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¿CÓMO DIJO QUE SE LLAMA ESO?

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El idioma español es un prodigio de palabras. Las hay para todo, para designar objetos, lugares, personas, animales, sonidos, situaciones, emociones y todo lo que rodea la cotidianeidad de los seres humanos. Pero muchas palabras no son de uso frecuente ni generalizado por el grueso de las personas, por ser ajenas a su área de trabajo o estudio.

Eso se debe a que son voces expresadas en determinadas circunstancias o muy acotados círculos laborales u oficios. Un ejemplo es la palabra “chaira”, que no es más que la cuchilla que usan los zapateros para cortar la suela, pero también así se llama el cilindro de acero con mango que utilizan los carniceros y otros oficiales para afilar sus cuchillos.

Y ya que estamos en la carnicería, allí, el experto tablajero prepara carne molida que las amas de casa le solicitan para hacer albóndigas, picadillo u otros platillos. Coloca en la charola del molino los trozos de carne, mismo que va empujando al agujero del molino apoyado por un cilindro de madera o plástico, herramienta que se denomina “mamerto”.

Sin la “chaira” el carnicero no podría trabajar adecuadamente (primeras dos imágenes). En la fotografía de la derecha, el “mamerto”, compañero del molino de carne. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos).

Como la vista ya le falla, la dama o el caballero acude con el optometrista, quien le hace un examen para conocer su agudeza visual y poder hacerle unos anteojos que le permitan observar con claridad y nitidez, de cerca o de lejos, según su necesidad. “¿Qué letra es ésta? ¿Y ésta otra?”. La hojita de letras se llama “Cartilla de Snellen”, y toma el nombre de su inventor, Herman Snellen, un afamado optometrista neerlandés del siglo XIX. 

Una negociación de abolengo en esta ciudad, la CdMx, es la reparadora de calzado “La Esperanza”, donde don Jesús Ruvalcaba y su esposa llevan 24 años trabajando juntos, aunque él ejerce el oficio desde jovencito. Ellos usan sus “alicatas”, especie de pinzas especiales para zapatero, usadas para desarmar zapatos a los que luego habrán de dar nueva vida.

Cuando el lector o lectora va al supermercado para comprar lo necesario para su despensa seguramente adquiere papel higiénico. A los pocos minutos de haber regresado a su casa, ese lector/lectora siente la necesidad de ir al baño. Ahí, una vez usado, el papel higiénico cambia su nombre por “palomino”; así también se llama a la mancha en la ropa interior.

Otro ejemplo es el “caramillo”, una rústica flautilla de caña, madera o hueso, con sonido muy agudo que utiliza el afilador de cuchillos, navajas, tijeras, machetes y otros artículos diseñados para cortar y rebanar, con la idea de llamar la atención de la gente, sobre todo de las amas de casa de las colonias populares, para que salgan a solicitar sus servicios.

Cuando el turista nacional o extranjero llega al hotel donde habrá de hospedarse durante su viaje de placer (o de negocios, el objetivo del viaje es lo de menos en este caso) nota con agrado que tiene sobre el tocador jabón, champú, crema para el cuerpo, lustrador de zapatos, crema para afeitar, peine, cepillo y crema dental, entre otros artículos personales.

¿Cómo se nombra a ese conjunto de artículos? ¿Qué pide el enfadado huésped al hombre de la administración, cuando no le han dotado de tales productos de primera necesidad? Para no pedir, jabón, champú, crema para el cuerpo, lustrador de zapatos, crema para afeitar, peine, cepillo y crema dental, el turista sólo dice: “Mis amenidades, por favor”.

Tras recibir sus “amenidades”, el mismo turista se dirige hasta el bar del hotel. Pide una cerveza fría. Él sabe que cerveza es cerveza y que espuma es espuma. Pero, ¿cómo se llama la espuma de la cerveza? La Real Academia de la Lengua Española señala que se llama “giste”, expresión que viene del alemán gischt. Alemania es cuna de la cerveza. 

Imagen 1. Cartilla de Snellen, imprescindible para examinar la agudeza visual. Imagen 2. “Alicatas” una herramienta indispensable para reparar calzado. Imagen 3. El “asentador” garantiza una rasurada y un corte de cabello suaves. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos).

Quien conoce las peluquerías tradicionales, o barberías, habrá visto que del lado derecho del sillón giratorio del fígaro cuelga un cuero de aproximadamente un metro de largo. El maestro lo toma del extremo suelto y pasa la navaja por su superficie con movimientos de muñeca acompasados. Ese trozo de cuero también tiene su propio y respetable nombre.

Se llama “asentador” o “suavizador”, y es un cuero resistente que utiliza el barbero antes de afeitar o pelar al cliente. Su única e importante función es suavizar el filo de la navaja, es decir, borrar hasta la más pequeña desigualdad, irregularidad o imperfección de la cuchilla, y de esa manera evitar una cercenada que podría resultar sumamente dolorosa.

“Acémila” se llama al mulo o a la burra, solamente cuando se le destina a la carga. Un “adalid” es la persona que se distingue socialmente por defender a capa y espada una causa justa; “borborigmo” es el ruido perceptible producido inesperadamente por los movimientos intestinales, y “cuesco” es una flatulencia, sólo si ésta es muy ruidosa.

“Alfaguara” se llama el manantial copioso de agua pura, cristalina y potable; “emporio” es el lugar donde concurrían para el comercio gente de diversas naciones, y “entelequia” es una realidad que ha llegado al estado de perfección, mientras que el buen castellano señala que un “epígono” es quien sigue a otro en materia artística, filosófica o científica.

El “escolio” es la nota que se escribe en un texto para explicarlo; un “estilita” es quien vive en lo alto de una columna (como la “Victoria Alada” que habita en la punta de la Columna de la Independencia que adorna el Paseo de la Reforma en la CDMX), y el “gorigori” es el ruido que producen varias personas que hablan al mismo tiempo.

Como se nota, también hay palabras que definen cosas o acciones que si bien el común de la gente emplea o hace con regular frecuencia, por ser algo cotidiano, no repara en averiguar si tienen nombre propio. Quien no las utiliza es todo lo contrario de quien posee “facundia” en su vivir, que es la exageración o facilidad para la palabra hablada.

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