Tras haberse distinguido, como en el resto del país, como ejemplo de prensa militante durante el siglo XIX, la prensa guanajuatense se consolidó durante el régimen de Porfirio Díaz como el medio noticioso y de opinión cada vez más indispensable para el desarrollo de la sociedad en las más diversas direcciones. Si bien los asuntos políticos ocupaban la mayoría de los espacios periodísticos en esos años, incluidas las secciones editoriales, siguieron en importancia los de carácter económico, sin dejar de informar sobre cuestiones de actualidad y de interés para sus lectores. Así, se insertaban noticias del extranjero, notas sociales, obituarios, desastres y delitos. En menor medida se divulgaban noticias científicas, deportivas y comerciales, información que, preponderantemente, se difundía en publicaciones especializadas.
Con la estabilidad política, lograda también con base en la represión y el control del gobierno porfirista sobre rebeldes y opositores, se comenzó a construir a la prensa como industria, hecho que aunado al desarrollo económico del país permite el surgimiento de una forma de expresión del periodismo: los anuncios mercantiles de los periódicos. Así, al fenómeno de la opinión pública como debate político-ideológico se agregó uno de los elementos esenciales del capitalismo: la publicidad comercial como apoyo para el consumo.

Con la promulgación de la Constitución en 1917, tanto la federal como la estatal, y la elección de candidatos a todos los puestos de representación, las temáticas preferentes de la prensa en los distintos municipios del estado, según se observa en las publicaciones de esos años, continúa con el tema de la política desde una perspectiva de acción del orden institucional naciente, sin dejar de informar sobre los acontecimientos armados generados por los revolucionarios insumisos, por grupos rebeldes o por bandidos sociales o delincuentes comunes.
Estos cambios se vieron reflejados por la inserción, cada vez más diversificada y amplia, de otras informaciones sobre problemas económicos relacionados con la reconstrucción del país. En Guanajuato, las noticias sobre la carestía, la escasez de los cereales y, en general, de los alimentos, fueron notas cotidianas, además de los problemas relacionados con la generalizada incapacidad de compra. Asimismo, no deja de ser interesante ver cómo se refleja el lento proceso de la recuperación económica y del restablecimiento de los mercados regionales a través de notas y anuncios relacionados con la oferta de productos diversos.
De esta manera surgen impresos que tienen como característica ser medios para la publicación de anuncios. En una primera revisión al Archivo Histórico Municipal de León (AHML), sobresale El Comercio (1906-1910), que se identificaba como “Periódico de Información y Variedades”. Su tiraje era de más de mil ejemplares diarios.
La cualidad de periódico de anuncios no era exclusiva de los impresos mercantiles. Otro periódico leonés, surgido en el siglo XIX y que perduró hasta la segunda década del siglo XX, El Pueblo Católico, editado por Zenón Izquierdo, se definía como “Semanario religioso de variedades y anuncios”. En efecto, en su página 3 (de las cuatro que constaba su edición) tenía lo que ahora se denomina “anuncios clasificados”.
Periódicos de corte político como El Barretero, editado en la ciudad de Guanajuato por José Granados, o El Obrero, diario leonés producido en la imprenta de Jesús Rodríguez, padre de quien fuera posteriormente gobernador del estado, Jesús Rodríguez Gaona, se distinguían también por ser espacios por excelencia para los anunciantes locales. En el caso del segundo, considerado como el antecedente del periodismo moderno en la ciudad y el estado, en sus páginas se ofrecían servicios de impresos diversos, sobre todo invitaciones para fiestas de tipo social. Fue un periódico de ideas liberales progresistas, fundado en 1902, que modernizó con su estilo, formato y estructura al periodismo leonés. Este periódico llegó a tener un tiraje de cuatro mil ejemplares diarios. Disponía de un grupo de 30 voceadores para su circulación en la ciudad de Guanajuato y marcó el modelo de lo que sería el periodismo moderno en la ciudad: tenía contratos con empresas comerciales, en especial con la Droguería Francesa (signado en 1905) y disponía de un servicio telegráfico constante, así como un equipo de reporteros, coordinados por su redactor, Manuel Alcocer, quien asumió virtualmente la dirección del periódico tras un breve encarcelamiento de Jesús Rodríguez en 1908. Alcocer, indignado por los desmanes de las tropas revolucionarias en 1914, llamó “robavacas” a Pascual Orozco, responsable de la ocupación, y éste destrozó las instalaciones del periódico.
El largo gobierno de Díaz terminó por desgastarse y al final de su gestión las voces críticas aumentaron lo mismo en los periódicos de mayor circulación que en otros menos importantes. La persecución hacia la prensa y los periodistas independientes o de carácter militante anti porfirista fue constante. Eran tiempos en que los periodistas podían ser encarcelados o desaparecer, pero los periódicos podían superar los avatares de la política gracias a la comercialización.
Los anunciantes continuaron contratando espacios publicitarios en los periódicos, a pesar de la crisis económica que sufría el país a finales del porfiriato y de las consecuencias de la efervescencia política y el inicio del movimiento armado. A final de cuentas, por una parte, el grueso de la sociedad no tenía el mismo empeño revolucionario que los opositores al régimen; por otra parte, había una industrialización en ciernes y un capitalismo primitivo en el que su majestad: el consumo, aparecía como fortaleza económica y como forma de expresión cultural de una sociedad que transitaba hacia la modernidad del siglo XX.