La muy céntrica parroquia es histórica,
bella y posee una atmósfera solemne
Es una de las tres iglesias más concurridas de Guanajuato (la Basílica y la Compañía son las otras). A la vera de la calle principal, y casi enfrente del imponente arco de entrada al Mercado Hidalgo, su delicada portada churrigueresca contrasta con los macizos bloques del enorme centro de abasto.
Aunque el nombre oficial asignado por la administración eclesiástica al edificio es Parroquia del Inmaculado Corazón de María, la gente lo conoce simplemente como “Belén”, herencia de sus constructores, frailes de la orden betlemita que un día llegaron de Guatemala y pidieron permiso para construir un templo-hospital que contara con escuela, cementerio, casa-hogar y jardines. Iniciadas en 1717, las obras se concluyeron en 1775, según la placa ubicada en uno de los muros del inmueble.
A lo largo de los dos siglos siguientes, particularmente después de la Guerra de Reforma, la orden religiosa desapareció y del gran complejo original la Iglesia sólo pudo conservar el templo. Posteriormente, el cementerio —donde fueron sepultados, en 1810, los muertos de la batalla de la Alhóndiga de Granaditas— se convirtió en la Calle Mendizábal; el corral pasó a ser el Jardín de la Reforma y el resto de los espacios conventuales fue donado a la Universidad de Guanajuato (UG) para instalar allí las carreras de Ingeniería Civil, Topografía e Hidráulica y Arquitectura.
Hoy en día, diariamente desfilan ante el amplio atrio miles de personas. La gran mayoría, acostumbrada a la constante presencia del edificio, camina indiferente, ensimismada en sus propios asuntos, pero no falta quien voltee y se detenga un momento a preguntarse quiénes serán los santos que ocupan los cuatro nichos laterales de la fachada que acompañan a la imagen central de la Purísima Concepción. Los visitantes, en cambio, se preguntan qué templo es, toman alguna foto y algunos se aventuran al interior. Allí, surge el asombro.
Belén es única entre las iglesias del antiguo Real de Minas porque posee hermosos y coloridos vitrales, con escenas bíblicas, en sus puertas y ventanas. Los colores púrpura, verde, turquesa, rosa, azul, se combinan para mostrar imágenes que representan el pasaje de los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas en que se narra:
Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.
Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y dijo: «Dejen que los niños vengan a mí; no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.
Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él».
Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
En la parroquia, las paredes están profusamente decoradas con pequeños símbolos cristianos y predomina la madera en los detalles. La cúpula está pintada con motivos de ángeles y arcángeles que lucen entre la luz que se cuela a través de los vitrales. Los retablos y el púlpito, en estilo barroco, fueron hechos de fina madera traída de Barcelona. Como es de suponer, el motivo principal es la representación del Nacimiento de Cristo en un humilde establo. El órgano, restaurado, luce en su lugar.
El baptisterio funciona en una hermosa capilla lateral y es frecuentemente utilizado porque esta iglesia es una de las preferidas de los fieles para celebrar bautizos. Tiene también, junto a la Notaría Parroquial, una puerta lateral con escaleras que desembocan en la mencionada calle Mendizábal. Desde ese punto, hace años, cuando la iluminación era menor, los pináculos del techo formaban las siluetas de una monja y un charro que dieron origen a la leyenda de un amor prohibido.
Hacia 1780, una devastadora inundación que afectó gravemente a la ciudad dejó varias partes del templo semienterradas. En 2003, se decidió aprovechar algunos de esos espacios ocultos para el servicio eclesiástico. Se encontró el nivel original del inmueble y una parte se adecuó como salón de usos múltiples. Bajo el atrio, fueron construidas criptas para depositar cenizas. Y en el acceso a dicho nivel se instalaron sanitarios que dan servicio a la comunidad.
También se colocaron placas transparentes para permitir a los visitantes dar un vistazo desde el exterior a algunas imágenes ubicadas en el subterráneo, pero el desgaste ocasionado por el clima, el sol y la lluvia las han vuelto tan opacas que ya no se ve prácticamente nada.
De cualquier modo, la imagen de la parroquia de Belén al caer la tarde, cuando capta las luces de los reflectores que destacan los detalles de la fachada, resulta sublime, acorde con la intención primera de los betlemitas, que era brindar paz y consuelo a quienes necesitaran de auxilio espiritual.