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ADIÓS A LAS ENCICLOPEDIAS IMPRESAS

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Objetos de admiración, culto, respeto y ornato en décadas pasadas, las enciclopedias que engalanaron muchos hogares mexicanos hoy habitan entre el polvo del olvido. Libreros de viejo de la calle Donceles y del Callejón de la Condesa, ambos cultos espacios en el Centro Histórico de la CDMX, coinciden: la tecnología acabó con esas publicaciones.

Alberto León Molina informó que hoy, en el Callejón de la Condesa, son escasas porque casi no se venden debido a que no tienen demanda. Están en peligro de extinción. “Aquí se acostumbra intercambiarlas, venderlas y rara vez comprarlas, y en su caso, lo hacen a precio de remate, porque ocupan mucho espacio y se maltratan en el diario el ir y venir”.

La inmediatez de la tecnología, que permite a quien busca un dato obtenerlo en segundos con sólo dar un clic, ha acabado con aquellos voluminosos impresos. Anteriormente se les consideró objetos de lujo, eran caras y se compraban a plazos incluso de varios años. “Una excepción vigente, sin estar actualizada es México a través de los siglos“, señaló.

Por su parte, Christian Veloz, otro librero de abolengo del mismo céntrico espacio, dijo a equisgente que la época dorada de la enciclopedia ya pasó. “Fue una industria que daba trabajo a mucha gente que las vendía de casa en casa, sin embargo, el destino natural de las enciclopedias siempre fue quedarse obsoleta a la siguiente edición”, anotó el librero.

Christian Veloz, experto en ediciones raras y agotadas. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos).

Actualmente, dijo, las enciclopedias que se venden son las de culto, como la mencionada México a través de los siglos. En el sentido estricto no se trata de una enciclopedia, porque no es temática ni tiene el rigor editorial debido; es más bien un compilado coordinado por el militar y político Vicente Riva Palacio con numerosos legajos del Archivo de la Nación.

La primera edición es muy hermosa, encuadernada en planchas de varios colores con una Piedra del Sol dorada y cantos dorados, una preciosidad bibliográfica. “Luego se sacaron facsimilares, del mismo formato, en 10 tomos, y también resúmenes y otros productos que a la fecha se siguen buscando, completos o únicamente tomos sueltos”, según Veloz.

En cambio, abonó, se siguen vendiendo diccionarios como el Enciclopédico de México de Humberto Musacchio publicado originalmente en 1989. “Pero enciclopedias universales, ya nadie las quiere, ni tener, ni comprar, porque además, la tecnología está al alcance de todos con información vasta aunque por otro lado la información no siempre es de fiar”.

Vecino de Molina y Veloz, Martín Real dijo que su experiencia de 20 años le dice que en muchas ocasiones, las personas compraban enciclopedias para adornar su librero y para adornarse ellas mismas. “Actualmente creen que tienen una fortuna en su casa, y al verlas desplazadas por la tecnología y ante la falta de espacio, deciden venir aquí a venderlas”.

Martín Real, librero de amplia experiencia. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos).

Explicó que, actualmente, consultar una enciclopedia impresa es como ir a la papelería por una monografía o una estampita con información al reverso. Incluso, recordó que en algunas escuelas, profesores piden trabajos especiales, tareas y proyectos documentados a partir de páginas web, y se niegan a recibir labores de enciclopedia con datos escuetos.

Por otro lado, Real destacó que las enciclopedias impresas son pesadas y siempre están en peligro de ser atacadas por hongos, humedad y organismos nocivos. “La información en la red es más profunda y especializada, se actualiza y prácticamente no ocupa espacio ni pesa; el último golpe que recibió la enciclopedia se lo asestó la pantalla de plasma”.

Con la finalidad de lucir las televisiones de enormes proporciones en su casa, la gente dio un hasta aquí a las enciclopedias que originalmente lucieron en los libreros y lograron sobrevivir a los muebles llamados centros de entretenimiento. “La gente optó por dar a la televisión el lugar más privilegiado de la casa, arrumbando por ahí a la enciclopedia”.

Hoy en día se pueden encontrar montañas de enciclopedias en depósitos de papel, cartón, fierro viejo y otros productos de reciclaje. “Se han salvado las enciclopedias que incluyen ilustraciones, como las de la Revolución Mexicana que tienen fotografías de la dinastía Casasola, o de historia de la Ciudad de México, bella y profusamente ilustradas”, anotó.

Finalmente, Juan Antonio López Casillas, propietario con su esposa Rosario Hernández de la librería “Regia” localizada en el número 48 de la calle de Donceles, mencionó que en los últimos 20 años, el surgimiento de los nuevos sistemas electrónicos de información ha relegado a las enciclopedias impresas, que ya no se compran como hace 35 o 45 años.

Juan Antonio López Casillas, uno de los más destacados libreros de la calle de Donceles en el Centro Histórico de la CDMX. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos).

La Enciclopedia Temática, ejemplificó, se comenzó a publicar alrededor de 1964 y si se revisan las ediciones posteriores, hasta 1988 que fue la última, la diferencia es nula. Se actualizaban algunos datos pero en términos generales era siempre la misma. Otra es El Nuevo Tesoro de la Juventud cuya primera edición fue en 1920 y la segunda hasta 1970.

“Todos los datos se publicaron idénticos durante mucho tiempo, sin considerar que el lector siempre quiere información fresca y fidedigna, completa y actual. Esa situación sumada a las nuevas plataformas informativas en la web, han generado que los impresos se desechen”, aseveró López Casillas, con más de medio siglo de su vida entre los libros.

El entrevistado concluyó con un dato contundente: “La célebre Enciclopedia Británica se publicó a partir de 1768 y fue la más completa de todas las existentes desde entonces hasta 2012, cuando sus editores anunciaron que dejaría de imprimirse para quedar sólo la edición web que data de 1994. Si eso le pasó a la Británica, ¿qué podían esperar las demás?”.

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