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DICEN QUE BAJO EMBAJADORAS PASA EL TÚNEL

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Comercio, convivencia y romance suceden sobre

el desagüe que salvó a Cuévano de inundaciones

Platican los más viejos de la comarca que, cuando las y los jóvenes enamorados de mediados del siglo pasado se citaban allí, decían “nos vemos en el túnel”. Cualquiera que actualmente pase por Embajadoras, el único túnel que podrá ver será El Barretero, que inicia en Pozuelos, desemboca junto al ex internado —hoy Escuela Primaria “Luis González Obregón”— y data de 1982. Sin embargo, aunque de eso hace 40 años, no es el que mencionamos en las primeras líneas. Entonces, el otro… ¿dónde está?

El kiosco, único de planta rectangular de la ciudad.

Las aguas que, en tiempo de lluvias, salen de la presa de la Olla, descienden desde hace más de dos siglos por un conducto que pasa bajo el Paseo de la Presa. Antaño, a la altura de donde actualmente es Embajadoras, esa corriente se unía a la que llegaba del río de Pastita. En ocasiones, el caudal era de tal magnitud que las aguas se desbordaban y provocaban catastróficas inundaciones.

Las altas paredes de algunos edificios evidencian su situación junto al antiguo río.

En 1883, como parte del enorme programa de obras realizadas durante el Porfiriato, se decidió construir un túnel que permitiera sacar de la ciudad el agua excedente y evitar nuevos desastres. Cuando estuvo terminado, en 1908, el mismo anciano dictador asistió a la inauguración del pasaje hidráulico. Con 1162 metros de longitud y casi siete metros de ancho, permitió incluso que Díaz lo recorriera a bordo de un automóvil.

Ese túnel, llamado El Coajín, termina en Pozuelos, justo debajo de la plaza comercial que allí se encuentra. Lo que casi nadie sabe es dónde comienza. Y es que, al paso del tiempo, la zona se transformó radicalmente. Pero, si se busca con cuidado, se encontrarán huellas del antiguo acceso. La clave es una jardinera ubicada sobre una especie de palomar, al centro del mercado que domina gran parte del área, junto a la escalera que lleva al segundo nivel.

Acceso al túnel El Coajín, antes y ahora.

En diciembre de 2020, mientras la población sufría los terribles estragos de la pandemia de Covid-19, el mercado Embajadoras celebró medio siglo de existencia. En ese espacio funcionaba, desde mucho antes, un tianguis, el cual creció hasta convertirse en un auténtico emporio mercantil. Ahora, la actividad comercial es tan intensa, que rebasa con mucho los muros de la construcción levantada en 1970, particularmente los domingos, cuando decenas de comerciantes, permanentes u ocasionales, inundan las aceras y el jardín adjunto con coloridos puestos que buscan atraer a los marchantes.

El mercado Embajadoras tiene más de medio siglo de existencia.

El parque del lugar se divide en dos partes bien diferenciadas. La primera contiene el kiosco, único de planta rectangular de la ciudad. Es un largo corredor ideal para “echar reja”, gracias a los umbrosos árboles que de día dan sombra a las bancas allí colocadas, y de noche protegen de miradas indiscretas las manifestaciones cariñosas de los enamorados.

Una plazoleta se sitúa entre las áreas ajardinadas. Domina la misma el monumento a la Bandera, hecho con placas de cantera blanca en 1949 y coronado con asta sobre un obelisco, al que flanquean las estatuas de un minero y un soldado, esculpidas en un estilo sobrio y algo tosco, con cierta influencia de la era soviética, que traen a la memoria las esculturas del Pípila, el Morelos de Janitzio y de los Héroes de la Independencia en Dolores Hidalgo.

El monumento a la Bandera.

La superficie más reciente del jardín se compone de árboles de diversas especies, con varios tiestos florales entre ellos. Pero el detalle quizá más encantador de todo el conjunto es la fuente, que muestra en su centro un pedestal adornado con cuatro cabezas de león, de las cuales mana el agua, y en la parte superior nuestra propia Estatua de la Libertad. Aunque de tamaño mucho menor que la neoyorquina, no deja de ser una excelente pieza que igualmente porta una antorcha y un libro, símbolos de la libertad y la ley, respectivamente. Debido a sus bellas proporciones, este monumento suele ser utilizado como modelo por los estudiantes que reciben lecciones de dibujo.

La fuente con la estatua de la Libertad.

A ambos lados del jardín, se levantan algunas casas de cierto interés, aunque tal vez la más atractiva sea la que actualmente sirve de sede a una sucursal bancaria, con su hermoso portal clásico sostenido por columnas de cantera, a la manera de los templos romanos.

Más allá de su atractivo urbanístico, Embajadoras es un sitio donde convergen, a lo largo del día, personas de todas las edades y condiciones: niños de primaria o preescolar jalados por sus apresuradas madres, inquietos adolescentes de secundaria, turistas de subida o de bajada, estudiantes normalistas, empleados, profesionistas, amas de casa empeñadas en las compras de la jornada.

Un hermoso inmueble sirve de sede a una sucursal bancaria.

La abigarrada sociedad guanajuatense parece volcarse en las inmediaciones en busca de un antojito, una nieve, una amistad o un amor. La algarabía se extiende de un extremo a otro, mañana y tarde, y disminuye solo conforme avanza la noche. Entonces, queda solo algún puesto de tacos; las parejas aprovechan la penumbra; se ven trabajadores de vuelta a su hogar y deambulan los noctívagos que no faltan en esta ciudad que (casi) nunca duerme…

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