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¡MI SANGRE!: LA TRUCULENTA Y APASIONANTE HISTORIA DE GERARDO GARCÍA, UN POBRE VENADITO QUE SACA FOTOGRAFÍA

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Breve biografía no autorizada de un fotorreportero irapuatense que recibió la presea “Eugenio Trueba”.

Se han abierto las hostilidades: de un lado lanzan gas lacrimógeno y dan de toletazos; desde el otro responden con pedradas y mentadas de madre. Un pobre venadito que saca fotografía se coloca donde está el mejor ángulo, el riesgo de ser también noticia: de su mochila saca la cámara que considera propicia, ajusta velocidad de obturación, verifica el ASA, enfoca y dispara.

Más tarde habría de salir del cuarto de revelado y exclamar un “¡Mi sangre!”, para mostrar fotos en las que se plasman el dolor, el coraje y la represión en un blanco y negro que huele a rabia y sangre. Ése ha sido Gerardo García Ramírez, el rojillo más guapachoso de la lente periodística guanajuatense, con corazón de condominio, de buen diente y mejor humor.

La distancia que media entre el joven telegrafista, trabajador del ferrocarril, y el fotógrafo con una larga trayectoria recién reconocido, completa una vida de dedicación.

Con los rieles bajo el brazo

Nació en Fresópolis (Irapuato, Gto.) en 1954 y ahí creció con el sueño de un día ser fotógrafo. Habitante de ciudad rielera e hijo de ferrocarrilero, en 1972 entró a trabajar de meritorio en el servicio telegráfico de Ferrocarriles Nacionales de México. En 1974 lo mandaron a estudiar al Centro de Capacitación de la paraestatal para poder ascender a Controlador de Tráfico. Y narra:

—Mira, tío Velio, a mí me apasionaba la fotografía. Tenía una cámara instamatic y con ella sacaba fotos cuando pasaban los trenes. Como quería ser fotógrafo, un día me dijeron que no imitara a los fotógrafos comunes, porque sólo iba a aprender sus vicios y mañas.

Para aprender a sacar fotos sin las mañas “peseteras”, el joven Gerardo García se inscribió primero en cursos por correspondencia. Luego habría de hacerlo en forma como alumno becario de la escuela Columbus College Latinoamericano. Conoce a la combativa fotógrafa Frida Hartz, militante socialista y feminista.

De esa manera compartió su aprendizaje de técnicas básicas de revelado y teoría de la imagen con su labor de telegrafista ferrocarrilero, que aprovechaba el recorrer en tren todo el país para cultivar su pasión. La vida ferrocarrilera lo llevó a ser telegrafista en la estación de Buenavista (¡Buenavista, Buenavista, Buenavistaaaa!) y a ser combativo.

Politizado como ferrocarrilero, Gerardo García participa en protestas y en una huelga de hambre, definiendo así su militancia ideológica.

Con el recuerdo fresco y la herencia de lucha de Demetrio Vallejo, el líder ferrocarrilero de finales de la década de 1950, el joven Gerardo se une a las exigencias de su gremio y, como parte del sindicato, participa en protestas y en una huelga de hambre. Fue la etapa que le daría su sello de pensamiento político-ideológico (es chairo, pues).

Y hace la precisión: “me politicé como ferrocarrilero, donde participé con un sindicato que tenía muchos comunistas que habían estado con Vallejo. Conocí a El Llanero Solitito y a mucha gente crítica, de izquierda. La rama de alambre, como llamaban a los telegrafistas y los operadores, éramos los críticos, los más pensantes. Por eso cuando Zedillo privatizó los ferrocarriles, no dejaron que esa función estuviera sindicalizada. Éramos los de peligro porque teníamos comunicación con todo el país. Éramos estratégicos”.

Narra que por eso durante el porfiriato los extranjeros dueños de los ferrocarriles tenían a extranjeros en el telégrafo y el control de tráfico, que los hospedaban en hoteles exclusivos. Cuando Porfirio Díaz nacionalizó los ferrocarriles, los mexicanos pudieron acceder a esas funciones y Felipe Pescador fue el primer telegrafista mexicano de los trenes.

Gerardo García con Héctor García, leyenda del fotoperiodismo mexicano (imagen izquierda), y con Pedro Valtierra (imagen derecha).

Inicios en el periodismo

Al inicio de la década de 1980 regresó a Irapuato y se vincula con Héctor Baeza para ver la posibilidad de laborar como fotógrafo en el periódico Diario de Irapuato, distinguido por ser muy crítico al gobernador Enrique Velasco Ibarra. Como no había plaza disponible, le recomendaron acudir con Luis Alfonso Méndez Lara, quien era el responsable de la apertura del periódico El Centro.

Encontró una oficina escondida donde lo recibió el periodista Guillermo Centeno, quien al ver que Gerardo no tenía experiencia periodística consideró que no podía incorporarse al proyecto:

“Salí, todo triste, a la calle y me encontré con Méndez Lara, quien se estaba estacionando y cerraba su coche. Me preguntó qué se me ofrecía y le expliqué que quería ser fotógrafo del periódico. Me preguntó  qué cámara tenía. Una Manila, le dije. Eso era como un jueves y el domingo siguiente era el informe del gobernador. Fui al evento y al terminar el informe, revelé e imprimí las fotos y se las mostré a Méndez Lara, quien me llevó con el director del periódico, José Luis Vázquez Camarena, quien miró las fotos y determinó que yo fuera el jefe de fotógrafos. Yo creo que estaba predestinado para ser fotógrafo de prensa”.

Las escuelas y las secuelas

Además del curso por correspondencia y la academia, Gerardo aprendió de la práctica y de las habilidades de los fotógrafos de prensa, entre ellas las formas prácticas de revelado e impresión.

Tuvo, además, otra escuela: la obra de fotógrafos como José Luis Rocha, Héctor García, Fabrizio León, Pedro Valtierra y Rogelio Cuéllar, mismas que veía en revistas especializadas y en el diario unomásuno, en su momento el mayor referente de periodismo crítico de izquierda con propuesta artística en su planteamiento gráfico.

En las imágenes se revela el mejor estado de Gerardo García como fotógrafo: en plena acción en el lugar de los hechos cámara en mano. 

Con el tiempo habría de conocer a Fabrizio León y Pedro Valtierra, ambos Premios Nacionales de Periodismo, con quienes estableció una gran amistad:

“A Fabrizio y Pedro los conocí en una marcha del 1 de mayo en la ciudad de México, donde hubo represión contra los trabajadores. Yo lo admiraba mucho por su premio por un reportaje sobre el Rastro de Ferrería; a Pedro Valtierra se le respeta porque fue corresponsal de guerra y su obra se publicó en un libro sobre la revolución sandinista. Vino a Irapuato a presentarlo y vendió muchos ejemplares. Ni cómo olvidar sus fotos en Cuartoscuro, sus fotos de los mineros en lucha y la de esa mujer indígena de Chiapas empujando al militar. Para mí son los mejores”.

A nivel internacional, su gran referente es Robert Kappa, todo un personaje, que enamoró a una actriz de Hollywood.

Respecto a los fotógrafos locales, admira a Tigrio Witrago de la Lama, con esas fotos donde se aprecian campesinos con sombrero y sus carros de mulas.

El reconocimiento

Muestra muy mínima de la obra fotográfica de Gerardo García. 

“Nunca pensé que me fueran a dar ese reconocimiento”, dijo al referirse a la distinción “Eugenio Trueba Olivares”, entregada por el Comité Organizador del Festival Internacional Cervantino y el Gobierno del Estado de Guanajuato:

—Tuve, incluso, problemas para acreditarme para el festival. Me hablaron para decirme que estuviera presente en la ceremonia, pero no me explicaron para qué. Pensé que era para el asunto de la acreditación. Fue mucha mi sorpresa cuando me dijeron de eso, que fue casi estando en la Alhóndiga. Me dio mucho gusto ver que ahí estaban el gobernador de Sonora, la directora del Cervantino, el gobernador y otras personas. Fue muy emotivo.

“No me gusta la fotografía rebuscada”, aclara; se autodefine como una persona sencilla. Y, en efecto, lo es y apenas ese reconocimiento empieza a hacer justicia a una leyenda ambulante del fotoperiodismo guanajuatense que tiene miles de fotos archivadas, tanto en negativos como en formatos digitales.

Lo encuentro y lo saludo: “¡Mi sangre!”, y responde: “¡Tío Velio, Tío Velio!”. Que no nos pongan donde hay botana, porque arrasamos, mientras yo hablo de literatura y él cuenta deliciosas anécdotas.

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