunciaran los nombres de aquellos mártires de la educación. Presidió una ceremonia en honor de los educadores asesinados o desorejados por los cristeros, y dispuso que cada año, en esa fiesta cívica, se leyeran los nombres de 10 de esos mártires de la educación.

En esa época, los intentos de implantar la enseñanza socialista y los rudimentos de la educación sexual en las escuelas primarias motivaron reacciones violentas de grupos de fanáticos que destruían escuelas y libros de texto, asesinaban, mutilaban y ultrajaban a maestras y maestros rurales:

María Rodríguez Murillo. La madrugada del 26 de octubre de 1935, los cristeros le advirtieron a la maestra que se fuera del pueblo; como no lo hizo, la violaron, la golpearon, la amarraron con una soga de los pies y la arrastraron a galope de caballo por el camino terregoso que lleva a la salida de Huiscolco. Le cortaron los senos y los colgaron en arbustos localizados en la orilla del camino. Uno a la derecha, otro a la izquierda, como ejemplo, para que los demás maestros rurales desistieran de impartir educación que calificaban de socialista (véase David L Raby, Educación y revolución social en México, 1921 a 1940, SEP, México, 1974, p. 137; Salvador Frausto Crotte, “Maestra María R. Murillo. Víctima de fanatismo y rencor religioso”, El Universal, 17 de junio de 2001).

En la primera imagen: “Acto de apoyo a los maestros ‘desorejados’, en 1934; con ellos están David Alfaro Siqueiros y Valentín Campa. (Autor desconocido)”. En la segunda imagen: los maestros mártires de Teziutlán. 

Así asesinaron a la maestra María Rodríguez Murillo, una profesora muy dedicada, que trabajaba en Huiscolco, municipio de Tabasco, Zacatecas. A la mañana siguiente del sangriento asesinato, el cura del lugar dijo misa y absolvió a los asesinos. Murillo fue acusada de ser comunista y de apoyar el reparto de tierras, mientras que la gran mayoría del clero condenaba el agrarismo y amenazaba a los campesinos que recibieran tierras con los castigos eternos del infierno. La maestra se había enfrentado con el cacique del lugar porque él no quería que sus trabajadores aprendieran a leer y escribir, mientras que el cura la tachaba de hereje.

Carlos Toledano. En la misma época, en la región de Tlapacoyan, cerca de Altotonga, Veracruz, de acuerdo con Indalecio Sáyago, político mexicano que en esa época era maestro rural: “Los terratenientes, los ‘guardias blancas’, los acaparadores de los productos del campo, los curas, organizaron la más feroz campaña en contra de los trabajadores de la educación: maestras violadas y mutiladas de los senos, profesores desorejados y asesinados. En esos días, un grupo de ‘guardias blancas’, en pleno día, rodeó la escuela donde estaba laborando el maestro Carlos Toledano. Lo ataron con alambre de púas de pies y manos. Con los muebles de la escuela, cuadernos y libros hicieron una hoguera y lo quemaron vivo frente a sus alumnos” (Miguel Baltazar Vázquez Altotonga, Un pueblo con historia, Altotonga, Veracruz, 2005, pp. 231-232).

Los mártires de Teziutlán. El 15 de noviembre de 1935, en Teziutlán, Puebla, fueron asesinados, en sus escuelas, en presencia de sus alumnos, tres maestros rurales: Carlos Sayago Hernández, en La Legua; Carlos Pastrana Jiménez, en Ixtipan, y Librado Labastida Navarrete, en San Juan Xiutetelco; a quienes apuñalaron al grito de “¡Viva Cristo Rey!”. Los cristeros se pusieron de acuerdo para matarlos al mismo tiempo y secuestrar a la profesora Nieves González, de 20 años, a quien se llevaron para ultrajarla. En uno de sus partes de guerra, los cristeros se jactaron de haber asesinado a esos profesores. Las víctimas fueron Librado Labastida, de la escuela de Santiago, municipio de Xiutetelco; Carlos Sayago, de la escuela La Legua, y Carlos Pastrana, que prestaba sus servicios en la escuela rural de Ixtipan. Todos han sido muertos y estampados aquí sus nombres, para ignominia de los mismos (Consuelo Reguer, Dios y mi derecho, Tomo 4, Jus, México, 1997, p. 532). En Teziutlán, año con año, se lleva a cabo una ceremonia en honor de los maestros mártires, y en el centro del poblado hay tres placas conmemorativas.

Micaela y Enriqueta Palacios. En el local de la Sección 47 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, en Guadalajara, se exhibe el mural En honor a los mártires de la educación, del profesor David Carmona, colocado el 7 de diciembre de 2007, junto con una placa conmemorativa con los nombres de maestros y maestras asesinados o mutilados por los cristeros. Desde hace décadas, el sector magisterial ha procurado rendir homenaje a los maestros mártires, y se tenía el proyecto de construir un monumento en Guadalajara en honor a ellos, mismo que fue abandonado en 1995 con la llegada del Partido Acción Nacional al poder. En la placa conmemorativa se mencionan a las maestras Micaela y Enriqueta Palacios, agredidas el 19 de noviembre de 1935. La prensa de la época reportó los graves atropellos que las profesoras sufrieron de un grupo de sublevados que asaltó la escuela oficial de la ranchería de Camajapita (en los Altos de Jalisco).

“Cerca de las 23 horas se presentó un grupo de alzados. (…) Violentamente sujetaron al padre de las muchachas, atándolo con una soga al cuello, en tanto que las profesoras sufrían toda suerte de atropellos y vejaciones. Seguidamente los hombres de la partida les dijeron que iban a proceder a un gran escarmiento por impartir educación socialista, y sin escuchar los gritos y lamentos de las infelices mujeres ni las imprecaciones del padre, procedieron a cortar con un enorme cuchillo una oreja a cada una de las profesoras y al padre originándoles una fuerte hemorragia. Los asaltantes agregaron que si permanecían en la ranchería ellas, estaban dispuestos a regresar para matarlas. Antes de partir, quemaron gran cantidad de libros de texto y los títulos oficiales de las profesoras y destrozaron los muebles y las puertas.”

Entre 1926 y 1929, los cristeros desorejaban, colgaban, asesinaban y quemaban vivos a los maestros normalistas por enseñar nuevas ideas basadas en el laicismo.

Vicente Escudero: héroe de la Prevocacional. Tenía apenas 16 años. Fue uno de los alumnos de la Prevocacional número7, Rafael Dondé, que por su alto desempeño escolar fue propuesto para ocupar las plazas de maestro rural en 1934. Ese mismo año se trasladó al poblado de Santa Mónica de viudas, en Valparaíso, Zacatecas, para desarrollar su labor, pero pronto fue víctima del odio de los cristeros, que lo acusaban de ser comunista y ateo. El 5 de abril llegaron hasta su casa unos 70 de ellos, cuando el joven profesor se estaba vistiendo para ir a dar sus clases. Lo apresaron, lo arrastraron, le desollaron las plantas de los pies, le cortaron las rodillas con un cuchillo, y así, ensangrentado y con lágrimas en los ojos, lo apedrearon y luego lo colgaron de un árbol, pues los fanáticos lo consideraban un “anticristo” que ofendía a la Iglesia.

Fueron sólo parte de una realidad cotidiana: los cristeros colgaban los cuerpos a la vera de la vía del tren para que sirvieran de escarmiento a “ateos comunistas y herejes, enemigos de la religión”. En el caso de Guanajuato, las principales agresiones de cristeros hacia profesores fueron en el municipio de San Felipe.

Son héroes y mártires que dan sentido al Día del Maestro (y la Maestra).

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