2 de febrero, aniversario 191 del natalicio del caudillo revolucionario silaoense
Guanajuato tiene en Cándido Navarro un ejemplo de revolucionario congruente, que dio su vida en su lucha contra la explotación y las desigualdades; hombre de saber, tomó las armas para luchar por la causa zapatista de Tierra y Libertad.
Nació en La Aldea, municipios de Silao, Guanajuato, el 2 de febrero de 1872. Fue hijo de Juan Navarro y María Dámaso Serrano, que gozaban de una situación económica solvente.
Realizó sus primeros estudios en su pueblo natal y los continuó en la Escuela Práctica de Guanajuato. Cursó la carrera de profesor de educación primaria en la Escuela Metodista de Puebla . Luego se avecindó en la ciudad de México y trabajó como maestro en algunas poblaciones aledañas. Llegó a ser director de la Escuela “Santa Bárbara”, de Azcapozalco. En 1907 comenzó su oposición al dictador Porfirio Díaz. Al año siguiente fundó el Club Demócrata “Guadalupe Victoria” y luego fue uno de los fundadores del Partido Nacionalista Democrático. Fue entonces cuando se relacionó con personalidades como sus correligionarios de Guanajuato, especialmente con Alfredo Robles Domínguez y algunos otros directivos del Centro Antirreeleccionista de México y trabajó en pro de la unificación de dichas organizaciones.
Debido al pensamiento de sus ideas y por su actuación en las elecciones para presidente municipal del Ayuntamiento fue destituido de su empleo como director escolar en 1909, pero siguió en su lucha a favor de la educación y tiempo después fundó la Escuela Educativa Popular Independiente, en la que pudo se desenvolvió como maestro progresista e implantar modernos métodos de enseñanza.
Su inicio como revolucionario
El 20 de noviembre de 1910, a las seis de la tarde, como irónica formalidad política, empezó “oficialmente” la Revolución Mexicana y de la ciudad de México regresaron a la entidad dos personajes que se habían adherido a la causa maderista: Alfredo Robles Domínguez y Cándido Navarro.
Nacidos en el estado, pero formados fuera de él, fueron los “importadores” de los ideales de la no reelección y la exigencia del respeto al voto. Liberal moderado el primero, liberal con una mayor visión social (especialmente en el ámbito agrario) el segundo, promovieron entre los simpatizantes del maderismo en Guanajuato el respaldo a la revolución armada.
Cuando Alfredo Robles Domínguez, junto con otros dirigentes de la revolución, fue preso, Navarro reorganizó las fuerzas y mantuvo viva la Revolución en Guanajuato. Fue nombrado general por el maderismo y tomó Silao y León. Al ver que se trataba de un revolucionario activo, para algunos rancheros y empresarios de la región, Navarro representaba un radicalismo que no deseaban y prefirieron apoyar a Juan Bautista Castelazo, un antiguo administrador porfirista.
Mientras en el norte y sur del país los combates bañaban de sangre el suelo patrio, en Guanajuato parecía que la revolución sería imposible. A finales de 1910 Robles Domínguez fue apresado, Esquivel Obregón se distanció del maderismo por estar en desacuerdo con la vía armada y sólo se quedaron los caudillos militares, agazapados, juntando armas y parque, reclutando gente, en espera de iniciar los ataques.
Así, con una marcada debilidad militar, entre noviembre de 1910 y junio de 1911 se consolidaron tres núcleos revolucionarios armados en Guanajuato: el conducido por Cándido Navarro, el de Juan Bautista Castelazo y el de Francisco Cano. Cada uno se mantuvo independiente entre sí, con sus propios intereses y alianzas.
La revolución en Guanajuato
En términos reales, la Revolución armada en Guanajuato comenzó hasta febrero de 1911: A la par de otros frentes revolucionarios en la entidad, Navarro tomó Silao al frente de unos 400 hombres, en su mayor parte campesinos de la región, reclutados por él. A principios de abril tomó el mineral de La Luz.
En el norte del país la guerra se recrudecía hasta llegar a la toma de Ciudad Juárez y la firma del Tratado de Ciudad Juárez el 22 de mayo de ese mismo año. Tres días después el dictador salía en tren rumbo a Veracruz para embarcarse en el buque Ipiranga rumbo a Francia, donde habría de morir.
El porfirista Francisco León de la Barra ocupó la presidencia de la República. Aranda sólo estuvo en el cargo de gobernador del estado hasta el 4 de junio de 1911, para dejarlo en manos de Juan B. Castelazo, quien convocó a elecciones.
A pesar del triunfo maderista, el silaoense se negó a entregar las armas y en su secuela de rebeldía, al frente de 300 hombres tomó la ciudad de León el 3 de junio de 1911, en donde hurtó las arcas municipales aprovechando que había una manifestación contra Enrique O. Aranda, el gobernador interino. Esta acción le hizo perder la simpatía inicialmente ganada en la prensa de esa ciudad.
Tras el ataque a León, fue derrotado en Silao por el ejército federal y en julio finalmente dejó la beligerancia, aunque no entregó las armas: se acuarteló en Silao y quedó en calidad de garante del gobierno maderista.
Navarro, el candidato
Navarro optó por la vía electoral y en agosto de 1911 fue postulado candidato al gobierno de estado de Guanajuato por el Partido Nacionalista Democrático e inició su campaña publicando varios artículos periodísticos, en los que criticó a Madero y a su régimen por su pacto con la antigua clase política porfirista y la tibieza en su propuesta agraria.
El 29 de octubre de ese año se realizaron los comicios y los resultados oficiales dieron por ganador a Víctor José Lizardi con 57,374 votos, obteniendo Cándido Navarro sólo 3,919 sufragios.
Regreso y muerte de Navarro
Perdida la elección, Navarro mantuvo su acuartelamiento en Silao mientras se realizaba la elección presidencial que habría de ganar el de Parras. Una vez que Madero se instaló como presidente de la República, pareció olvidar sus ideales y los compromisos establecidos en el Plan de San Luis, lo que llevó a Navarro a entrevistarse con él para decirle que no estaba cumpliendo con sus compromisos, por lo que fue acusado de insubordinación y encarcelado en Lecumberri, donde permaneció hasta que el general Victoriano Huerta consumó su traición en La Ciudadela y con ello la muerte de Madero.
Navarro tenía una perspectiva de cambio social diferente a los maderistas moderados o simplemente antirreeleccionistas, especialmente en materia agraria, por lo que se le acusó de aliarse políticamente al secretario de Gobernación interino, Emilio Vázquez Gómez. Navarro firmó junto a Juan Andrew Almazán, Gabriel Hernández, Heriberto Jara, Camilo Arriaga y Francisco J. Mújica, el Plan de Tacubaya, en el que exigía el cumplimiento de las disposiciones que en materia agraria contenía el Plan de San Luis. Era, por decirlo de acuerdo a parámetros contemporáneos, parte del ala izquierdista de la revolución.
Bajo el argumento de traición al gobierno, el grupo fue disuelto y Navarro, al igual que otros de sus compañeros de lucha opositora, fue encarcelado.
Tras derrocar a Madero, Victoriano Huerta ofreció la libertad a Navarro bajo la amenaza de que si volvía a tomar las armas habría represalias contra la familia. El silaoense, sin embargo, al ser puesto en libertad en junio de 1913, desconoció el gobierno del traidor y se trasladó al estado de Morelos a reunirse con Emiliano Zapata y se adhirió a las demandas del Plan de Ayala. Zapata le asignó a un grupo de hombres armados y le comisionó a la zona del Bajío. A principios de julio de 1913, el caudillo sureño otorgó al guanajuatense el grado de General y lo asignó a la campaña contra el ejército del gobierno usurpador en los estados de Guerrero y Michoacán.
Tras una serie de triunfos, el 17 de agosto de 1913, Navarro fue derrotado en el poblado de Cuitzeo, Michoacán. Mermada la fuerza, reorganizó sus tropas y al pasar por Valle de Santiago sostuvo un nuevo enfrentamiento y fue otra vez derrotado. Optó por marchar al norte de la República, para reorganizar debidamente a sus hombres.
Pasó por Silao, La Aldea y Romita, donde ya no pudo reclutar más gente. Tanto federales como civiles le hicieron frente y obligaron a continuar su camino hacia el norte. De paso atacó Tlachiquera, entre Silao y León y siguió su marcha hasta el estado de San Luis Potosí donde, en un lugar denominado “El Mezquite”, fue atacado nuevamente por las fuerzas federales. Al llegar a la Hacienda de Santiago, cerca de la laguna “El Tepetate”, fue muerto en combate con las fuerzas huertistas el 25 de agosto de 1913.
Su cadáver fue recogido y llevado a la Plaza de Armas de la ciudad de San Luis Potosí, donde fue exhibido para escarmiento de los rebeldes. Más tarde fue inhumado en el Panteón de El Saucito. Fueron días en que su nombre generó en la prensa guanajuatense un suspenso aclarado a finales del mes, cuando se confirmó su muerte. El día 28 se daba cuenta de manera extraoficial de su deceso y el 30 se hizo oficial.
Como ha sucedido con otros protagonistas de la Revolución, Navarro fue reconocido décadas después de su muerte. El 19 de octubre de 1939, la Secretaría de la Defensa Nacional le ratificó el grado de General y le otorgó después de muerto la Condecoración del Mérito Revolucionario.
En 1955, por iniciativa del gobernador de Guanajuato, José Aguilar y Maya, fueron exhumados sus restos del Panteón del Saucito y trasladados a la capital de Guanajuato para ser inhumados nuevamente en el Cementerio Municipal.