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POR SUS VÍSPERAS SE CONOCE LA FIESTA

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Tan relevante como vistosa en la vida de Guanajuato capital, la solemnidad de la Virgen de los Dolores adquiere los visos de una celebración trascendente. Bien a bien constituye una marca indeleble en el calendario ritual guanajuateño en que la población se vuelca en especial a las calles del centro, aunque también acude a otros sitios. A juzgar por la magnitud de las vísperas, la Virgen es desde luego una presencia que no puede no tenerse en cuenta. Imanta las horas del día previo con la suspensión de actividades escolares, con la invasión de las céntricas calles por los puestos que ofrecen sus figuras propiciatorias (flores, cerdos, conejos, huevos, pan de maíz) en muy diferentes presentaciones y en un mestizaje por demás afortunado. Al caer la tarde el asueto habrá sentado sus reales y la noche será idónea para la fiesta, hasta alcanzar las horas vespertinas del día de la Dolorosa.

Con el correr de la mañana los trajines de este jueves son incesantes: a pie, sobre la espalda, en diablitos, en automóviles, en camionetas (de muy diverso calado), niños, jóvenes, adultos, hombres, mujeres, familias enteras, van desplegando el especial colorido de la celebración. El papel crepé exalta su protagonismo, las hojas de maíz coloreadas visten el atuendo de las flores, los frutos de la tierra resplandecen en las formas caprichosas con que se vuelven juguete, pieza curiosa, artesanía, los cascarones de huevo, los animales que son cifra de la abundancia, como los conejos, los cerdos, y los frutos de la tierra representados en flores de papel multicolores. Poco importa que el sol esté cayendo a plomo, que aun sin ser el día de la solemnidad (¡estamos en la víspera!) ya se manifieste el ambiente de mercado, de tianguis, de puestos abigarrados que atrapan la atención. 

El centro de Guanajuato capital en la víspera del Viernes de Dolores.

Unos van para aprovechar que no están manoseados los productos, otros suponen que no hay aún la gente del mero día de la fiesta, otra porción de gente acude movida por la curiosidad, y sin duda habrá los que van no más por ir a ver qué hay. Entre la bola ni se sabe pero todos tienen cabida. El barullo está compuesto por el tránsito urbano como trasfondo, sobre él se escuchan gritos perentorios de quienes instalan puestos, palabras sueltas de enamorados, risas cómplices de palomillas de estudiantes o de amigos, así como los pregones que ya se dejan sentir en esas estrechas calles. Han debido pasar muchos meses de preparativos y al fin ha llegado la ocasión, se agotó la espera. Cada puesto a pie de calle rivaliza con los demás ostentando su colorido, los materiales originales que deben emplearse, el precio reducido, los mejores acabados, las figuras más originales, la esperanza brillando en los ojos de los comerciantes. 

A ciencia cierta no se sabe quién viene por la Virgen, quién lo hace en nombre del amor incipiente, quién por el afán de ganarse el sustento; quién por honrar a la madre de Jesús, quién por regalar flores o por recibirlas, quién por comerciar la mercadería. Las calles otrora tranquilas son un alboroto continuo, a la tarde siguiente habrán de recuperar su parsimonia. Así ha sido, y así sigue siendo. Los preparativos bullen en todos lados: no pocas mujeres verifican su atuendo para el día de la celebración en que se vestirán con flores y no pocas portarán rebozo; en algunas cocinas el fuego ya hace su trabajo sobre los alimentos de la tierra que habrán de compartirse al día siguiente; otros preparan los versos alusivos que año con año leen o recitan en tertulias con amigos, parientes y conocidos, y claro que hay personas dedicadas en oficinas, empresas, tiendas y tendajones a edificar el mejor altar posible para que “llore la Virgen”. El día es especial, desde luego, y no hay manera de permanecer inmutables: hace falta llenarse de esta experiencia, una de las más tradicionales de este antiguo mineral. 

En este contexto, a pie de calle, cada quien en su puesto, Marco Leonardo y Ana Bertha Rojas Parra, aderezan desde su propia visión la solemnidad de la Virgen de los Dolores ofreciendo la variopinta riqueza de sus productos. 

Marco Leonardo entre flores de hoja de maíz

¿Por qué las flores con hoja de maíz? A mi parecer es un material que se ve bien, así a la vista de las personas. Es muy llamativo el hecho de trabajarlo para darle la flexibilidad y hacer que se vea de esta manera. Y aparte por tradición familiar, más que nada desde mis abuelitos, tatarabuelos podría decir, se lo enseñaron a mis tíos y ya por mis tíos me tocó enseñarme. En la actualidad mi madre nos ha enseñado a trabajar las cosas. La hoja de maíz se moja, primero que nada se moja. Ya dependiendo si se quiere que se quede en color natural, que es el blanco, o si lo quiere en los colores que se ven (señala hacia su puesto) se mete en el agua caliente, se pone el color y ya después se le da la forma y se sella con silicón. Se deja secar un poco para poder darle la forma. Para llegar a este día, se trabaja de tres a cuatro meses en hacer los preparativos del color, de darle forma. No trabajamos solo la de maíz, también las flores de papel.  

Marco Leonardo, hacedor de flores con hoja de maíz.

Diamantinos cascarones de huevo de Ana Bertha Rojas Parra

El color de los cascarones de huevo es prácticamente color que llama la atención, lo más brillante, lo más colorido, que es lo que le da vida, que es lo que le da… la algarabía al material que nosotros vendemos. Nosotras como artesanas, cierto tiempo del año empezamos a juntar o buscamos en las panaderías, pastelerías que nos hagan favor de vendérnoslo. Y nos lo venden. En varias partes lo compramos. Y eso debe tener también su trabajo, porque debe uno nada más despostillarlo de la puntita para que quede el cascarón completo. Nosotros somos de Silao y esta tradición la tenemos nosotros pero el día es el Domingo de Carnaval y el Miércoles de Ceniza. Se nos contaba por medio de las personas ya mayores, por ejemplo mi abuelita, nos platicaba que el cascarón de esta época significaba el apedreamiento que le hicieron a Jesús cuando fue su calvario, que por eso ya cuando la gente iba con el cascarón quebrado en su cabeza no le daban ceniza, que porque eso era lo que significaba cuando apedrearon a Cristo, que si quería usted tomar ceniza en esa época tenía que ir antes de que le quebraran un cascarón. Muchos lo confunden con el huevo de Pascua, pero no. Eso significa para nosotros el cascarón del huevo que vendemos. En mi caso, en lo particular no me gusta estancarme en una sola cosa, pero a mí me gusta renovar, me gusta sacar ideas, me gusta pues cambiarle a lo típico. Yo laboro con mi esposo o con unas vecinas, las que me hacen el favor de apoyarme en esa cuestión. Vamos poniendo las piezas en un rinconcito aquí, otro rinconcito allá que al rato parecemos ratones pero tratamos de tenerlo lo mejor conservado posible para poderlo exponer.

Ana Bertha Roja Parra, artesana de cascarones huevo del Calvario de Cristo.

Más allá del tramo que va del Jardín de la Unión a la Plaza de la Paz, las jacarandas  derraman su lluvia de florecillas lilas, el barullo no cesa de crecer, los afanes se multiplican en la instalación de los puestos, en la colocación de un altar como manda la tradición en los edificios públicos, en los inmuebles universitarios, en algunos comercios, en otras tantas casas habitación. Lloró la Virgen al día siguiente agua o nieve, caldito de camarón, entre parroquianos que nuevo acuden, como cada año, a conmemorar la solemnidad, a darle una vida inusual, típica, pintoresca, al centro de Guanajuato. A juzgar por lo que ocurre en la víspera, la magnitud de la celebración involucra a una ciudad por entero. 

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