Localizado en la parte más comercial y financiera del Centro Histórico de la Ciudad de México, donde miles de personas transitan diariamente y el tránsito vehicular es intenso desde que amanece hasta que anochece, el Reloj Otomano parece imperturbable ante las transacciones bancarias, el bullicio de los transeúntes y el incesante rugir de automotores.
Hermoso en su diseño, preciso al marcar las horas y los minutos, y muy apreciado por los mexicanos, ese reloj es un obsequio hecho por las comunidades libanesa, turca y siria asentadas en este país, al pueblo mexicano. La fecha está grabada en el pedestal elaborado con cantera rosa y colorido azulejo: “La colonia Otomana a México. Septiembre de 1910”.
Antes que todo, es necesario entender el significado del nombre del emblemático reloj. Otomano es un término aplicado a distintas cosas. Por un lado, es gentilicio usado para nombrar al pueblo turco, porque en Turquía se encontraba el antiguo Imperio Otomano. El nombre recuerda a su fundador, el sultán Osmán I, guerrero inteligente y valeroso.

Otomano también es un adjetivo que hace referencia a algo que es de Turquía, o a los otomanos, que fue una dinastía de soberanos turcos que gobernó en un imperio que se extendió por Asia Menor, sureste de Europa y noreste de África; en tercer lugar, puede ser un sustantivo que se refiere a un diván muy mullido y sin respaldo, pero esto es otra cosa.
El Reloj Otomano está en la esquina de las calles Bolívar y Venustiano Carranza, en una pintoresca placita que se llama igual que el pueblo que nos lo regaló: Plaza Otomana. La voz popular también le llama Plaza del Reloj o Plaza de la Ranita, pero muchos adultos mayores, sobre todo con cierta cultura general, le llaman Plaza del Colegio de Niñas.
¿Por qué? Esta es la historia: las croniquillas señalan que, a mediados del siglo XIX, el Colegio de Niñas instaló en las inmediaciones una especie de cisterna para abastecer de agua a las casas, comercios, y al antiguo Colegio de Niñas. Hoy en día, el predio del colegio lo ocupa el Club de Banqueros, justo a unos metros de donde está el famoso reloj.
En 1870, cuando era común que se le llamara Plaza del Aljibe (tinaco o cisterna para almacenar agua) el gobierno de la ciudad remodeló ese espacio público, se plantaron árboles y se colocó una fuente. Antes, en 1862, el Colegio de Niñas cerró debido a las Leyes de Reforma impulsadas por Benito Juárez, y la plaza volvió a cambiar nombre.
Se le renombró como Plaza 5 de Mayo, pero ese nombre no logró impactar a nadie, y menos anidar en la mente de las personas. Porfirio Díaz llegó a la presidencia y su autoridad remodeló nuevamente la plaza, con banquitas y más árboles que daban una sombra muy reconfortante. A través de un decreto, la nombró entonces Plaza Victoria.
El Reloj Otomano llegó al país en 1910, con motivo del Centenario de la Independencia de México, y los festejos porfirianos que se prolongaron durante largo tiempo en gran parte del país, sobre todo en la capital. La Época Colonial duró 300 años, de la conquista de México-Tenochtitlán en 1521, a la proclamación de la Independencia en el año 1821.
México recibió ese regalo por parte de la comunidad otomana, también como muestra de agradecimiento por la hospitalidad que tuvo con los inmigrantes libaneses desde finales del siglo XIX; por eso, el reloj tiene símbolos de las banderas de los tres países: el escudo nacional mexicano, la media luna de Turquía y el cedro del Líbano. Es una obra de arte,
El nombre más común hoy en día, Plaza del Reloj Otomano, porque hace clara referencia al monumento más destacado de la plaza. Las comunidades libanesa, turca y siria de México, que juntos son la colonia otomana que regaló el reloj, migraron para acá en 1892, aunque a lo largo del Siglo XIX sus ancestros lo habían hecho poco a poco.
Según publicaciones de la época, al momento de obsequiar el reloj había alrededor de 100 mil hablantes de árabe en el país, hombres y mujeres trabajadores que se instalaron en esa parte del Centro Histórico para vender telas y elementos de su cultura gastronómica, como el pan y la tortilla árabes. Se dice que los tacos al pastor también son cosa de ellos.
Con el inevitable paso del tiempo, tanto el reloj como su pedestal comenzaron a necesitar un mantenimiento a fondo. Las embajadas de Turquía y Líbano se coordinaron y en 2010 restauraron el conjunto. Ambas naciones lo acordaron para celebrar el Bicentenario de la Independencia de México y el I Centenario de ese encantador regalo de los otomanos.
Sobre el pedestal está el reloj y, encima, una veleta sobre tres campanas que representa los símbolos de los tres países: el escudo mexicano, la media luna turca y el cedro libanés. El Imperio Otomano duró casi 600 años, desde los albores del siglo XIV hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1922. Fue uno de los imperios más longevos de la historia. El reloj lo mantiene vivo.