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PAULO ESTRADA: LA HISTORIA DE UN ESPECTRO URBANO CON LA GUITARRA AL HOMBRO

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Él no usa sus manos para crear figuras o formas, pero sí se vale de sus dedos para pulsar las cuerdas de su compañera inseparable: la guitarra. Es un artesano de la música que ha logrado asirse con fuerza a su sueño para hacer de su pasión una forma de vida y, como los bardos en la antigüedad, va de aquí para allá cantando lo que ve, lo que siente, lo que ama, lo que duele.

Cuenta que siempre le gustaron los escenarios, y que desde muy chico, a escondidas de su madre, se inscribía a cursos de baile en la Casa de la Cultura. Al mismo tiempo también escribía: “un día le mostré a un tío algo que había escrito y él me retó a ponerle música en un mes. Yo sabía muy pocos acordes entonces, pero aún así lo intenté y me di cuenta que era posible. Desde entonces nunca paré de escribir”.

Y tampoco dejó la música. Comenzó a viajar llevando así sus canciones a otras partes y anexándose a otros proyectos musicales en Irapuato, en el Caribe y a donde sea que viajara: “Me muevo con la música”, afirma. Y es que se pueden cerrar los ojos a lo que llena el alma pero hay quienes como Paulo deciden darle la mano a su pasión y otorgar a través de ésta un sentido a su existencia.

Paulo Estrada: Spktro Sonoro, artista urbano.

Mientras tocaba con otras bandas también trabajaba, por eso es que cuando vivía en Cancún y llegó la influenza se quedó sin su empleo pues todo cerró, y eso lo obligó a tomar la gran decisión de su vida: Volverse artista urbano para sobrevivir.

“Durante un tiempo, hace años, en Irapuato tuve una banda —nos comparte— se llamaba SpktrosSonoros. A raíz de esto decidí llamarme Spktro Sonoro no solo para hacer referencia a la música sino en realidad a todos los matices que hay en la vida, en el arte, en el color… y porque a final de cuentas somos energía, como ese espectro de colores que nos acompaña y nos define”.

Spktro comenzó a llegar con su música a la calle, a los restaurantes, a los camiones, a las plazas descubriendo otro mundo: el de las sonrisas, la mirada de la gente, y especialmente la grandiosa magia que habita en los niños: “Los niños son los más sorprendentes, cuando entro en un restaurante ellos están en soledad mientras los adultos platican. Así que cuando la música comienza enseguida me atrapan con su mirada, hablan conmigo a través de los ojos, me regalan su sonrisa”.

Sin embargo, también existe la otra cara en el andar de los artistas urbanos, y Paulo, ahora convertido en Spktro nos cuenta: “La calle no es fácil, dependes del clima, estás expuesto a muchas cosas. Hay personas que son agresivas o a las que no les cae muy bien que un extraño llegue a hacer ruido aunque solo se quiera compartir música de corazón. Pero esto es lo que me hace más fuerte y me inyecta ganas de salir adelante. Hay cafés o locatarios que no me permiten entrar a cantar, pero también hay gente muy buena que siempre apoya”.

Para la sociedad sigue siendo extraño entender a quienes conciben otras formas de vida, diferentes, libres, que saben ver con ojos sensibles lo que les rodea, tal y como hacen los artistas urbanos, por lo que es parte de lo habitual enfrentar la marginación o el rechazo de quienes no abren su mente aún a la diversidad cultural llenándose de prejuicios que limitan las expresiones artísticas.

Spktro ha descubierto que la guitarra, la música y la alegría de una buena canción cambian el ánimo de las personas para bien, les alegra el día y es capaz de mejorar la vibra de esa jornada para quienes la escuchan. Porque cuando el escenario es la calle misma las posibilidades se multiplican y la rebeldía surge dispuesta a cambiar los ánimos.

Su género es el reggae acústico, porque prefiere rolas más tranquilas con las que puede dejar un mensaje a través de sus letras, las que escribe motivado por sus experiencias personales y en las que habla del poder que todos tenemos para salir adelante, del amor y el desamor, de las pérdidas y lo cotidiano desde su peculiar visión de todas las cosas aderezada con la fuerza que poseen quienes han visto las caras grises de la existencia.

Spktro Sonoro, con su compañera de ruta, de vida, de profesión.

Y todo esto sucede con su guitarra, la misma que él considera su vida y su salvación. Ella es su compañera de ruta, de vida, de profesión. “Cuando camino por la calle llevando mi guitarra al hombro y mi esposa llega a golpearla sin querer me dice: perdón, le pegué a tu mujer”.

Y con esta mujer que vibra y canta, Spktro recorre las calles de Irapuato, es muy fácil reconocerlo porque lleva el cabello largo en rastas, lentes oscuros cubren sus ojos, siempre tiene una gran sonrisa en el rostro enmarcada por el bigote y la barba, y viste cómodamente.

Su compañera de viaje más entrañable ha estado con él desde hace diez años, y la tiene como recuerdo en su casa, está descansando de las andanzas y las experiencias compartidas. La que hoy lo acompaña apenas ha cumplido un año a su lado, y sin embargo tiene ya tanto qué contar y mucho por cantar junto a Spktro… ese músico, poeta, artista urbano, padre y esposo amoroso que se abre camino en la vida paso a paso… canto a canto.

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