En negocios, tiendas y gasolineras, los altares a la Dolorosa dan color a las calles, entre nieves y aguas frescas
Atrás quedaron los puestos con cascarones convertidos en chavos del ocho, princesas y hombres araña. La parafernalia invadida por políticos que se placean o andan en campaña
A lo lejos se quedó el jolgorio, la retahíla de autos embotellados. Es tiempo del sur de la ciudad, allende Marfil, donde también llora la Virgen.
Fue un recorrido en el que con ingesta fría se consumieron calorías: nieves y aguas frescas de diferentes sabores. Así sucedió en una refaccionaria ubicada en el boulevard Euquerio Guerrero, en la otrora comunidad de Yerbabuena, ahora uno de los asentamientos tragados por la modernidad, con un centro comercial, negocios al por mayor, mucho ruido y muchos embotellamientos.
Isela, la propietaria, narró algo que la gente de la comunidad sabe, pero que el mundo no: son de los negocios donde la tradición tiene más años:
—Ponemos altar a la Virgen y regalamos nieve desde que inició el negocio, hace 27 años.
—¿Por qué esta tradición y en un negocio, que no es muy común? Se hace regularmente en las casas —se le inquiere.
—Porque en este día tenemos que trabajar; tenemos que estar en el negocio y no se puede estar en la casa para seguir esta tradición. Por eso lo hacemos aquí.
La clientela llama y colocan en el mostrador una lista de refacciones. A un lado, una fila espera su turno para recibir su vasito con nieve. Ya pasa de las doce y ya lloró la Virgen.
Por eso su esposo Alberto Manuel López continúa con la charla y explica que lo han hecho de generación en generación:
—Mis padres y mis abuelos lo hacían. Es una tradición muy guanajuatense, una tradición muy bonita aquí, que se hace en el Jardín de la Unión, en donde se regala una flor a una mujer y hay muchos altares y la gente que los pone regala comida, agua fresca y nieve.
Llega más gente y primero está lo que deja. Mientras la pareja atiende a los compradores, Germán, el hijo, sigue con el reparto. Se alcanza escuchar la sentencia: “que no se pierda esa tradición”. Pues no, que no se acabe, y menos con la nieve de mantecado, mi favorita.
De la colonia a la chamba
—¿Cuánto le ponemos, patrón?
También en la Euquerio Guerrero, frente al Centro Comercial Alâia. Mientras la gasolina cae al tanque y revisan que las llantas “estén a 33”, se observa que en un muro lateral está, aún sin terminar, un altar dedicado a la Santísima Virgen de los Dolores.
La charla con José Luis Patlán y Alberto Caudillo se realiza mientras acaban de colocar el papel picado color morado, que hace juego con las flores que rinden tributo a la Dolorosa.
José Luis explica que la tradición viene de familia, “pero nosotros aquí lo hacemos para agradecerle a la Virgen la chamba y como una ofrenda también a los clientes, para invitarles un vaso de nieve”. Añade:
“Ya con este son tres años, no tiene mucho la gasolinera”.
No se trata de una estrategia mercadotécnica del concesionario: es el gusto y la fe de los empleados, quienes dedican tiempo y destinan dinero para venerar a la dolorida Madre de Dios y mantener la tradición:
“Viene de familia, desde que me acuerdo, desde mi infancia mi abuelita ponía el altar; es devoción a la Virgen”.
—¿De dónde eres? —se le pregunta.
—Yo soy del Panteón Nuevo —responde.
Su compañero Alberto es de El Encino, “somos casi vecinos”, aclara.
A las doce en punto lloró la Virgen. Fueron frías lágrimas de mantecado, fresas con crema y limón.
Menester era seguir la tradición antes de continuar la gira por más negocios y llegar fresco, pero empanzonado, a casa.
En el camino, la Virgen lloró mantecado, guayaba, fresas con crema, limón y melón. También lloró agua fresca de limón con chía y de fresa.
Puse en un termo para café una buena dosis de nieve de varios sabores. Esto sí es parte de mi vida, no como la frase de la tienda departamental que está enfrente.