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LOS ECOS EN LA PRENSA LOCAL Y NACIONAL DE LA INUNDACIÓN DE 1905 EN GUANAJUATO

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En 1900, la ciudad de Guanajuato era la octava más poblada del país con 41,486 habitantes. Estaba después de Ciudad de México (344,721), Guadalajara (101,208), Puebla (93,521), León (63,263), Monterrey (62,266), San Luis Potosí (61,019) y Mérida (46,630).

Para 1910, previo al levantamiento armado, las principales ciudades del país aumentaron población, salvo las guanajuatenses: León bajó al séptimo lugar con 57,722 y Guanajuato quedó con poco más de 30 mil habitantes. La razón: las lluvias que azotaron la región impactaron de manera especial a la capital del estado en 1905.

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, Guanajuato y León destacaban por su economía; uno como centro minero y otro como centro agrícola. La inundación afectó a la capital y tuvo repercusiones en la región.

La catástrofe

En calles del centro histórico de Guanajuato hay placas en varios inmuebles de la ciudad, donde se lee: “Inundación 1 jul. 1905”.

Era un viernes 30 de junio, cuando cayó un aguacero que desbordó a la Presa de la Olla. El caudal llegó a la ciudad principalmente por Cantarranas, Puente del Rastro, Alonso, Baratillo, Calle Nueva y el Truco. En estas últimas dos calles el agua llegó a su punto más alto: dos metros.

Fue la última de las ocho inundaciones catastróficas que ha sufrido la ciudad a lo largo de su historia, desde que en 1570 se le reconociera como poblado formal (nunca fue fundado como tal).

El amanecer de sábado 1 de julio de 1905 se tuvo a una ciudad con casas derruidas, con vías del tranvía levantadas, con personas y animales ahogados o arrastrados por la corriente.

La inundación de 1905 afectó a la ciudad desde la Presa de la Olla hasta El Cantador. La tormenta comenzó con las afectaciones normales como inundar las calles, llevar basura en la corriente de agua, hasta que escaló a derribar árboles, vigas, hogares, barrios, colonias y cobrar vidas. El agua pluvial generaba más destrucción conforme las horas pasaban.

El desbordamiento de la Presa de la Olla dejó bajo el agua una zona de más de cuatro kilómetros cuadrados. Durante una hora, el trayecto del agua cubrió hasta 10 metros de altura y su cauce arrastró a personas y animales; algunos perecieron, otros quedaron atrapados por la riada. El torrente derribó árboles, destruyó carros de tranvías y vagones de trenes, y provocó el desplome de casas y edificios públicos.

Los registros oficiales mencionan 50 víctimas y 2 millones de pesos en infraestructura dañada. Se estima que el daño fue mayor y las muertes fueron muchas más, pues se consigna gente arrastrada por la corriente sin señalar si se le localizó después.

Lista oficial de afectaciones (fotografía tomada del libro La inundación de Guanajuato).

Ecos en la prensa local

Así lo relataba el semanario El Barretero el viernes 1 de julio:

“Bajo la impresión de un terrible accidente que nos causa serias desgracias, damos a nuestros lectores la terrible inundación, acaecida hoy a las 6 de la tarde. Nuestros cajistas con el agua a la cintura forman estas líneas, y nosotros contemplamos a nuestras máquinas llenas de agua, hundidas en lodo rojizo. […] En nuestra edición de mañana ampliaremos estos datos”.

No hubo día siguiente para el impreso: la inundación continuó para armar dos días de dolor y desgracia en una ciudad que celebraba sus tradicionales fiestas de San Juan y Presa de la Olla. Los adornos florales del Parque de las Acacias se convirtieron en una laguna verdosa.

En la edición del 30 de junio, El Barretero afirmaba que “todavía ninguna vida se ha ido entre las aguas”. Los pobladores, empero, no esperaban que la inundación siguiera al otro día.

Al día siguiente de la inundación comenzó la difusión de las secuelas de la catástrofe. En diversos diarios nacionales circularon notas escuetas, telegramas y hojas sueltas con información alarmante respecto de la crisis que vivía la gente en Guanajuato: “los males son incontables”, “los daños son gravísimos” y “la gente ha quedado en la miseria”, fueron algunas frases empleadas en la prensa durante los días posteriores a la inundación.

El Barretero quedó bajo el agua, sin insumos para imprimir las noticias. La inconsistencia de la información caracterizó esta etapa.

Era práctica común en esa época hacer libro de los acontecimientos especiales. Así lo hizo el periódico leonés El Obrero, dirigido por Jesús Rodríguez Frausto, quien imprimió un libro sobre la inundación, escrito por Joaquín González y González, un magonista amigo de Nicolás Cano, que luego sería diputado constituyente y uno de los fundadores del Partido Comunista, y de José F. Granados, también de origen leonés, pero que en la capital del estado editaba el semanario El Barretero.

El libro, de más de 240 páginas, es un gran reportaje que ilustra cómo la ciudad había sido azotada por históricas inundaciones y cómo afectó a Guanajuato en 1905. Puede ser consultado en http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080018170/1080018170.PDF.

Ecos en la prensa nacional

María Dolores Lorenzo, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, consigna en su artículo “La prensa ante la inundación de Guanajuato, 1905. Cohesión, altruismo y denuncia”, (https://ru.historicas.unam.mx/bitstream/handle/20.500.12525/758/709_R_08_prensa.pdf?sequence=1&isAllowed=y):

Las cifras de muertos y heridos fueron imprecisas: que eran sólo 50 o 100, hasta notas que mencionaban que eran mil, como lo difundió El Tiempo, de la ciudad de México, el 5 de julio. Dos días después el informe de muertos alcanzó las 2,000 personas, además del incremento del número de heridos de gravedad.

Hubo al menos hubo un par de testimonios fílmicos de la inundación de Guanajuato, realizados por Salvador Toscano y por Enrique Rosas (quien años después fue famoso por dirigir la película La banda del automóvil gris). Las cintas corroboran el discurso de la prensa con imágenes de los edificios y calles afectados por la inundación.

Piso levantado por el agua de la inundación y otras afectaciones visibles en el centro de Guanajuato Capital (fotografía tomada del libro La inundación de Guanajuato).

La prensa nacional, dice la investigadora, “elaboró listas de los comercios y las casas afectadas; además, expuso detalles de la destrucción del Banco de Guanajuato, las pérdidas de las boticas y los comercios de abarrotes de la ciudad; refirió el daño sufrido por los edificios públicos: la Administración de Correos, el Teatro Principal y el Templo de San Diego. Los periódicos detallaron que el jardín principal permanecía bajo el agua y que el descarrilamiento del ferrocarril de Guanajuato no se había reparado, pese a que había pasado ya una semana de la inundación. Las calles de los barrios en la zona baja de la ciudad, donde estaban los jardines, las plazas principales, los edificios de servicios públicos y los comercios, fueron las más afectadas. Las calles altas, desde donde se pudo contemplar la inundación, brindaron refugio a quienes escaparon del torrente. Los relatos dieron la impresión de que el drama había unido a los habitantes de Guanajuato. Parecía que ‘todos’, de alguna manera, habían sido afectados por el desbordamiento. Las hojas volantes describieron el trayecto callejero del agua y el recorrido de la ‘funesta avalancha’ de extremo a extremo de la ciudad. A diferencia de los periódicos oficiales y de circulación nacional, las hojas volantes sí hicieron referencia a la destrucción que vivieron los grupos populares del Barrio del Hinojo, habitado por mineros y artesanos. El agua entró por todas partes en medio de la desesperación y arrasó las casas de adobe y las chozas improvisadas donde perecieron las familias de las clases trabajadoras. Una primera oleada inundó el barrio; la segunda reventó puentes y con su fuerza arrastró las endebles habitaciones. Este impreso dibujó cómo mujeres y niños se ahogaron en el interior de las casas o fueron arrastrados por la corriente, quedando tras ellos sólo escombros”.

También señala:

“Más de treinta episodios funestos a causa del agua desbordada se pueden contar en la historia de Guanajuato. De éstos, una vasta referencia periodística da cuenta del gran desastre suscitado por el exceso de lluvia en 1905. Entre las noticias sensacionalistas que exaltaron las condiciones de la población que quedó anegada varias semanas después de la tormentosa noche del viernes 30 de junio, destacan dos hojas volantes publicadas por la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo. El texto y los ocurrentes dibujos de los hábiles ilustradores, José Guadalupe Posadas y Manuel Manilla, le dieron nitidez al relato extraordinario de la inundación. Estos impresos populares plasmaron la angustia, la destrucción y la muerte vivida por los habitantes de Guanajuato. La calavera de Manuel Manilla mostró el rostro cruel de una población devastada y condenada a vivir recurrentemente bajo zozobra, por el riesgo que suponía el peligro del desbordamiento de presas y ríos cuyo caudal había provocado, en 1905, ‘la muerte inesperada del ciclista y del panadero, de la enamorada ‘Raquel’ y del barbero. La hoja ilustrada por Posadas expresó las causas verdaderas del siniestro y denunció que, debido a la deficiente infraestructura hidráulica que no pudo contener el “diluvio” y el desbordamiento de los ríos, la inundación acabó con la vida y las riquezas de la hermosa capital’. Estas ingeniosas publicaciones sintetizaron la percepción popular de lo que significó vivir constantemente en una ciudad amenazada por la fuerza del agua”.

La autora indagó en periódicos que circulaban en la capital del país como El Colmillo Público, El Contemporáneo, El Correo Español, El Diario del Hogar, El País, El Tiempo y La Patria. Refiere a impresos guanajuatenses y a El Republicano, de Aguascalientes y La Sombra de Arteaga, de Querétaro.

También se documentó con noticias del Diario Oficial de los Estados Unidos Mexicanos y los periódicos Oficial de Guanajuato, Querétaro, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Zacatecas, así como The Mexican Herald. Es importante aclarar que los periódicos oficiales de ese tiempo publicaban diversas noticias, entre ellas la llamada nota roja. La inundación no les iba a ser ajena ni indiferente, pues Guanajuato estaba en el top 10 de ciudades mexicanas.

Camino de la Presa de la Olla y Derrumbes sobre el río a espaldas de la calle Cantarranas, cerca del Hinojo (fotografía tomada del libro La inundación de Guanajuato).

Las secuelas políticas y de censura derivadas de la inundación

La inundación de 1905 afectó la imagen del gobierno estatal porfirista de Joaquín Obregón González. El desgaste del régimen tuvo en la entrevista entre James Creelman y Porfirio Díaz la coyuntura para una mayor libertad de prensa que en Guanajuato tuvo consecuencias para los periodistas.

En 1908, los editores Jesús Rodríguez y José F. Granados eran encarcelados, al igual que algunos de sus colaboradores como Victoriano Rodríguez, redactor de El Obrero; Nabor Baltierra, redactor de El Hijo del Pueblo, dirigido por el liberal Braulio Acosta, y corresponsal de El Tiempo, periódico metropolitano; y Agustín Arroyo Chagoyán, quien había escrito para varios periódicos leoneses. Del grupo señalado, los dos últimos eran articulistas.

Llama la atención el caso de Nabor Baltierra: el origen de su apresamiento se remite a junio de 1908, cuando la prensa se regocijaba con la inauguración del túnel del Cuajín, bautizado con el nombre “de Porfirio Díaz”. Baltierra, en su perspectiva de opositor, recordó que el túnel fue construido para evitar inundaciones como la registrada en 1905 y consideraba que la información difundida aludía a cantidades invertidas con antelación. Al inaugurarse la obra, retomó el tema y publicó en El Tiempo un artículo en el que exigía al gobernador Joaquín Obregón González la rendición de cuentas de los recursos asignados a los afectados por la inundación.

La respuesta gubernamental fue en dos sentidos: la contrapropaganda y la cárcel. El Periódico Oficial publicó la relación de indemnizados y, al considerar que Baltierra había difamado al gobernador, se le remitió a prisión, hecho que generó la solidaridad e indignación en la prensa opositora.

Una carta publicada el 29 de agosto de 1908 en El Obrero explicaba los pormenores del encarcelamiento en una nota titulada “Asunto de los periodistas presos en Guanajuato”. La epístola tenía firma del 25 de agosto de 1905 y era dirigida al director de El Obrero. El periodista aclaró que el suplemento del número 7 de La Avispa, “periódico local que se dice defensor del gobierno”, señalaba que él escribió en El Hijo del Pueblo un artículo en el que cuestiona al gobernador Joaquín Obregón González por haber enviado a la hacienda La Quemada, propiedad del gobernante, cargamentos de maíz, frijol, frazadas, mantas “y hasta maquinaria” asignados al apoyo a los afectados por la inundación de 1905. Añadió que también lo responsabilizan de un artículo en el que acusaba a Obregón González de llevarse para su jardín estatuas que se encontraban en el Jardín de la Unión. Baltierra negó haber injuriado al gobernador y que sólo manifestaba lo que se comentaba popularmente.

La prensa oficiosa se prodigó en publicar la versión gubernamental para lavar la imagen del gobernador Obregón González. En el Periódico Oficial fue publicada la lista de beneficiados para desmentir a Baltierra. Sin embargo, la presión de los periódicos liberales era constante. El Tiempo arremetía desde la ciudad de México contra el gobernador y la prensa oficiosa, especialmente La Avispa y La Opinión Libre, contraatacaron y dedicaba todavía en 1909 espacios para desacreditar al articulista.

Habían pasado tres años de la inundación. En dos más, los críticos al gobernador eran, en su mayoría, seguidores de Bernardo Reyes y, a la postre, se hicieron maderistas. Fue la indirecta aportación de la inundación al movimiento revolucionario.

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Las fotos son del libro de Joaquín González y González, La inundación de Guanajuato. León, Guanajuato, Imprenta de J. Rodríguez e Hijo, 1905.

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