La superstición es tan antigua como la humanidad. Todas las personas, desde la más temprana edad hasta la vejez más avanzada, son supersticiosos en menor o mayor grado. ¿Quién no ha “tocado madera” para esquivar un mal presagio? ¿Quién no ha evitado pasar bajo una escalera? Negarlo puede atraer la mala suerte, dicen los supersticiosos.
Prácticas como la santería, la brujería, y el espiritismo han tocado la vida de millones de personas en varios países alrededor del mundo, y México no es la excepción. Ciudadanos respetables, intelectuales reconocidos, pensadores encumbrados, y altos religiosos han acudido a esas prácticas para sentirse guiados y seguros al tomar decisiones importantes.
La política no ha escapado a todo lo anterior. Documentado está que Antonio López de Santa Anna, personaje histórico recordado porque varias veces ocupó la presidencia de México, era conocido por ser supersticioso y consultar adivinos para recibir consejo. El caudillo consultaba a todos sus videntes antes de cada batalla o decisión trascendente.

Si el caso de Santa Anna llama la atención, el de Francisco I. Madero, presidente de este país de 1911 a 1913, es más interesante. Ese estratega de la Revolución Mexicana era un admirador, creyente y súper convencido del gran poder que el espiritismo ejerce sobre las personas. Desde 1891, escribió un diario donde registró sus andanzas por esos terrenos.
Nunca ocultó sus contactos y experiencias, charlas y vivencias, con seres del más allá y la cantidad de mensajes que de ellos recibía. Se sentía cobijado por las fuerzas espirituales de carácter superior, y aseguraba que su quehacer en el marco de la política nacional era una especie de instrucción celestial; Francisco I. Madero, por eso, fue un gobernante iluso.
Llevado de la mano por sus “amigos” espíritus, se tornó idealista y eso, de acuerdo con sus biógrafos, lo llevó a cometer errores, a confiar de más en sus colaboradores, a ver a sus enemigos menos fuertes de lo que eran y ese ramillete de pensamientos lo llevó a ser derrocado por Victoriano Huerta. En síntesis, dejó en sus prácticas su carrera y su vida.
Ejemplos como los dos anteriores hay bastantes. Y en contraparte, muchos son los casos de personas que han dedicado su tiempo y su talento para mirar artísticamente este tema, entre ellos, el Dr. Atl, Pedro Friedeberg, Lola Álvarez Bravo, Agustín Víctor Casasola, Juan Guzmán, Roberto Montenegro, Julio Ruelas, José Bardasano y Leonora Carrington.
Ahora, 200 obras entre esculturas, documentos, pinturas, fotografías, archivos, y cartas astrales, con temas alusivos a ese mágico mundo, se presentan con el título Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte, para dejar abierta la puerta de la adivinación, la clarividencia, el espiritismo, la astrología y el destino. Algo fascinante.
Se expone en el Museo Nacional de Arte (Munal), ubicado en la Calle Tacuba 8, Centro Histórico de la Ciudad de México, hasta el 16 de febrero de 2026. El mundo esotérico visto desde la perspectiva de artistas plásticos de diversas nacionalidades se presenta en cuatro núcleos temáticos que resignifican los puentes imaginativos para crear arte.
La exposición parte de la propia colección del Munal, y tiene un origen singular. A raíz de la donación de la carta astral que el padre del surrealismo, André Bretón, hizo al escritor y poeta francés Jean Schuster, se concibió la posibilidad de poder darle una nueva lectura al acervo a través de las tradiciones esotéricas. Concretar el plan tomó tiempo y esfuerzo.
Previa a la inauguración pública, el pasado 14 de mayo, la directora del recinto, Mireida Velázquez Torres, explicó a los medios de comunicación que “es un recorrido amplio por la cultura visual, la historia cultural y la historia del arte de nuestro país, y también es una manera de releer nuestro propio acervo y de hacerlo dialogar con otras colecciones”.
La funcionaria abonó a sus declaraciones la colaboración que hicieron museos como el de San Carlos, el de Arte Moderno, el Tamayo, del Estanquillo y varias colecciones públicas y privadas, como la del Archivo Casasola y del Archivo Fundación Televisa, entre otros. Esa alianza, dijo, permite ofrecer una muestra completa e interesante sobre este tema.
David Caliz, curador de la muestra, dijo en su oportunidad que lo que al Munal le interesa “es concebir cómo la incertidumbre, esa angustia del hombre por comprender el porvenir, hace que estas manifestaciones mánticas como el tarot, la cartomancia, la astrología y el espiritismo se conviertan en las plataformas y el caldo de cultivo para los artistas”.
La exposición, homónima del ensayo de la escritora Susan Sontag en el que reflexiona sobre una cita del filósofo alemán Walter Benjamin, sugiere un recorrido por la historia visual de las ciencias adivinatorias, e invita al público de todas las edades a pensar desde el territorio de las creaciones artísticas las formas de comprender el universo esotérico.
El primer núcleo es “Nigromancia. Invocar a los muertos”, que toca la representación del movimiento espiritista, doctrina basada en las relaciones del mundo material con los espíritus; el segundo es “Clarividencia”, un retrato de la quiromántica Nelly Mulley realizado por Agustín Víctor Casasola, y una fotografía clásica que Simone Flechine hizo a Fu Man Chu en 1950.
El tercero, “Astrología. Consultar las estrellas”, parte del entendimiento que tienen los astros en el destino de las personas. En el que se encuentran las cartas astrales de Jean Schuster, Remedios Varo y Ramón López Velarde. El cuarto y último, “Terror Cósmico. La incertidumbre del futuro” reflexiona sobre lo inconmensurable que es el cosmos.
Al final del recorrido está “El dialoguito de Mamá Tierra con don Cometa Haley”, de José Guadalupe Posada, y una pantalla en la que se reproduce En la palma de tu mano, película de Roberto Gavaldón, protagonizada por un falso astrólogo y ocultistas al que da vida el primer actor Arturo de Córdova, inscrito en de la Época de Oro del Cine Nacional.