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¿NO HABLAR, NO ESCUCHAR Y CALLAR…? ¡CHANGOS! NO MIENTRAS LAINIE Y MIRÓ LO PUEDAN EVITAR

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En Guanajuato nos encantan los lugares silenciosos en los cuales podemos permanecer tranquilamente sentados ante una taza de café a estudiar, leer, trabajar, dar clases en línea, o simplemente evadirnos del mundo. También nos encantan las bibliotecas y las tertulias, aunque después de ellas volvamos a encerrarnos en nuestro mundo bajo siete llaves.

Sin embargo, entre esas tardes o mañanas en solitario, las redes sociales, los mensajes de voz y texto, y las publicaciones al día en las que aparentemente estamos interactuando con el mundo, en realidad cada vez nos estamos apartando más. Como pequeñas islas flotantes en una ciudad irreal que a veces parece sacada de un libro de cuentos que encierra en cada página leyendas, personajes fantásticos y escenarios teatrales en los rincones más inesperados. Pero, hace cinco meses, todo ha comenzado a ser diferente, y en pleno centro de la Ciudad de Guanajuato. 

En la calle Cantarranas, frente al Teatro Principal y la Vie en Rose, oculta en el primer piso de un edifico que antes era de oficinas y despachos, está una maravillosa biblioteca oculta de ese vaivén ruidoso y solitario al mismo tiempo. Una biblioteca que desafía todas las reglas conocidas nacidas de las bibliotecas. Aquí puedes hablar y hasta gritar, escuchar a los demás, y disfrutar de ese magnífico caos aventurero lleno de concentración, estrategia y diversión que encierran los juegos de mesa.

Miró y Lainie en Changos tres, un sitio espacial sobre todo para jugar.

¡Sí!, porque esta biblioteca, en vez de libros, tiene 150 juegos de mesa venidos de todos los rincones del mundo para que tú los abras, los descubras, los disfrutes, los ganes o los pierdas. ¡No importa! Porque los vínculos que nacen entre tirada y tirada o entre carta y turno nos regresan a una época en la que era posible convivir, retar y retarnos y activar la mente para adelantar al oponente. ¿Has oído hablar de ella? Se llama Changos Tres.

Y su historia comienza hace varios años en los Estados Unidos, cuando Lainie tomó la decisión de darle a su hijo Miró una educación distinta a todo. No entre las cuatro paredes de un salón de clases, sino en libertad, recorriendo el mundo para que aprendiera viviéndolo.

Tomada de la mano de su hijo, viajó de ciudad en ciudad y de país en país. Apasionada, como siempre lo ha sido, por los juegos de mesa, tomó la costumbre de comprar uno en cada nuevo lugar al que llegaban. Pero, ¿cómo fue para Miró crecer en medio de la aventura, viajando de un lugar a otro? Fue una gran experiencia porque en cada sitio al que llegaban, ella buscaba ese divertido café que debía estar en alguna parte en donde pudieran sentarse a jugar, tomar una bebida y convivir con los demás en medio del desafío que suponen los juegos de mesa.

Así que, además del aprendizaje de los viajes que emprendían, en cada uno dejaban un puñado de amigos cuya amistad se afianzó tarde tras tarde entre los tableros, y cuando era posible se despedían llevando un nuevo juego en la maleta para su colección. Miró ya era todo un adulto cuando llegó a Guanajuato con su madre. Solo que… aunque la ciudad les gustó mucho, ¿dónde se podían reunir a conocer personas nuevas a través de los juegos de mesa?

Se dieron cuenta de que los cafés eran más lugares para negociar, estudiar o trabajar en soledad, y sí, alguno que otro tenía juegos de mesa, pero muy básicos. Entonces, la alternativa fue recibir por las tardes a los amigos que iban haciendo en el día a día en su propia casa para organizar torneos con la colección de juegos de mesa de Miró y Lainie.

Hasta que una tarde, mientras ella caminaba por el centro, descubrió ese local en renta. Un local que tal vez nadie rentaría para un café, porque ¿cómo podría la gente saber que está ahí ese mundo lúdico en el que los niños son niños y los adultos vuelven a la infancia? Eso, obviamente, no era un reto para Lainie.

Así que habló con su hijo, le hizo la propuesta, y Changos tres vino a la vida. Al principio la gente comenzó a ir a trabajar en solitario, con sus laps, a leer y a apartarse del mundo. Pero ahora todo ha cambiado.

“Teníamos un cliente que venía todas las mañanas a escribir en su computadora, siempre estaba solo y constantemente lo invitábamos a unirse a alguna mesa, o a jugar con nosotros uno de los juegos, pero nunca aceptaba. Hasta que un día, finalmente, se levantó, se integró por sí mismo en una mesa, y ahora ¡es el más sociable! Lo seguimos teniendo como cliente, pero ya no viene a aislarse, sino a jugar, ¡y es muy bueno! Eso nos da una gran satisfacción.”

De los 150 juegos de mesa que contiene su acervo, la cuarta parte corresponde a su colección personal. Guanajuato les brindó la oportunidad de hacer su sueño realidad: un café con temática de juegos de mesa, ¡pero propio!

Ciento cincuenta juegos de mesa venidos de todos los rincones del mundo esperan a ser jugados en Changos tres.

El menú, todo, proviene de la cocina y las manos de Lainie, por lo que tiene ese sabor especial a hogar que todos añoramos, mucho más si estamos fuera de casa. Y para los jugadores hay toda una serie de dinámicas a las que se pueden anexar si así lo prefieren, para tener una diversión segura o más extrema, o nueva, o distinta. Como las tardes de solteros para quienes llegan solos y son integrados a un equipo, los torneos, las promociones o el intercambio de idiomas, entre otras. No es necesario que consumas nada si no lo deseas. Hay una cuota de tan solo 50 pesos para quien quiere jugar sin límite de tiempo.

Para Lainie y Miró, la expresión ¡Changos! Es muy divertida, y siempre los hacía reír cuando la escuchaban. Hoy nos comparten su mundo, su historia, la esencia de sus viajes, su unión y hasta los panques recién salidos del horno de Lainie. Este lugar nos recuerda que a veces también es bueno retornar al mundo y darnos el permiso de conocer personas nuevas, jugar con ellas, desafiarlas, aprender que las derrotas y los triunfos siempre son ganancias cuando se dan entre amigos que han hecho equipo.

En Changos tres, habla, escucha, mira, juega, ríe mucho y déjate sorprender, porque si piensas que lo que vas a encontrar es un simple dominó o una baraja de naipes españoles, te equivocas. Es ahí donde la diversión comienza… descubriendo el mundo a través de los tableros.

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