Inicio Disruptivos y Frikis UNA GALERÍA QUE RETRATA LA MISERIA HUMANA

UNA GALERÍA QUE RETRATA LA MISERIA HUMANA

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El artista plástico Gilmar González (Ciudad de México, 1983) ha creado una galería de obras que, si bien no son agradables a la vista, retratan perfectamente la miseria humana y las pasiones de la sociedad actual. Piezas poco convencionales, quizá nunca antes vistas ni en museos ni exposiciones alrededor del mundo.

Él pone a la vista de los transeúntes de la Avenida Juárez, en la Ciudad de México, su colección Inocencia deforme, con la que restriega en el rostro de la humanidad muchas de las lacras y miserias, públicas o privadas, que se encierran en el cuerpo y las mentes de los seres humanos no de hoy, sino de siempre.

Son piezas que a primera vista pueden causar horror y hasta repugnancia pero claramente detonan la reflexión individual y colectiva. “Se trata de una catarsis personal, pues en un momento de mi vida me vi enfrentado a muchos problemas; me sentí ahogado, inmerso en una serie de dificultades aparentemente sin salida”.

Lo que antes fueron muñecos y muñecas, hoy son otra cosa en la visión de Gilmar González, que representa las ideas y la hipocresía en estas imágenes.

En el piso, bajo la lluvia, o con el sol cayendo a plomo, frente a la Alameda Central de la capital de la república, Gilmar expone sus piezas realizadas a partir de muñecos y muñecas que alguna vez fueron el deleite de niñas que ya soñaban con la maternidad y el cuidado de sus bebés. Hoy son otra cosa.

Con cabeza, sin cabeza o con más de una cabeza; sin brazos, o con tres; con piernas, o sin ellas; ensangrentadas o no, los juguetes intervenidos son la vía de escape y el modo que halló para descargar toda su ira, dejar de reprimirse a sí mismo y mostrar que lo que había dentro de él no era lo que la familia y la sociedad habían moldeado en su persona.

“Había un trasfondo más allá de lo evidente”, dijo a equisgente. Posteriormente, incluyó en sus obras la crítica social. Observador nato como es, plasmó en sus obras no solamente su ser y su sentir, sino qué es lo que lleva a las personas a dañar a un tercero. “Ahora confronto a las personas que ven mis obras”.

¿El resultado? “Experimentan un shock al ver cada pieza y, sin embargo, muchas personas quedan atrapadas al identificarse o identificar a algún familiar, amigo o conocido con lo que cada muñeca representa y grita a quien la observa”, añade el artista plástico que lleva varios años en esta actividad creativa (y sobre todo reflexiva).

El Dinero, representado en bulto y descrito con palabras, desde esta mirada al lado oscuro del ser humano.

Cada imagen violenta capta la atención de las personas y de inmediato reciben el mensaje del artista: “La aceptación de sí mismos, tanto las partes buenas como las malas del ser humano”. A la fecha ha creado alrededor de 50 piezas, a partir de muñecos y muñecas que en promedio tienen 30 centímetros de altura.

Para algunos son piezas intervenidas, otros las llaman arte-objeto, y para muchos son obras espléndidas inscritas en el Arte Gore cuya principal característica es que se expresa a través de sangre, vísceras y violencia llevada a su máxima expresión. “Mi exposición tiene 20 años y la he presentado en diversos recintos”, dijo.

Entre ellos, el Tianguis Cultural de El Chopo, El Circo Volador y otros espacios que se han especializado en temáticas y expresiones artísticas y culturales oscuras, entre ellos El Real Under y el UTA, centros culturales capitalinos donde se respira arte y se convive entre amigos, informó el entrevistado.

Inocencia deforme, una mirada al lado oscuro del ser humano, se ha presentado en festivales internacionales de cine, música y arte. “La gente debe acercarse con mente abierta y espíritu analítico, sin juzgar las obras a partir de la primera mirada porque todo, como el ser humano, tiene más de una cara”.

Lamentó que la exposición muestra las facetas que no son muy tocadas, porque para muchas personas y sociedades alrededor del planeta todavía son temas tabú, como el racismo, el demonio, la religión, del daño que uno mismo puede hacer por dinero o hipocresía. “Las cosas se tergiversen para hacer el mal”, subrayó.

De infaltable presencia, La Violencia, también confronta al espectador que se detiene a mirar estas piezas.

El entrevistado hace que las personas se acepten a sí mismas a través de la exposición, que no cuesta ni un centavo admirar más que la cooperación voluntaria, y mediante un experimento social en el que pide a cada quien que escriba en un papelito el pensamiento o acto más violento que ha provocado o ha querido provocar.

Es una catarsis también, y la gente se descarga de ese peso que lleva encima. Al mismo tiempo demuestra que la violencia es inherente al ser humano y anima a cada quien a no achacar esas cargas a sectores como el gobierno o la policía, y asumir que cada quien debe hacerse cargo de sus problemas y sus consecuencias.

“Una palabra, un acto, una mirada o una actitud ante la vida pueden derivar en violencia. Por eso, apelo a la conciencia y al lado oscuro del ser humano para que consciente de ello, canalice todas sus emociones hacia lados que no dañen a nadie”.

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