Parte 2: el periodismo, su amor ingrato
“El periodismo es como los amores ingratos: entre más maltrato nos dan, más los quiere uno”. Así se expresaba Arturo González González para explicar por qué se aferraba a una profesión donde lo habían reprimido, quisieron internarlo en un manicomio y lo relegaron por sindicalista.
Como se describe en la primera entrega: luego de que no pudiera ejercer su vocación de docente ni de burócrata, tuvo la alternativa de ejercer su otra vocación: el periodismo.
De su cuñado Alejandro, quien se lo llevó a los seis años de edad a estudiar a la ciudad de México, Arturo escuchó la primera definición de lo que es un periodista:
“Es el hombre que busca noticias y las escribe, para que se den a conocer a toda la gente. Debe ser honesto, sincero y decir siempre la verdad. El periodista tiene una fuerza moral tan grande que por medio de su opinión puede hacer derrocar reyes. Puede ser una guía para lograr causas nobles, o líder promotor de doctrinas sociales”.

Los inicios
De 1943 a 1948 fue escribiente en el Juzgado Único de lo Penal que se encontraba en la Alhóndiga de Granaditas, a la vez que era corresponsal de La Prensa en la ciudad de Guanajuato.
En 1948 le ofrecieron una plaza en el Juzgado Tercero Municipal de la ciudad de León como secretario, con turno matutino, auxiliando por las tardes al abogado José Trueba Olivares, quien le permitió escribir columnas y artículos de crítica en su periódico La Voz de León.
En 1950, Rodrigo Moreno Zermeño, presidente municipal de León, a quien había conocido como abogado litigante, lo recomendó con el director general de El Sol de León, diario que tenía dos años de apertura y era el más moderno de su tiempo, para que lo contratara como colaborador para encargarse de las noticias de la Presidencia Municipal, a cambio de una gratificación semanal de quince pesos. De esa manera Arturo González se convirtió en periodista profesional.
En 1951 se casó con Beatriz Cornejo Escoto, originaria de Encarnación de Díaz, Jalisco, con la que procreó tres hijos: Aurelio, Luis y María de Jesús.
Trayectoria y experiencias
Arturo González trabajó 28 años en El Sol de León. Fue fundador de Noticias Deportivas, que se publicaba los domingos por la tarde, y Noticias Vespertinas, de aparición diaria, que pasó a ser uno de los clásicos del periodismo policiaco de la ciudad.
Desde esa trinchera realizó campañas de reforestación y defensa de los bosques de Guanajuato. Le tocó vivir el asesinato de Primo Torres, su amigo y compañero, y él recibió desde amenazas contra su vida y hasta intentos de soborno. Así narraba una de sus más escuchadas anécdotas:
En esa etapa de recorridos por la Sierra de Santa Rosa, espacio defendido por Primo Torres contra la voraz deforestación, encontró a unos hombres armados que se dijeron cazadores. Como la noticia era la tala, no centró su atención en los hombres, que en realidad eran un grupo paramilitar que entrenaba en la zona. Semanas después supo de un puñado de jóvenes guerrilleros que zarparon de Veracruz en el barco “Granma” rumbo a Cuba y atacaron la isla. Al ver las fotos identificó a esos “cazadores” que tenían un “acento muy curioso, como costeño”. Sin saberlo, afirmaba, se había topado con Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro.
Organizó festivales para el día de las madres en las colonias populares, apoyó a grupos artísticos y culturales que se organizaban en las distintas colonias cuando no existía la Casa de la Cultura en la ciudad, como el grupo de teatro “Thalía”, al grupo de ajedrez “Leoncitas”, la “Agrupación Juvenil” de la Colonia Oriental, el “Club Artístico Amado Nervo”, el grupo teatral del “Instituto América”, grupo “Criks”, el “Grupo Amigos del Arte”, el club “Manuel Garay”, el “Teatro Activo de León AC”, el grupo literario “Oasis”, el “Club de Ajedrez Capablanca”, la “Liga de Fútbol de Calzado Blasito”, y muchos más.
También fue entusiasta promotor y difusor de las actividades de la “Agrupación Artística Miguel Bernal Jiménez”, de la “Sociedad Leonesa de Conciertos” y recibieron su apoyo noveles cantantes y artistas de la ciudad.
Durante su trayectoria como periodista recibió el Premio Nacional de Periodismo “Francisco Zarco”, por crónicas de la Olimpiada Cultural en 1968. Lo recibió el 4 de octubre, dos días después de la masacre, que lo marcó en su postura de repudio a la represión. En 1970 ganó otro Premio Nacional por reportajes turísticos. Habría más certámenes ganados, especialmente por sus escritos literarios.
Fue un reportero crítico e inquieto, en constante cuestionamientos a políticos y a los directivos de la empresa. Tanto así, publicó en su autobiografía, que en 1974 intentaron, con engaños, encerrarlo en la Clínica de Recuperación para Enfermos Mentales de San Pedro del Monte. El médico que certificaría su “locura” era amigo, gracias a la cobertura periodística, y evitó el internamiento.
La vena crítica y la sensibilidad social del profesor estuvieron presentes en entrevistas y reportajes que continuó publicando entre amenazas y censura, así como en la reflexión sobre la situación del gremio: en 1978, fue fundador y Secretario General del Sindicato de Trabajadores de Editora de León, agrupación sindical de El Sol de León, hecho que culminó con un paro de labores que pudo ser superado por la empresa, perteneciente a la poderosa cadena de periódicos “García Valseca”.
No se pudo formar el sindicato: un sector de periodistas se mantuvo leal a la empresa, otro se fue a laborar a otros medios, entre ellos el naciente a.m., pero el movimiento encabezado por Arturo González dejó un precedente en la lucha por la dignificación del gremio periodístico.
Docencia y periodismo, sus dos amores
Reconocido por su combatividad y capacidad, tuvo el apoyo de diversos sectores para fundar y dirigir varias publicaciones, entre ellas: Voz, expresión de Guanajuato; Participación, comunicación de perspectivas; Presencia, un periódico distinto; Leonés, ésta es tu policía; y Lechugueros, revista de béisbol. Fue además corresponsal de las publicaciones cubanas Granma y Bohemia.
Años después de su salida de El Sol de León, recibió de Edmundo Santos Escobedo, en ese momento director de la Escuela de Periodismo y Ciencias de la Comunicación de la Universidad del Bajío (UBAC), una invitación para impartir materias de periodismo. Empezó su labor docente en agosto de 1982. De esa manera coincidieron sus vocaciones de periodista y docente. Colaboró en la UBAC y fue padrino de las generaciones 1983-87 y 1985-89.
Formó a sus alumnos y alumnas a partir de su experiencia a los estudiantes, con un sistema de enseñanza sustentado en la práctica y a partir de la cobertura de los acontecimientos que se registraban en la ciudad.
Entre sus pupilos y pupilas estuvieron Francisco Javier Mares Ponce (el más reconocido cronista y reportero de nota roja del Guanajuato contemporáneo), Felipe Zavala, Pilar Alba, Graciela y Esther Nieto Urroz, Rosario Vela, José Luis Reynoso, Ignacio “Nacho” Velázquez, Refugio “Cuco” Pedroza, Antonio Bueno Ramírez, Judith Padilla Sosa y Francisco Montaño, por citar los que alcanza la memoria.
Entre quienes ya no están físicamente se encuentran Silvino Chávez y José Antonio Martínez (fallecidos en la caída el helicóptero donde viajaba Ramón Martín Huerta) y más recientemente, Antonio Rocha Pedrajo
En sus últimos años de existencia física, el “profe” Arturo colaboró en diversas publicaciones, entre ellas la revista Tiempos, del Archivo Histórico Municipal de León, donde dio a conocer el adelanto de un libro sobre la historia de la prensa leonesa, que —entre otros— no alcanzó a terminar.
No me lloren a gritos ni se vistan de negro
El 1998, la UBAC (hoy Universidad de la Salle Bajío) le puso su nombre a uno de sus auditorios. Dos años más tarde, el martes 28 de marzo de 2000, Arturo González González fallecía.
Su partida conmocionó al gremio periodístico, pues en muchos periodistas (incluidos quienes no fueron sus alumnos en la UBAC) proyectó el espíritu del periodismo crítico con una sensibilidad social liberal y progresista. Su voluntad fue que lo incineraran, en ese tiempo un hecho poco común, y sus cenizas fueron colocadas —junto a las de su amada Beatriz Cornejo— en una cripta del templo de San Pío X, mientras un cantor interpretaba “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, canción favorita del Profe, quien en la autobiografía que le publicaran en Tiempos dejó escrita su voluntad ante el final de la vida:
Cuando yo haya muerto
no me lloren a gritos
ni se vistan de negro…
No me alumbren con cirios
ni sometan a fúnebres honras
mi frígido cuerpo.
¡No me esculpan en mármol
epitafios que yo no merezco!
Quiero sólo una lágrima
que nacida en el pecho
humedezca los ojos
de quienes me han querido…
Pero que no sea llanto
de grito lastimero,
sino sólo motivo
para guardar por siempre
mi constante recuerdo.
*Información de la autobiografía de Arturo González González publicada en la revista Tiempos del Archivo Histórico Municipal de León, en marzo/abril de 1997 y de entrevistas, reportajes y crónicas realizados por la periodista Graciela Nieto Urroz —quien fuera su alumna— y los periodistas Luis Alegre, Julio César Salas y Rodolfo Hernández Alvarado.