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EN LA MATRIX

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La historia del fenómeno del internet, tan lleno de aristas, está disponible en Wikipedia, otra red social de tipo colaborativo que mandó al olvido las enciclopedias por su capacidad de actualización (para la que está en casa aún existe la Unión Soviética) por que no ocupa espacio ni en nuestras casas ni en los dispositivos desde los que accedemos y porque, con sus debidos filtros, cualquiera puede ponerse al nivel de Diderot y de Voltaire, por lo que solo diré que hemos pasado de solo ser el pasivo receptor a ser creadores, jueces y partes, con todo lo que esto implica. 

Pareciera algo novedoso, pero de manera masiva existe desde hace casi cuatro décadas, a México entró en 1989 y algunos años después ya era común tenerlo en casa, aunque inmensamente distinto a lo que conocemos ahora, ocupando la línea telefónica, con descargas que podían durar horas y muy limitadas opciones de interacción hasta que llegó hace dieciocho años la web 2.0 y aunque tenía un uso o extremadamente lúdico o científico, ahora es parte de la vida diaria como se vino a demostrar con la pandemia, donde resolvimos algunos problemas del aislamiento con su poderosa ayuda.  

Es indiscutible que ha cambiado nuestra manera de vivir, aunque nunca hayamos tocado una computadora o no sepamos usar un celular. 

Los cambios más notorios que se me ocurren en este momento, aunque seguro esto brillará por sus omisiones, la comunicación, que implica nuestras relaciones familiares, amorosas, laborales y comerciales, la manera en que nos desplazamos, con el uso de la tecnología de ubicación, de reseñas de lugares, compra de pasajes y contratación de transporte y el consumo del entretenimiento, tal como cine, música y más recientemente, de contenido hecho por personas que alguna vez fueron seres comunes y corrientes como nosotros y que ahora son estrellas del internet. 

La pregunta entonces es tratar de encontrar a qué parte de nuestra humanidad o de nuestro ser social apelan las redes sociales, que es finalmente la razón por la que tienen tanto éxito y para ello, como no podría faltar, vamos retomar a monsieur Claude Lévi-Strauss (1908- 2009) que dice que la base de la sociedad es el intercambio: de miembros de diversas familias para formar nuevas, sin pasar por los problemas biológicos y sociales que implica relacionarse hacia adentro con el plus de crear alianzas; de bienes 

para obtener aquello que no producimos pero que necesitamos y a su vez distribuir lo que nos sobra; de saberes y noticias que han sido la base de la tecnología misma y por tanto la razón por la que las redes existen y de vocablos para poder numerar toda aquellas cosas nuevas que llegan a través del resto de los intercambios y ¿por qué no? para relacionarnos mejor con el resto. 

Para cerrar, entonces, solo queda decir que las redes no agregan nada a la humanidad, si no que potencializan y le agregan velocidad la forma en la que nos interconectamos como humanos, en posteriores entregas profundizaremos en qué redes entran en cada categoría y las ventajas y peligros que conllevan.

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(CDMX 1987) Antropóloga de formación, vaga por pasión y escritora por necesidad (expresiva principalmente), ha trabajado en diversos proyectos de gobierno y sociedad civil con todo tipo de poblaciones, labor que la ha hecho conocer a la ciudad y a sus habitantes desde distintas perspectivas, también funge desde hace tres años como entrevistadora de artistas y activistas independientes en Capitán Gallo.

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