La obra literaria del escritor Carlos Fuentes Macías (Panamá, Panamá, 11 de noviembre de 1928-Ciudad de México, 15 de mayo de 2012) pertenece, junto a la de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, a la más distinguida representación del llamado Boom Latinoamericano. Una de sus novelas emblemáticas es, sin duda, Aura.
Fuentes obtuvo reconocimientos mayúsculos como el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987 y el Príncipe de Asturias de las Letras en 1994. Además, en 2003 fue nombrado Gran Oficial de la Legión de Honor, y en 2009 Caballero Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica. La lista de premios y condecoraciones es aún más amplia.
Influenciado por autores como Octavio Paz, Juan Rulfo y Jorge Luis Borges, desarrolló una carrera literaria que muy pronto lo encumbró en el universo de las letras en español, sin olvidar que gran parte de su corpus ha sido llevado a diversas lenguas alrededor del planeta. Desde 2001 fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (AML).

Hombre culto, Carlos Fuentes recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y de sus similares de Cambridge, institución de excelencia, y Harvard, el centro de enseñanza superior más antiguo de Estados Unidos, fundada en 1636. En esas escuelas siempre fue reconocido como un maestro fabuloso.
Una vez contextualizados en la trascendencia de Carlos Fuentes, cabe señalar que entre sus obras más celebradas destacan las novelas La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz y Aura. Ésta última es un texto corto, cuya historia está ubicada en la Ciudad de México en el año 1962. Pese a su brevedad, su calidad literaria es inmensa.
De apenas 50 páginas, esta novela gótica ha sido calificada por la crítica especializada como “una de las más importantes de la narrativa mexicana del siglo XX. Llegó a las mesas de novedades de las librerías del país en 1962, el mismo año que su famosa novela La muerte de Artemio Cruz y las dos están inscritas en el “Boom Latinoamericano”.
Ese movimiento literario tuvo lugar entre los años 1950 y 1970 en toda América Latina. Aura tiene la peculiaridad de estar narrada en segunda persona, algo que no es muy común en la literatura. Un personaje central es Felipe Montero, historiador inteligente, joven y solitario que trabaja como profesor con un sueldo pobre; habla bien el francés.
El primer párrafo de “Aura” es así:
“Lees ese anuncio: Una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tú releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recámara cómoda, asoleada, apropiada estudio. Sólo falta tu nombre. Sólo falta que las letras más negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero, antiguo becario en la Sorbona, historiador cargado de datos inútiles, acostumbrado a exhumar papeles amarillentos, profesor auxiliar en escuelas particulares, novecientos pesos mensuales. Pero si leyeras eso, sospecharías, lo tomarías a broma. Donceles 815. Acuda en persona. No hay teléfono”.
Como se ve, la dirección seleccionada por el autor para ubicar su novela es Donceles 815. De 1962 a la fecha, cientos de estudiantes, lectores, admiradores de Fuentes, amantes de la literatura gótica, de misterio y fantástica, profesores, investigadores, editores y libreros han recorrido Donceles buscando el número 815, pero no existe y nunca ha existido.
Donceles es una de las calles que atraviesan la parte norte del Centro Histórico de Ciudad de México y una de las más antiguas de toda la capital de la República. Inicia en el Eje Central Lázaro Cárdenas y termina en la Calle República de Argentina, y a partir de allí cambia su nombre por el de Maestro Justo Sierra. Su tránsito es de Poniente a Oriente.
La nomenclatura de Donceles llega hasta el número 106, nada más. De principio a fin de esa calle existen numerosas construcciones de carácter laico y religioso que datan de la Época Colonial. Hay edificios y casonas de los siglos XVI al XX, que lo mismo son viviendas que restaurantes, tiendas de artículos fotográficos y recintos de arte y cultura.
Donceles es un mosaico de ejemplos de los estilos arquitectónicos predominantes en la Ciudad de México, sobre todo de los siglos XVIII y XIX. Barroco, neoclásico, ecléctico y modernista, son algunos estilos de edificaciones como El Colegio Nacional (No. 104), el Hospital del Divino Salvador (No. 39) y el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” (No. 36).
Por su belleza y conservación destacan el Antiguo Colegio de Cristo (Hoy Museo de la Caricatura) en el Núm. 99, y el impresionante Templo de la Enseñanza en el Núm. 102, sin dejar de mencionar al Congreso de la Ciudad de México, colosal edificio que durante décadas ocupó la Cámara de Diputados Federal en la esquina de Donceles y Allende.
Entre todos los edificios que permanecen de pie en esa calle, están varias librerías de viejo, espaciosos locales en cuyo interior parece haberse detenido el tiempo: anaqueles que datan de 70, 80 años o más, vitrinas torneadas y luz tenue, son común denominador en esos locales de paredes gruesas y puertas sólidas que encierran una y mil historias.
Donceles, con su carga de historia, misterio, misticismo y atractivo, inspiró a Fuentes para ubicar allí el hogar oscuro y mohoso de “Consuelo”, mujer de elevada edad. Y en ese ambiente recóndito, “Felipe Montero”, el protagonista, conoce a “Aura”, sobrina de la anciana. El cuarto personaje es el “General Llorente”, difunto esposo de “Consuelo”.
En la parte final de la novela, en el desenlace que mantiene al lector al borde de la silla, “Felipe Montero” descubre que en realidad él es el fallecido “General Llorente”, por lo que eventualmente no es más que una proyección fantasmagórica de “Llorente” en su juventud, de tal modo que el joven historiador no es más que el doble fantasmal del muerto.