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CUANDO LOS AUTOMÓVILES TOMARON LAS CALLES DE MÉXICO

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País: México. Año: 1895. Las familias adineradas importaron los primeros automóviles que llegaron al país y lo primero que hicieron fue lucirse encima de ellos. Paseaban por Chapultepec y las nacientes colonias popof de la Ciudad de México. En el interior de la república, sobre todo en el norte, mineros, hacendados y otros ricos, hicieron lo mismo.

El paisaje urbano cambió gradualmente. Fue hace exactamente 130 años. Toda la gente se asombraba y no podía creer lo que veía: automóviles impulsados por algo “invisible”, es decir, no era tan obvio como un caballo jalando un carruaje o los pedales de una bicicleta. Hoy, la vida sería imposible sin un automóvil propio, rentado, de alquiler o de aplicación.

Los autos ofrecen la libertad de ir a donde uno quiera, cuando quiera, aún a los sitios más inaccesibles. Pero cuando el primer motor rugió en la Ciudad de México, ni la gente ni el terreno estaban preparados. Sin embargo, los autos, en su mayoría estadounidenses de la marca Ford, conquistaron el país a gran velocidad, cambiando el paisaje para siempre.

Los primeros autos que llegaron a México causaron enorme emoción entre la gente. Así lucía el centro capitalino. 

La publicidad jugó un papel importante para que los automóviles se popularizaran. Si bien el miedo a los ruidosos motores y a ser atropellado se disipó, el asombro de verlos en las calles se mantuvo entre la población. A principios del siglo XX, los autos no solo se adueñaron del asfalto, sino que también conquistaron la penetrante escena publicitaria.

Con anuncios en periódicos, revistas, e incluso en los tranvías y los primeros autos que llegaron acá, los vehículos comenzaron a capturar la atención de todos. La publicidad surtió efecto y muy pronto México se convirtió en el tercer mercado más grande para las marcas automotrices norteamericanas, Ford entre ellas, de acuerdo con el Departamento de Comercio y Trabajo de los Estados Unidos en 1903.

Los primeros distribuidores del país también aportaron a la imagen publicitaria, con grandes campañas que el público miraba por todas partes. Consecuencia lógica, con el auge de los autos, la demanda de conductores experimentados surgió y nuevos oficios, recomendaciones y reglas tomaron forma para dar forma al universo automovilístico.

No pasó mucho tiempo antes de que surgiera el oficio del chofer. Aunque los automóviles se publicitaban como la alternativa al caballo como medio de transporte, lo cierto es que el dueño necesitaba aprender a conducir y en esos tiempos no era fácil. A inicios del siglo XX no existían escuelas de manejo, por lo que surgió el “valeroso” oficio de chofer.

El chofer debía leer libros de mecánica, mantenimiento de la máquina, y la mejor manera de conducción. Aparecieron teorías sobre los efectos en la salud de quienes estaban tras el volante, y en los periódicos y revistas de la época podían leerse artículos sobre la salud de los conductores de autos. Algunos, incluso daban consejos de nutrición para los choferes.

Numerosos artículos sugerían que los conductores de automóviles debían seguir una dieta especialmente diseñada para ellos, en la cual intervenían médicos y psiquiatras. Desde luego, eran suposiciones de la época sobre algo nuevo que estaba surgiendo en el país, aunque en realidad sí había una preocupación general por la eficiencia de los choferes.

Tantos autos llegaron, que al poco tiempo nació el primer Reglamento de Tránsito de la Ciudad de México. Aunque sugerir alimentarse de cierta manera hoy podría parecer raro, algunos consejos hacían sentido. Algunos artículos trataban sobre las condiciones de salud idóneas para conducir con seguridad, lo que quizás influyó en las autoridades.

La publicidad jugó un papel determinante en la promoción y venta de autos. Era deseo común, entre algunos mexicanos pudientes de las primeras décadas del siglo XX, tener un hogar con flamante auto a la puerta, como en Estados Unidos.

El primer reglamento de tránsito que publicó el gobierno de la Ciudad de México, en 1903, establecía que los conductores debían probar “tener la prudencia y sangre fría para manejar situaciones difíciles”, así como “buen pulso y sentido de la vista”. Es decir, los primeros automóviles abrieron caminos físicos y hacia la movilidad como hoy la vemos.

Desde esos primeros rugidos de motor que provocaban la admiración de los adultos y el asombro de los niños, los automóviles han dejado una huella indeleble en la historia de los mexicanos, quienes poco a poco se bajaron del caballo para subirse al automóvil. Después de Ford, llegaron otras marcas como Cadillac, Fiat, Chevrolet y Mercedes-Benz.

Esa primera marca que llegó a México con el espíritu de “ayudar a construir un mundo mejor, en donde cada persona tenga libertad de movimiento para perseguir sus sueños”, llegó aquí hace un siglo. Ford de México inició operaciones en 1925 como la primera empresa de automóviles en el país, y hoy, da empleo a 14 mil 600 trabajadores del país.

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