Conocido por muy pocos y visitado aún por menos, hay en Guanajuato un espacio que esconde curiosidades y maravillas
La entrada al lugar pasa desapercibida, pese a que se encuentra en la concurrida ruta que lleva a las conocidas momias del panteón. Y es así no sólo porque carece de letrero alguno que indique su ubicación, sino porque su propietario tiene sus reservas y sus razones- para dar a conocer los miles de objetos que ha recopilado a lo largo de su vida.
La única pista para ojos inquisitivos es una cafetería, a medio camino de la subida al panteón, que muestra pinturas, carteles, libros y algunos objetos llamativos, con el nombre muy apropiado de “Katacumbas”, como veremos.
Gustavo A. Yáñez Saldaña es algo más que ingeniero agrónomo, la carrera que estudió en la Universidad de Guanajuato (UG), pues entre sus múltiples aficiones se encuentran la fotografía; la afición al rock, que lo llevó a tener su propio programa de radio. Además, ha sido subdirector de Medio Ambiente en el municipio de San Miguel de Allende, dio clases en el Instituto de Formación en Seguridad Pública del Estado (Infospe) y ha trabajado en televisión en línea.
Sin embargo, su pasión es recolectar todo tipo de artículos, nuevos o antiguos, para integrar con ellos un museo al que ha dado su sello personal. En salas y corredores, algunos tenuemente iluminados, así como en espacios al aire libre, muestra sus numerosas colecciones. En una sala introductoria, explica los afanes de su constante búsqueda, entre objetos hallados en el lecho del río Guanajuato, algunas piezas arqueológicas y cuadros pintados por él mismo .
Tras ascender por una estrecha escalera de caracol, llegamos a una de las áreas más importantes: gabinetes con ejemplares de flora y fauna disecados o conservados, de acuerdo al espíritu que caracterizaba al Museo de Historia Natural Alfredo Dugés de la UG, cuando se ubicaba en el cuarto piso del edificio central, esencia que ha perdido en su actual sitio, según considera.
Avanzamos por otras piezas, varias escaleras; subimos, bajamos, como en un laberinto convertido en un muestrario donde se ve de todo: desde la ruleta que alguna vez perteneció al Casino de Guanajuato hasta una serie de periódicos de la época de la II Guerra Mundial con noticias de las batallas en Europa y en el Pacífico.
Hay una consola sí funciona, dice-; muñecos enjaulados, maquetas, mapas, figuras de personajes famosos, carteles, tarjetas telefónicas, juguetes, carritos de metal, libros, globos terráqueos, objetos religiosos, placas de autos, teléfonos antiguos y, en las terrazas del inmueble, un pequeño jardín botánico diseñado muy a su estilo, con una puerta metálica y un arco, una bicicleta que circula sobre un tubo y un pez enjaulado.
Antes de bajar por un pasillo en penumbra, para aparecer inesperadamente al fondo de la cafetería de ahí lo de “Katacumbas”, revela un dato sorprendente: nunca ha pagado por los objetos que atesora; todos han sido recopilados en sus andanzas de viajero y coleccionista infatigable. Sin duda, un lugar que merece más de una visita.