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UNA MEDALLA NO LO ES TODO

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La Gacela de la Sauceda logró en París

algo que vale tanto -o más- que el oro

Los mexicanos -particularmente los guanajuatenses- nos acostumbramos tanto a verla allí, con su tranco de auténtica gacela, sobre el tartán y entre las mejores del mundo, que ya no nos sorprende. El problema es que siempre queremos mirarla triunfar… como si fuera tan fácil. Y no, esta vez tampoco hubo medalla, pero sí un sueño cumplido.

Recién terminaron los Juegos Olímpicos de París, con el consabido rosario de hazañas, anécdotas y una que otra polémica. Atrás queda el recuerdo de la inusitada inauguración, la sorpresiva y agradable aparición en el medallero de minúsculas islas del Caribe, el familiar desenfado de un tirador turco, la constatación de que el deporte mundial funciona casi igual que la economía: los ricos -casi siempre- ganan.

Una excepción son las carreras de fondo y medio fondo, donde el continente africano (sobre todos keniatas, etiopes y marroquíes) suele imponer el ritmo y casi nadie es capaz de disputarles el reinado. Sin embargo, una grácil y sonriente mujer, oriunda de un poblado rural mexicano, se atrevió a desafiar su incontestable poderío.

Laura Esther Galván durante la semifinal de los 5 000 metros en París. (Foto: Stock).

Para darse una idea: desde los juegos de Atenas 2004, solo una turca (sancionada después por dopaje) y una neerlandesa (para variar, de origen etiope) han logrado arrebatar algún metal a las corredoras de Kenia y Etiopía, imponentes no solo en los 5 mil metros planos, sino también en los 10 000. Es decir, vencerlas es misión casi imposible para el resto del mundo. Aun así, Laura Esther Galván no tuvo miedo.

Antes de llegar a la capital francesa, La Gacela de la Sauceda estuvo rankeada entre las mejores 13 del mundo en los 5 kilómetros, lo que de por sí es un logro extraordinario. Sin embargo, el 2 de julio, cuando participó en las semifinales de París, las cosas no se dieron. Finalizó en el sitio 11, sin posibilidad de disputar la final, y su sempiterna sonrisa dejó paso a un rostro serio y pensativo.

“Hice lo mejor que pude en la competencia. La verdad, no estoy nada contenta con el tiempo, pero al final estas competencias se corren así: lento, rápido, y creo que eso de alguna forma impacta”, mencionó. Sabía que podía más. Quizá faltó experiencia, quizá no se acomodó a la nueva pista, quizá falta camino por recorrer…

Una trayectoria que abarca desde la infancia.

De cualquier modo, Laura Galván es la referencia del atletismo mexicano en el medio fondo: posee nada menos que los récords nacionales en 1 500, 3 000, 5 000 y 10 000 metros, superando los establecidos a principios del actual siglo por Adriana Fernández. En pocas palabras, se ha convertido en la mejor mediofondista mexicana de la historia. Se dice fácil; para nada lo es.

No obstante, hay una conquista que está por encima de las demás, superior incluso a la medalla de oro obtenida en los Juegos Panamericanos de Lima, Perú, en 2019: imbuir en millones de niñas, niños y jóvenes mexicanas y mexicanos la certeza de que, con disciplina y esfuerzo, los sueños son posibles. Ser la inspiración para que intenten sus propias proezas en los años venideros.

La Sauceda, el poblado que vio nacer a la atleta.

Días después de haber competido en la pista del Stade de France,  ágil y con el pelo al viento, La Gacela trepó a los aros olímpicos situados en el Campo de Marte, frente a la Torre Eiffel, para tomarse las fotos que traerá de recuerdo, tan contenta como la niña inquieta que un día aceptó competir en su escuela para iniciar una carrera que la llevaría de su pequeña comunidad al máximo escenario deportivo del planeta.

La inmanente sonrisa había vuelto a su rostro. No tenía una medalla colgada en su cuello pero, a cambio, mostraba una felicidad contagiosa que es, indudablemente, el mejor premio a su sorprendente trayectoria. Su mirada, algo traviesa, dejaba traslucir su próximo objetivo: ir por el maratón en el futuro. A ver qué resulta.

La mira en el futuro (Foto: blog de Laura Esther Galván).

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