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EL OTRO GUANAJUATO: LA CUENCA DE LA PURÍSIMA

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Región de Guanajuato capital que no pide nada a otros paisajes.

El viejo Mo-o-ti no sólo está rodeado de minas: le circundan edenes de la naturaleza, desde la exuberancia de la Sierra de Santa Rosa, al norte, hasta el paisaje resucitado con las lluvias, al sur, en la cuenca de la Presa de La Purísima.

De Santa Rosa baja el agua para el río Guanajuato, convertido en la mancha urbana en Calle Subterránea, para emerger hacia el sur y pasar por Santa Teresa, Paseo de Perules y Cuevas antes de alimentar por el norte a la Presa de La Purísima.

Pero hay una serie de bajadas temporales de agua que se van hacia el oriente. Son arroyos que serpentean entre cerros casi pelones, cicatrices en la tierra que lucen cabellera verde cuando las nubes regalan el tesoro de la lluvia.

Paisajes que recuerdan a los valles europeos; al fondo (en la fotografía de la derecha), el cerro del Sombrero.

Unos pasan por Calderones y continúan por San José del Rodeo y El Tejaban; otro va por Agua Zarca y La Trinidad; otro más por La Sauceda, Media Luna y San Nicolás. Todos confluyen en las inmediaciones del nuevo Zangarro, comunidad que debió ser construida tras haber sacrificado al viejo pueblo novohispano para hacer la Presa.

Es una región que puede ser contemplada desde zonas altas, sea El Coyote o el icónico cerro del Sombrero, zona sagrada de los antiguos nómadas chichimecas y disputado por los invasores purépechas.

Está, además, inserta en la historia: más al sur San José de Llanos, la que fuera la Hacienda de Burras, desde donde Miguel Hidalgo planeó el ataque a la ciudad de Guanajuato en septiembre de 1810.

Rumbo al paraíso

La entrada fue por la carretera a Juventino Rosas (también sirve para ir a San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo, vía El Xoconoxtle).

La primera escala fue la comunidad de La Trinidad, donde se disfruta una Ciénega de aguas que suenan al paso. Más al oriente está el otro arroyo, el de San José del Rodeo, más ancho y, tras la temporada de lluvias, con pequeños cauces cristalinos gracias a algunos ojos de agua.

El tercero, en La Sauceda, el de mayor cauce. Con o sin lluvias, los tres lucen un zigzag de árboles que los distinguen por sobre el paisaje de cerros ralos y llanos sembrados por el temporal.

El viaje siguió hasta El Tejabán, para bajar hacia los llanos que otrora eran parte de la Presa. No ha llovido lo suficiente como para que La Purísima los recupere. Ahí pastan chivos y vacas y un campesino ara la tierra. Buenos días, señor.

Lugar donde se juntan los tres arroyos, e imagen que muestra los cárpatos creados por el agua.

El coche avanza evitando encharcamientos para que el lodo no detenga su exploración.

La Presa está a la derecha: al frente, el mar de rocas forjadas con el cauce del río que junta a los tres arroyos. El camino es a contracorriente, para detenerse a escuchar el paso del agua y contemplar los Cárpatos de caprichosas formas.

Es el momento de buscar camino, casi totalmente asfaltado ya y en algunos tramos pavimentado con piedra bola, que va de El Tejabán a El Zangarro.

Y ahí, al paso, cerca de San Nicolás, se encuentra un vado de piedra: al poniente, sigue el río hasta La Purísima; el oriente, el paisaje de una micropresa flanqueada por sabinos. Es un pedacito de Santa Rosa llevado al sur del municipio. Hora de la foto.

Tras el receso para refrescarse con agua de cebada fermentada, el viaje sigue hacia la parte alta de El Coyote y tomar la foto del llano, de un Bajío, dice mi acompañante, “que no le pide nada a la Toscana”. Salud por eso.

Lo histórico

Paso por El Zangarro, comunidad que fue pueblo virreinal, del que sólo queda su icónico templo de la Virgen María de los Dolores, inundado por la Presa el 15 de octubre de 1979. Su edificación data de mediados del siglo XIX, aunque hay fuentes documentales que sitúan su nacimiento en el siglo XVIII. El recinto católico combina los estilos neoclásico y barroco. Era el corazón de la comunidad del Zangarro, relevante desde la época virreinal porque ahí se situaban oficinas del registro civil y la vicaría de la entonces conocida como Villa Real de Mina de Guanajuato.

El fuerte del Sombrero y la Presa de La Purísima. 

Cuando hay sequías, sus muros asoman y es posible ir en lancha para contemplar la magnificencia que se niega a ser destrozada totalmente por las aguas que la cubren cuando llueve.

Ahora la comunidad tiene su nuevo templo y una plaza que ni en domingo luce alegre, con calles vacías de gente que va a Irapuato o la capital a hacer vida, pues ahí sólo encuentran tendajones. El lujo mayor son los comederos de pescados y mariscos, ubicados al poniente de la Presa. Los lugareños van por pollo y pizza de los centros urbanos.

La zona de la Presa La Purísima sirve para riego y para la recarga del acuífero Silao-Romita; el cuerpo de agua recibe los afluentes de los ríos Guanajuato, Chapín y La Trinidad. Presenta tres tipos de vegetación: bosque tropical caducifolio, vegetación acuática y subacuática y matorral xerófilo, alberga a 215 especies de fauna con 43 especies con alguna categoría de riesgo y/o endémica, y 137 especies de flora con 2 especies en la NOM-059-SEMARNAT-2010.

Al norte de El Zangarro y oriente de la Presa está el Cerro del Sombrero, que alberga vestigios prehispánicos y el acceso al área es principalmente por la comunidad de Puentecillas y Cuevas.

Pero el objetivo es buscar troncos secos para adornar un jardín. El six se terminó y hay que ir por unas mojarras fritas y una oscura y fría.

Una lancha espanta con su ruido las ánimas de los chichimecas, que tallan y pintan en las rocas de las cuevas de El Sombrero; importunan a quienes acuden a venerar a la Virgen de los Dolores y enfadan a las huestes insurgentes que van rumbo a la vieja Mo-o-ti, para bajar por El Tecolote y admirar a esa ciudad hermosa, a la que habrían de masacrar tras la toma de la Alhóndiga de Granaditas.

Alzo mi chela y brindo con todos ellos.

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