Desde tiempos ancestrales cada invierno (en México el actual invierno terminará el 20 de marzo) se lleva a cabo, en la mayoría de las comunidades indígenas de México, el cambio de poderes simbolizado por bastones de mando o varas. El calendario religioso y festivo de esos grupos originarios está estrechamente relacionado con el ciclo agrícola y pese al sincretismo español, subsiste.
La Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas (DGCPIU), creada en 1978 para impulsar la conservación, difusión y desarrollo de las culturas populares de México, informó que los tarahumaras, tzotziles, huicholes, chamulas y otomíes son grupos étnicos que han amalgamado sus ceremonias con el festejo del año nuevo católico.
La dependencia señala que las culturas precolombinas, al interactuar con la naturaleza, desarrollaron una rica cosmogonía basada en ceremonias y rituales que les permitieron conformar sus principales calendarios. Pero, con la Conquista y la Evangelización, estas celebraciones sufrieron muchos cambios, adaptando sus ritos a las festividades cristianas.
Con ello, las poblaciones indígenas de gran parte del territorio nacional, adoptaron el calendario occidental o gregoriano y ajustaron en él sus antiguas creencias. Uno de los principales festejos indígenas, producto de este sincretismo, es el cambio de poderes, de varas o de bastones de mando, para conmemorar la renovación de sus autoridades.
Es decir, las llamadas Autoridades Tradicionales tienen un peso muy importante en las comunidades. Son elegidas por su prestigio, reconocimiento, sabiduría, trayectoria o valores éticos, y reciben nombres distintos: consejo de ancianos, fiscales, mayordomos, topiles, gobernadores y comuneros, entre otros, según la población indígena que lo hace.
Antes de la Conquista, las autoridades tenían características que aún subsisten entre sus descendientes. Respondían a su “Calpulli” o barrio. Cada barrio tenía un gobierno propio y era más o menos independiente. Eran los ancianos, reunidos en consejo, los encargados de nombrar a los funcionarios responsables de llevar a cabo sus instrucciones en la comunidad.
Así lo señala la investigación Usos y costumbres en comunidades indígenas y procesos políticos-electorales publicada por la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica del Instituto Nacional Electoral (INE). Hoy día, esas autoridades son consultadas para tomar decisiones y fungir como mediadores de conflictos, dice el texto.
Para ello, se eligen mediante asambleas comunitarias cada inicio de año, aunque no existe un modelo general para su organización y representación. Las autoridades tradicionales coexisten y comparten poder con las autoridades oficiales: síndicos, comisarios o presidentes municipales. Ambas pueden articularse en sus funciones, cordialmente.
Por ejemplo, las autoridades tradicionales gobiernan hacia el interior de la comunidad, y las oficiales trabajan en relación con instituciones estatales externas. De esta manera, el rol de las autoridades comunitarias, simbolizadas con el bastón de mando o vara, es muy importante, ya que de ellas depende la transmisión de los conocimientos ancestrales.
Eso ayuda a la armónica toma de decisiones. Con un consenso colectivo y la asesoría del Consejo de Ancianos, se fortalece la identidad y la democracia de los pueblos indígenas. El hecho de que la renovación de poderes se lleve a cabo cada inicio de año, tiene que ver con que es época propicia para los cambios, para proponer metas y establecer propósitos.
El proceso está ligado al fin del ciclo agrícola (periodo de sequía), cuando el Sol tiene menos fuerza, es época de fríos y la tierra empieza a prepararse para el siguiente periodo de fertilidad. Aunado a esto, la mayor libertad de culto, de creencias y de prácticas religiosas, ha hecho que muchas poblaciones indígenas retomen sus ritos y ceremonias antiguas.
En la región tzeltal-tzotzil perduran, posiblemente como en ninguna otra parte del país, dos grupos distintos claramente definidos: los que reclaman ser descendientes del núcleo conquistador y que a sí mismos se apellidan ladinos o latinos, y la masa indígena, vencida y subordinada, a la que se denomina indios, explica Gonzalo Aguirre Beltrán en su libro Obra Antropológica IV. Formas de Gobierno Indígena.
Añade: “Existen las autoridades políticas, las religiosas y las eventuales. Las políticas son electas por consenso y duran todo el tiempo que el pueblo quiera, y su función es la resolución de conflictos en la comunidad. Las religiosas no son electas, se constituyen como autoridad por la vía de los hechos, acumulando prestigio con el tiempo, y su función es casar, curar e interpretar los sueños.
Las autoridades eventuales, por último, son electas como su nombre indica, para ocasiones especiales. Como el calendario festivo está estrechamente relacionado con el ciclo agrícola, muchas de estas celebraciones son en realidad ritos indígenas hacia las fuerzas de la naturaleza y sus periodos o temporadas de lluvia, de siembra y de cosecha.
Entre los cambios de poderes más significativos se encuentra el de los huicholes. Para este pueblo, cada vara representa una deidad y ellas son las que transfieren el poder a los ancianos. Esta renovación de autoridades tradicionales se convierte, en la mayoría de las comunidades, en una verdadera fiesta, para agradecer a los mandos salientes y para dar la bienvenida a los nuevos.
A la usanza tradicional, o con las formas que los españoles trajeron hace más de 500 años a lo que hoy es México, el inicio de un año nuevo supone la renovación, el inicio de algo que invariablemente cambia la cotidianeidad del año que termina. Esperanza de tiempos mejores, el propósito de hacer lo que no se ha hecho, y el deseo de bonanza para la comunidad, es la constante.