Los secretos de la Moneda
Guanajuato, Gto. El Guanajuato histórico es un regalo para la vista. Su peculiar conformación, sobre lomas y laderas que siguen la cañada de lo que fue un río, muestran en cada calle, callejón, plaza o recodo casas solariegas, rincones pintorescos, muros empedrados o de adobe, restaurados o ruinosos, que traen a la mente otros tiempos y ritmos de vida. Sin embargo, muchos de esos lugares pasan inadvertidos, sea por la costumbre de verlos, las prisas, el desinterés o por inaccesibles. Pueden encontrarse en el mismo centro de la ciudad y no merecer atención. Peor aún, si se localizan frente a un sitio icónico, como el teatro Juárez. Justamente, eso sucede con la Casa de Moneda.
Las dos torres
Hace poco, al caminar por los callejones aledaños a la calle de Sopeña, en una esquina del que lleva por nombre Corazones, me llamó la atención un torreón almenado de color blanco, cuya parte superior asomaba atrás de las viviendas. De inmediato me recordó al que se ve desde la Constancia, casi encima de la estación del funicular. ¿Era el mismo?
La torre que asoma al callejón de Corazones.
Aunque en perspectiva parecía ubicarse en igual dirección, se veía demasiado cercano, así que decidí salir de dudas. Pero entrar a la Casa de Moneda a esa hora resultaba imposible, pues las puertas habían cerrado. Caminé hacia atrás del teatro Juárez, pero desde ese lugar solo se ve el que está junto al cerro, por lo que mi curiosidad debió esperar.
Poco después, coincidentemente, fui a hacer un trámite a las oficinas del IMSS, que ahí se encuentran, y recordé la torre que había observado días atrás. Puse entonces verdadera atención a los detalles del inmueble. Aunque se le denomina “Palacio Federal”, en realidad no posee lujos arquitectónicos o artísticos; sin embargo, no deja de tener cierto interés.
Su planta, de dos pisos, muestra corredores en los cuatro lados, con columnas cuadradas de cantera verde en el patio de abajo y enjarradas en el piso superior. Al centro, un patio enlosado, donde tal vez hubo un pozo o aljibe. Según la placa que allí se muestra, el edificio perteneció originalmente a Juan de Sopeña y Herrán, quien fue soldado, comerciante y posteriormente acaudalado minero. Su apellido da nombre a la calle contigua.
Los descendientes de este personaje vendieron el inmueble, en 1799, a la corona española, que ubicó allí el Real Estanco de Tabaco, mercancía que en aquel entonces tenía gran valor. Pero poco después, tras la lucha de Independencia, el naciente gobierno mexicano la convirtió en Casa de Moneda, en 1824. Luego, se concesionó a la Anglo Mexican Company Ltd. de 1864 a 1870. Ya en el siglo XX, en 1945, se remodeló y habilitó como Palacio Federal, hasta la fecha. Alí funcionan oficinas del ISSSTE, IMSS, SAT y Telecomm, entre otras.
Lo más interesante, a mi ver, se encuentra en la parte posterior de la planta alta, donde se aprovechó el desnivel del terreno para construir una amplia terraza a la que se accede por sendas escaleras, situadas a ambos lados de la pared sur, una estrecha y otra muy ancha. El área ha sido adornada con bellas jardineras, con algunos añosos árboles.
Allí están las dos torres: se elevan, solitarias, en dos rincones colindantes con lo que queda de cerro, la primera cerca de los callejones del Calvario y Corazones y la segunda literalmente junto a las vías del funicular. Antiguamente, tuvo también numerosas chimeneas, como muestran fotografías antiguas, de las que solamente quedan las bases.
Por otra parte, ningún trabajador del lugar parece saber la utilidad que tienen los espacios, con arcos en sus puertas, que dan a la parte exterior, a un costado del teatro Juárez. ¿Son bodegas, celdas (alguna vez estuvo allí la oficina de la desparecida Procuraduría General de la República), oficinas abandonadas? Es un enigma.
Un plus lo representa la vista cercana a las musas del teatro, que se encuentra a pocos metros. A esa altura, casi se puede saludar a Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, ocho de ellas con 3.5 metros de altura y una en pequeño tamaño, posada sobre el orbe que porta la más lejana, la cual mira al templo de San Diego. Es buen sitio para apreciar el valor escénico de la Casa de Moneda.