Corría el año de 1987. Carlos Monsiváis acudió a Guanajuato a la presentación de la edición facsimilar de El Gallo Pitagórico, de Juan Bautista Morales. El señor de los gatos escribió el prólogo, titulado “El Gallo Pitagórico. El moralista contra el dictador”. Son 28 deliciosas páginas en dos partes: “La vida edificante de un laico” y “La obra, el moralista. El costumbrista”.
El culto gobernador Rafael Corrales Ayala abría la imprenta oficial a un autor crítico al régimen priista. La “osadía” era legitimada por un Consejo Editorial integrado por José Chávez Morado, Antonio Torres Gómez, Eugenio Trueba Olivares y Pastor Yáñez.
Monsi comentó la obra en ese año en el Mesón de San Antonio, en la capital. Pernoctó en la ciudad y al día siguiente desayunó en el restaurante de un hotel de San Javier. Ahí charló con el periodista Israel López Chiñas, amigos ambos desde hacía años, y ahí se le entrevistó en exclusiva para la sección cultural de El Nacional de Guanajuato. El tema principal motivo de su sorna: la moralina guanajuatense.

Antes que la obra de Bautista Morales, Monsi había tenido un indirecto vínculo con Guanajuato con los ensayos “José Alfredo Jiménez. No vengo a pedir lectores (se repite el disco por mi puritita gana)” y “Raúl Velasco. Apuntes para la historia de una época heroica”, publicados en 1977 en la antología Amor perdido. Un dolorense y un celayense fueron personajes para sus reflexiones.
Ese prólogo, empero, era la primera relación formal con un estado donde hay francorrinconenses que afirman que Monsi era hijo bastardo de Pascual Aceves Barajas, insigne personaje de esos lares. La biografía oficial del vate de la Portales dice que no, que fue el médico Salvador Aceves. Carlos Monsiváis agregó ya en su vida adulta el apellido de Aceves a su nombre, de ahí el debate.
La relación certera más cercana con lo guanajuatense había sido por sus breves apariciones en el cortometraje Un alma pura, de 1965 y Los Caifanes, obras fílmicas de Juan Ibáñez, nativo de la Cuévano ibargüengoitiana. En la primera, Monsi tiene una participación como extra y en la segunda hace el efímero papel de un Santa Clos ebrio al que los caifanes le queman la peluca en un acto de maldad vandálica. La primera fue con un guion de Carlos Fuentes y Juan García Ponce y la segunda sólo de Fuentes.
(Para saber sobre Un alma pura, puede consultarse https://www.youtube.com/watch?v=Wv-u2NG7c2Q. La versión completa de Los Caifanes está en https://www.facebook.com/watch/?v=1647326692085215.)
A Monsi siempre le gustó la cultura popular: fue uno de los guionistas de la historieta Chanoc, donde aparecía como personaje identificado como “El sabio Monsi” y también hizo un breve papel como amigo de narcos en La guerrera vengadora 2, dirigida por Raúl Fernández Jr, una de las zagas de Lola la Trailera, con la apantallante Rosa Gloria Chagoyán, a la que piropea con un “Bocatto di cardinale, flor del Anáhuac”. También se le recuerda por su breve cameo en el videoclip de la versión de “La media vuelta”, de José Alfredo Jiménez, cantada por Luis Miguel y producida por Pedro Torres.

Participó como improvisado actor, además de en las cintas de Ibáñez, en Tajimara, de Juan José Gurrola; En este pueblo no hay ladrones y Las visitaciones del diablo, ambas de Alberto Isaac; Zapata, de Felipe Cazals y Un mundo raro, de Armando Casas. Aparecía en televisión y se le escuchaba en la radio. Le encantaba que su apariencia desaliñada transgrediera a las formalidades mediáticas.
Si sus mercedes quieren conocer esos inolvidables momentos fílmicos, pueden verlos en https://www.facebook.com/Cultura.UNAM.pagina/videos/3222891207761767/.
Haiga sido como haiga sido, El Gallo Pitagórico acercó a Monsi a ese estado mocho que le daba “carnita” para la ironía dirigida al conservadurismo. Ya en la década de 1990, con el panismo en el poder, Monsi acudió a una invitación en la Ibero León, donde hizo mofa del conservadurismo blanquiazul y habló de uno de sus conceptos favoritos: las batallas culturales. La derecha ha ganado el poder, pero hay batallas culturales que mantienen con fuerza al liberalismo, fue la parte optimista de un escritor que llegó directo del aeropuerto al auditorio, con su chamarra y sin peinar, fingiendo ser abrumado por los aplausos de la comunidad académica jesuita.
Monsi quedó en la memoria guanajuatense. Y así como había sido amigo y crítico de priistas, lo fue también de los panistas Vicente Fox (chilango al que se le dio el gentilicio guanajuatense) y Felipe Calderón.
Se recuerda a Carlos Monsiváis como el joven periodista que colaboró en suplementos culturales y medios periodísticos mexicanos. Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Asistió al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard en 1965.
Ensayista y cronista, llevó su obra a libros, revistas y periódicos.

Conocedor de la cultura popular, legó su colección de objetos para la creación del Museo del Estanquillo. Lo más cercano que tuvimos de él en su etapa postmortem fue la referencia en su memoria en la Casa Chilanga abierta en Guanajuato durante el Festival Internacional Cervantino.
Murió un 19 de junio de 2010, en lo que ahora es el mes del orgullo de la diversidad sexual, acorde a lo que el periodista Braulio Peralta señala en su libro El clóset de cristal, donde se afirma que Monsiváís fue, junto a Nancy Cárdenas y otros, el fundador del movimiento LGBT en México. El cronista dejó como voluntad póstuma ser velado con una bandera del orgullo gay sobre su ataúd.
Cuando fallecía alguna persona considerada importante por los medios de comunicación y le preguntaban a Monsi al respecto, era de rigor que manifestara “se trata de una pérdida irreparable”. Hace 15 años la pérdida irreparable fue la suya.