Su historia de amor intelectual con José Emilio;
por amor y admiración tomó el apellido de su esposo
En 1985, Cristina Pacheco obtuvo el Premio Nacional de Periodismo por entrevista; un año después, su esposo, José Emilio Pacheco, ingresaba al Colegio Nacional. Eran los tiempos de gloria de una talentosa pareja con quienes varios estudiantes de Ciencias de la Comunicación de la UNAM pudieron charlar.
Origen guanajuatense
Cristina Romo Hernández nació el 3 de septiembre de 1941 en San Felipe, Guanajuato, el afamado pueblo apodado “Torres Mochas” porque las torres de su parroquia estaban inconclusas.
Era hija de campesinos. En esa década, la región sufrió sequías y el ganado bovino moría como consecuencia de la fiebre aftosa. Cristina fue entrevistada en febrero de 2019 por el periodista Ezra Shabot, quien le preguntó cómo fue que llegó a la Ciudad de México. La respuesta:
“Yo era muy niña cuando llegué a la Ciudad de México, he de haber tenido cinco años. Veníamos del rancho, del pueblo. Vivimos una temporada en San Luis Potosí”.
La charla señala que Cristina tuvo un accidente en una escalera: “me caí, tuve un problema serio, ahí no había un doctor que me atendiera y el único que había nos dijo «Váyanse a la ciudad y busquen a un doctor», que recuerdo estaba cerca de la estación Buenavista”.
Se quedaron un tiempo en la capital, regresaron al rancho, pero decidieron radicar definitivamente en la capital. Era 1946:
“Venimos aquí con nada, una caja con algunas pertenencias, limas, alguna cosa de comer, y llegamos a vivir a una vecindad de Tacuba donde vivía una hermana de mi padre, y estuvimos en su casa un tiempo mientras entendíamos un poco la vida aquí. Encontramos un departamento en la misma vecindad”.
Narró Cristina que su padre encontró empleo en la entonces activa refinería de Azcapotzalco y posteriormente ejerció como ayudante en una ferretería de avenida Chabacano.
La niña Cristina entró a primaria en la escuela “José Arturo Pichardo”, siguió con estudios de secundaria hasta pasar por la Escuela Nacional Preparatoria y de ahí a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde estudió Letras Hispánicas.
Es la historia de un amor como no habrá otro igual
La historia que en los años ochenta del siglo pasado conocidos con las charlas con el matrimonio Pacheco genera un relato de romanticismo literario:
A finales de la década de 1950, Cristina Pacheco laboraba en la torre de rectoría de la UNAM. Ahí llegaba un joven escritor, apenas dos años mayor que ella: José Emilio Pacheco.
A Cristina le llamaron la atención las deferencias para el autor, y un amigo mutuo, Carlos Monsiváis, los presentó. Establecieron una plática que empezó por durar unas horas y terminó por ser para toda la vida.
La joven preparatoriana entabló así amistad con el ya constante autor que comenzó a escribir en la adolescencia. Publicó en 1955 sus primeros textos en revistas estudiantiles y periódicos como Proa (de la Escuela Preparatoria, Centro Universitario, México), Diario de Yucatán, Diario del Sureste (ambos de Mérida, 1956-1958); las estudiantiles Índice (1957) y Letras Nuevas, la primera Facultad de Derecho y la segunda de la de Filosofía y Letras de la UNAM.
José Emilio Pacheco había ingresado a la carrera de Derecho en la UNAM, pero la abandonó a los 19 años para dedicarse a la escritura y, para ello, optó por cambiarse a la carrera de Letras.
Cristina, aún preparatoriana, y José Emilio, ya estudiante de letras, se convirtieron en confidentes literarios y en ello basaron su noviazgo. José Emilio tuvo su primera obra formal y reconocida en el ámbito de la literatura nacional a los 20 años de edad, con la publicación de La sangre de Medusa (1959), un cuento de escasas 20 páginas que le publicó Juan José Arreola en su colección Cuadernos del Unicornio.
José Emilio hacía entrevistas y Cristina le apoyaba con la transcripción. Contó la escritora que ella acompañaba a su entonces novio a las charlas con escritores y pronto mostró que también tenía el gusto por la escritura y el periodismo.
Mientras José Emilio iniciaba su etapa de escritor reconocido y entraba a trabajar como secretario de redacción de la Revista de la Universidad en 1959, Cristina aparecía en el mundo periodístico ese mismo año con colaboraciones en los periódicos El popular y Novedades bajo el pseudónimo de Juan Ángel Real.
En esa primera etapa hubo un trabajo de apoyo mutuo: la orientación y las conexiones que proporcionaba él y las observaciones de ella en su calidad de primera lectora.
Cristina y Emilio se casaron en 1961 y ella, a la manera gringa, tomó el apellido del esposo para firmar sus escritos.
“Lo hice por amor y admiración”, aclaró en aquella ocasión ante el compañero Abundio Sánchez, quien ya colaboraba para el periódico unomásuno y editaba un periodiquito comunitario en su natal Oaxaca.
Cada uno inició su larga carrera de las letras: él como ensayista, cuentista y novelista y ella como gran cronista y entrevistadora.
Ambos ganaron premios que les reconocieron sus talentos.
José Emilio Pacheco se fue el 26 de enero de 2014. Las Batallas en el desierto se trasladaron a las nubes y dejó El principio del placer que retrataba amores adolescentes. Cristina lo alcanzó este 21 de diciembre y le llevó un Mar de historias. Ahora son memoria y en ella les tocará vivir por siempre y para siempre, en ese amor jurado que sólo la muerte separó físicamente.