Blanca Estela Arellano Ontiveros cultura, tradición y muerte
Noviembre es un mes en el que todo se llena de color, nostalgia, llamas encendidas, misticismo y tradición, es el mes que cobija el Día de Muertos, día en el que el Mictlán abre sus puertas para unir la vida con la muerte.
Y es también el día en el que las catrinas salen a las calles a mostrar su señorío. La Catrina es un símbolo de nuestra historia y nuestras luchas de protesta. Es la dama de la muerte que con sus mejores galas camina por las calles para exhibir su riqueza y garbo. Es nuestra madre la muerte, que nos domina y al mismo tiempo nos divierte. Es humana y sobrenatural. Es un símbolo de respeto que nos recuerda honrar el paso efímero por la vida que hoy tenemos, y que mañana ya no estará. Es la magia que inunda nuestra realidad.
En Guanajuato, donde la vida no vale nada y la muerte ama morar, tenemos a nuestra propia Catrina, se llama Blanca Estela Arellano Ontiveros, y podemos verla todos los días en las calles del Centro Histórico, y especialmente los fines de semana.
“Inicié como una momia de Guanajuato, en una exhibición que hacían en el Museo de las Momias, pero me di cuenta de que a los niños les daba miedo, y tuve la idea de hacer una catrina más caricaturesca para ser un personaje para todas las edades”.
Blanca Estela es una de las varias estatuas vivientes que podemos encontrar al caminar por la Plaza de la Paz y la Calle Luis González Obregón. “Soy primero que nada promotora turística, me gusta darle la bienvenida al turista y hacerle una reseña de lo que es Guanajuato, del Día de Muertos, de la historia de La Catrina. A veces me dicen que estamos en verano, no en Día de Muertos, y les explico que en Guanajuato La Catrina vive todo el año. Y lo toman como gracia, aunque en realidad es así”.
Y es que hablar de La Catrina es remitirse a la cultura mexicana. Su creador fue José Guadalupe Posada, las llamaba Calaveras Garbanceras pues a través de ellas, hacía una crítica a los vendedores de garbanzo que imitaban a los europeos renegando de sus raíces mexicanas.
Por eso es que las catrinas son tan elegantes, con tanto porte, y a pesar de que en su cuerpo sólo hay huesos, no pierden su sensualidad y su aire enigmático. Blanca Estela Orellano lo sabe bien, por eso es que cuida cada detalle de su atuendo y se caracteriza por sí misma, lo que no hace con sus propias manos, lo encarga a artesanos, y así ayuda también a su promoción en un abrazo solidario en el que unos y otros se dan la mano, y todos podemos disfrutar de una Catrina excepcional.
“Yo misma me maquillo, hago mis vestuarios —todos mis vestidos son pintados a mano—, diseño hasta los aretes y luego los mando a hacer con una artesana”.
Antes de vivir en Guanajuato, de ser momia, y luego Catrina, Blanca Estela trabajaba en el sector turístico en su natal Mazatlán: “Siempre trabajé en atención a clientes, especialmente en atención a turismo. Esto de crear personajes siempre lo he hecho. En Mazatlán, donde yo nací, trabajaba para cruceros turísticos y para una agencia donde me disfrazaba de Pocahontas, China Poblana y diversos personajes mexicanos. Cuando llegué a Guanajuato, aquí me casé y esto fue la manera de darle continuidad a lo que venía haciendo en mi vida. De aquí nació La Catrina, por eso la elegí”.
El mexicano vive la muerte de manera especial, como una fiesta, un rito, un pretexto para reunir a la familia y sentir que están presentes quienes ya partieron, y al mismo tiempo como parte de nuestra tradición. Todo junto. Por eso es que nos representa mundialmente.
“La Catrina es parte de nuestras tradiciones más arraigadas que tenemos los mexicanos, yo siento que todos en algún momento vamos a ser catrines, así que no es sólo un personaje de temporada sino de todo el año”.
Ser La Catrina de Guanajuato no ha sido un camino fácil, pero sí posible, y gracias a eso es que Blanca Estela puede sentarse serenamente cada tarde en las calles del Centro acariciando los huesos de su perro, mientras espera, como la muerte que es, serenamente a que alguien se acerque, quiera tomarse una foto, o necesite saber más del personaje o la tradición.
“Tengo 8 años trabajando aquí. Un año de momia y los otros siete de catrina. Como todo, al principio es difícil, porque tienes que meter un escrito para poder trabajar en la calle, sí le batallé porque lo que vale la pena nunca es fácil. Me aferré a que me dejaran hasta que llegó el momento en el que me dieron el permiso”.
Cada día para ella es una aventura, muchas personas recorremos, incluso varias veces en un sólo día, las calles del centro histórico, por eso es que no le faltan anécdotas que compartir: “Aquí han venido muchos artistas, pero el que me sorprendió más fue Armando Manzanero, estaba de momia en mi sarcófago, muy en mi papel, con los ojos cerrados. Sentí que alguien me observaba y cuando abrí los ojos estaba el señor viéndome fijamente. Pensé que era un sueño. Me saludó y se fue. Ese momento fue muy especial para mí”.
Blanca Estela es contratada también para promocionar marcas, sitios turísticos y servicios: “Me pueden encontrar en Facebook e Instagram como La Catrina de Guanajuato, también hago otro tipo de personajes, me puedo caracterizar de cualquier cosa. Mi especialidad es la atención al turismo, la cultura y arte”.
Llegó el momento de despedirnos, el aire había comenzado a soplar, por lo que se cubrió con su rebozo. Sus movimientos son serenos, lentos y seguros. La gente pasa y se detiene a admirarla. El silencio se rompe con las notas de una canción: “Salías de un templo un día, llorona cuando al pasar yo te vi…”