La pianista Alejandra Monroy Ojeda vive su pasión musical entre dos formas de expresión: la denominada “música clásica” y el jazz.
Interpreta a Aram Khachaturian, Johann Sebastian Bach, Frederic Chopin, Franz Liszt, Scott Joplin, George Gershwin, Joseph Haydn o Sergei Rachmaninov y los lleva al encanto lúdico de una expresión artística que nació como medio de protesta durante la época de esclavitud del pueblo africano en los Estados Unidos.
A la formalidad de lo clásico agrega improvisación, frescura y encanto de esa fusión de cultura llamada Jazz.
La pianista es también formadora de niños, encauzadora hacia el gusto y goce por la música de piano.
Alejandra Monroy Ojeda es celayense de nacimiento, licenciada en música de la División de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad de Guanajuato en la carrera de Piano. En 2008 comenzó sus estudios pianísticos en el Nivel Medio Superior Terminal de la Universidad de Guanajuato. En 2002 ingresó a la carrera de piano, bajo la tutela de la Dra. Elena Podvjarova, experta en lenguaje e interpretación del piano clásico.
Días atrás, cuando se presentó en el museo Gene Byron brindó un programa de música clásica para piano, pero se notó algo peculiar en su interpretación: “esto me suena como jazz”. Al leer datos sobre su formación se encontraron elementos que son parte de sus vivencias.
—¿Cómo vinculas estos dos mundos que aparentemente no tienen qué ver: el jazz y esta forma clásica de la música?
—Tengo una preparación jazzística muy leve; me preparé sobre todo con lo clásico, pero están muy relacionados y por eso es relativamente fácil para mí ensamblar ambos géneros exitosamente y que suene un poquito de una y otra expresión.
Es el reflejo de dos aspectos de su formación musical, pues a lo largo de su carrera musical, Alejandra asistió a diversos cursos de preparación pianística como la Clínica Intensiva de Jazz en la ciudad de Guanajuato, aunado al curso intensivo sobre interpretación de obras del compositor barroco J. S. Bach en el clavecín traducidas al piano-forte con la Mtra. Lidia Gerberov, así como clases maestras de perfeccionamiento técnico a cargo de la pianista chilena Elena Camarena.
Emoción a flor de piel
Ver tocar a Alejandra constituye un espectáculo adicional.
—También me llamó la atención la parte de la emoción que impregnas en tus conciertos. Fue evidente que tuviste un momento de cansancio. ¿A qué se debe la emoción que se genera cuando ejecutas?
—Lo más importante es transmitir lo que yo estoy sintiendo en ese momento; es parte de mi emoción transmitir a todo público mi pasión y mi gusto por la música y los autores que estoy interpretando.
—¿Alguna pasión en especial que percibes en tus interpretaciones?
—Hay de todo tipo de emociones, entre ellas el amor, incluso.
Educadora
—Hay otra parte que te caracteriza: formadora de niños. Das clases a niños, ¿qué puedes platicar sobre este aspecto?
—Doy clases en general a niños y adultos y me gusta bastante compartir lo que sé, transmitir mi enseñanza a todas las personas, pero sobre todo a los niños porque están más receptivos, más emocionados.
—En estas generaciones de la postmodernidad de la digitalidad, ¿sigue vigente el gusto por estas formas de expresión musical?
—Sí, claro; lo vimos en el concierto, vimos el espacio lleno de gente que quiere escuchar todavía en vivo, que quiere sentir estas emociones a flor de piel en vivo.
—Fui el único profano que, por razones de trabajo, usó el teléfono, pero nadie más usó el celular.
Ella lo celebra:
—Eso me da muchísimo gusto; eso significa que estuvieron al cien por ciento presentes conmigo, disfrutando el momento.
Y así fue: un concierto de ímpetu de juventud con la solvencia de una madurez musical generada por la vocación y la práctica.